Ha amanecido por completo silencioso en Puerto Capaz. Sin
vehículos en paso y con habitantes perezosos he desayunado solo en la terraza del hotelito a la espalda
de la valla del puerto.
Mi etapa de hoy era mas breve, así que he dejado que mi
concentración se tomara algún descanso.
He hecho coincidir mis paradas para tomar resuello con la presencia de algún lugareño que encontraba en los bordes de la carretera esperando transporte, cuidando cabras o por alguna razón que solo ellos conocen. Converso mientras bebo agua. Informo de mi ruta; el origen y el destino y, si hace falta, hago senas bien reconocibles con las manos.
Mi personaje de hoy ha sido un hombre mayor con el que he
compartido grandes y repetidas exclamaciones sobre el vibrante pasado de Puerto
Capaz en tiempos de los españoles.
El resto del día han sido cuestas indecentes a lomos de un
paisaje seco, duro y casi de un solo color de tierra quemada y pedregosa.
Mi ultimo giro ha buscado el mar para terminar mi jornada.
Pasando por Torres de Alcalá he llegado a Cala Iris, una ensenada limpia y
solitaria sin poblamiento. Tan solo un puerto edificado por el gobierno japones
y un camping después de un kilómetro de sendero y del que soy hoy el único cliente.
A lo lejos, rematado por algunas paredes blancas, esta el
Peñón de Velez de la Gomera.