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domingo, 24 de marzo de 2013

Llueve


Hace unos días llovió en Vietnam. Por primera vez en más de 120 jornadas y aunque fuera poco llovió.

No es el caso de hoy. Tiempo sereno en Bangkok. Sol, versión fuego, trepando hacia los 35 grados.

Mientras entretengo mis últimas horas para subir al avión que me devuelve a España llueve ahora de otra manera.

Y lo que ahora cae, como agua que jarrea tras los cristales, son miles de imágenes rápidas que recorren mi pensamiento, calando. Los rostros de tanta gente como he tropezado, casi borrados algunos y nítidos y brillantes otros, que no han dejado de mirarme.

Si me emociona viajar es por el contagio.

Las manos que he estrechado reteniéndolas un instante, las miradas pacientes hasta tener la sonrisa por respuesta, la gente que guardó un último cazo de caldo para hacer una sopa sabiendo que llegaba, como acostumbran a hacer los clientes, los que de un día para otro aprendían palabras nuevas en inglés para darme de nuevo la bienvenida.  Gentes rápidas como los vietnamitas, dulces como los camboyanos, lentos como los laosianos o modernos como los tailandéses. Todos ellos me han contagiado

La gente me ha regalado un rato impagable de su vida. Me he sentido verdaderamente en casa.

Nada de aviones. Realmente salgo de Asia pedaleando en alguna de mis bicicletas de alquiler y rodeado de niños que quieren, de nuevo, jugar conmigo.


Bangkok, 27 de febrero de 2013

viernes, 18 de enero de 2013

Siem Riep/ Los habitantes


Mas allá de la postal de Siem Riep, en cuanto terminan los muros de piedra, está lleno de campesinos, árboles y agua. Los habitantes que siempre han estado allí.

Campesinos viviendo junto al templo de Angkor en 1907
Me he pasado cinco días de un lado para otro buscando momentos en los que llegar a convertirme en invisible. Quedarme quieto mirando alrededor que es, sin duda, cuando más se ve.



El mapa ha desaparecido pronto de mi bolsa. Seguir el río hacia el norte, unos días, y otros hacia el sur ha sido un rumbo cotidiano bien simple de seguir.  Eso y madrugar. Pedalear in-desayunado antes de que el ruido y la luz se apoderen de todo.

De esa manera, casi a oscuras, se viaja vigilante como un animal menor. Si poco antes del amanecer oyes un leve ruido que se acerca a tu espalda, es probable que sea un grupo de campesinas que ruedan juntas en silencio camino de la faena del día. Si lo que oyes es un sonido mecánico y rítmico en la cercanía de un puente será una cansina noria que no consigue descansar nunca. Igual que una música que brota de la nada es probable que anuncie una boda para ese día.

Hasta tú mismo terminas por escuchar los leves crujidos de tus pensamientos, mientras la espesura de la jungla parece que va a engullirlo todo en cualquier momento.



En una de esas rutas de las mañanas he pasado un buen rato añadido como un mirón al juego de cometas de unos chicos. Cometas simples de plástico trasparente y cañas. De un solo hilo, pero ágiles y voladoras.

Otro día he sido invitado a un paseo en barca por la niña del hielo: Una pequeña de no más de 7 años que cuando no tiene otro medio circula por su pueblo flotante en un balde de cinc y cuando el repartidor del hielo le deja lleva bloques en la barca hasta los vecinos.


También he ayudado a una escolar a desembarcar su bicicleta para hacer el último tramo del viaje más allá del agua o me he sentado en silencio a escuchar a los niños de la escuela empezar el día cantando.
Campesinos, árboles y agua. Puede no parecerlo pero es seguro, este sitio es Siem Riep.
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viernes, 14 de diciembre de 2012

Chicas

A pocos kilómetros de Koh Kong, en Camboya, hay un extenso poblado de pescadores en el que las casas, construidas sobre pilotes de madera hincados en el agua, forman largas hileras con la única vecindad de una pasarela interminable.

Pasé casi toda una mañana explorando el lugar y parando cada poco para aliviar el intenso calor de ese día. Cualquiera al verme tan acalorado me ofrecía el cobijo de la sombra de su casa. Aceptaba en silencio la hospitalidad, respondía con sonrísas y cuando recuperaba un poco la temperatura proseguía mi ruta.

De todas las paradas ninguna fue tan divertida como la de una pequeña tienda de comestibles poblada por niñas ociosas y alegres. Todos los rostros me parecieron llenos de expresividad y de belleza.


Una hora más tarde, en un rincón del manglar con el que termina por desdibujarse en el mar la línea de costa, aparecieron nuevamente aquellas chicas como si fueran los enanitos de un cuento, que como todo el mundo sabe aparecen y desaparecen cuando les viene en gana. Se apañaron para explicarme que querían que les hiciera fotos y, como es natural, no pude luego darles nada salvo escudriñar en la pequeña pantalla de la máquina.

Dejo las fotos de las chicas en este blog para que puedan verse cualquier día:




Y el extraordinario lugar en el que viven y juegan:



viernes, 27 de agosto de 2010

Carurú

En Bahía hay distintos festejos dirigidos a los niños (as crianças) Uno de ellos es una comilona acompañada de regalos que se llama “carurú” (oír música)


El día aquél que trazamos el sendero por la mata atlántica para alcanzar la playa desde el predio, mi casero Lázaro prometió a la chiquillería que nos recibió al llegar abajo, en la favela, que un día haría un carurú para todos ellos.

Semanas después, al despertarme una mañana, la cocina de la casa estaba en una agitación inusual con el trasiego que podría preceder a un banquete: Ollas de tamaño superior ocupando los fogones, las cuatro mujeres de la casa afanadas de un lado para otro de la estancia, alimentos y verduras desparramados por todas partes. Eran los preparativos del carurú.

Me aseguré de cual era la hora a la que debía regresar a casa para participar en la fiesta y me fui fuera a mis asuntos.

Regresé a las 3 de la tarde y la cocina continuaba con la agitación en la que debía de ser una nueva fase de preparativos y ya andaban entonces por la casa una tropa de invitados adultos que si tenían función alguna debía ser para más tarde porque vagueaban por todas partes.

Mi instinto me indicó la preferencia por una sutil imitación de las otras personas presentes pero, sin poderlo evitar y a causa de mi mal entrenamiento familiar, entré en la cocina y me solidaricé con aquél zafarrancho. Se empezaban a llenar platos de aluminio con su tapa de cartón que eran la base del banquete infantil. Una especie de plato hecho con harinas de varios colores, arroz blanco, feijoes, salsa de gambas y pollo. El problema residía en que eran cien unidades.



Llegó Flabio, nuestro hombre en la favela, y empezó a trasladar cajas de cartón rebosantes de platos hasta la furgoneta volkswagen aparcada junto a la entrada del predio. Cuando todos los platos estuvieron confeccionados se invitó a comer a los adultos presentes en la casa que habían añadido a su indolencia una intranquilidad comprensible porque eran ya las 7 de la tarde!!!

Enseguida bajamos a la entrada de la Favela Gamboa que es, como casi todas, el arranque de una escalera que se hunde en la oscuridad mientras desciende con la ladera. Con las cajas sobre la cabeza empezamos a caminar y en unos instantes estábamos rodeados por docenas de niños expectantes que jaleaban con gritos de alegría: carurú, carurú!!!

Al poco uno se me quedó mirando y dijo:

_Yo a ti te conozco. Eres el que se había perdido en la mata.

Y otro chiquillo le ayudó enseguida.

_ ¡Es Yosé! ¡Es Yosé!

Llegamos hasta el pequeño rellano que separa la casa de Flabio de las rocas y las aguas de la bahía. Norma Santana, la bailarina que vive en la casa, se ocupó de entretener a los críos con juegos y bromas como aperitivo de la fiesta. Eran unos 70, ruidosos, alegres, de culo inquieto y alguno de ellos bastante violentos. Tenían entre 4 y 10 años de edad.

Mirarles me hizo pensar en que aquí la infancia no dura nada. En que la violencia es la manera de sobrevivir en los fondos de la ciudad, en que son indudablemente pobres y felices a un tiempo y otros pensamientos solapados por el estilo. Pero poco……la alegría de la fiesta se sobreponía a cualquier cabilación. Contagiaba.

Todo funcionó bien. Se formaron filas para recibir el plato de comida, los vasitos con refresco, un envoltorio para cada uno con regalos sencillos: el anillo de plástico, el relojito de goma, matasuegras, globos y cosas así.

Con timidez se fueron acercando algunos adultos que también tuvieron su plato de carurú hasta que se agotaron.


Canciones, recoger los envases, más fotos, subir escaleras, abandonar la favela……………carurú.

viernes, 21 de mayo de 2010

Agua

En indi y en gujarati la palabra "agua" no se si será la misma pero suena igual: pani.

Pani, Pani!!!! Como se escribe?  पानी en hindi y en gujarati podremos saberlo cuando el google traslate lo incorpore como opcion.

Pues bien, aparte de las lenguas de India, Pani es la primera palabra que aprendi en India y la que mas me ha rodeado desde que llegué.


He observado las historias en torno al agua como quien contempla absorto un canal al descubierto en las pendientes laderas del Poqueira, en las Alpujarras granadinas.

En este país de calor inmisericorde y de permanente candidatura a la sequía el agua esta por todas partes. Y esta de India no es un agua insípida, perfectamente canalizada y mínima. No, aquí el agua esta a la vista y es una fuente permanente de experiencias.

Como en las estaciones de ferrocarril en las que no faltan los pilones de múltiples grifos que dispensan agua fría a los viajeros y el mejor de los regalos a los mendigos.

Como en los pozos que agujerean estas tierras en todas partes y que bombeadas y repartidas sobre el terreno hacen el paisaje de un color verde alimentario.

Las tinajas de barro dispuestas por la ciudad en lugares estrategicos, acompañadas de sus vasos metálicos, observadores silentes al ir y venir de los viandantes.

Agua en cantaros apilables sobre las cabezas de las mujeres y de las niñas, que la acarrean sin derramar gota una y otra vez hasta el interior de las casas.

Agua de reunión y charla cuando a las siete de la mañana las mujeres se reunen para hacer la aguada junto al surtidor de agua de boca.



Agua que te ofrecen en todas partes para darte la bienvenida y quitarte la sed y que, fastidiosamente, nunca puedes aceptar para no sorprender en exceso a tu frágil intestino.

Agua  en  grandes cubos en los baños de los hoteles para atender la costumbre india de lavarse con parsimonia y por partes y que yo disfruto vertiéndola de golpe sobre mi cabeza y dejándome llevar de inmediato a la primera infancia. 


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lunes, 3 de mayo de 2010

70 rupias

 
Setenta rupias. Eso es lo que cobra por una jornada en la construcción cada una de las mujeres que acarrean sobre la cabeza la arena, las piedras y el cemento.

En este escalón, el mas bajo de las obras, todas son mujeres. Mujeres de todas las edades, pero sobretodo jóvenes y mujeres niñas de no mas de 12 o 13 años. 

Pequeñas, fuertes y silenciosas repiten su ir y venir desde las 8 de la mañana hasta poco antes de que el sol se ponga, allá por las seis y media de la tarde, plegando una hora al mediodía para comer y echar una cabezada en el suelo.

 

70 rupias es poco mas de un euro, exactamente un euro y veinte céntimos, por un día, cualquier día de trabajo. Y digo un día porque no hay diferencias entre todos ellos y las semanas tienen en este sector, y en casi todos los de India, siete días de trabajo y, eso si, las noches para descansar. 

Por ese precio en cada obra hay mas de una decena de estas mujeres y sustituyen con sus palanganas metálicas sobre la cabeza a las palancas que hacen los carretillos. Con su andar resuelto subiendo y bajando escaleras precarias de madera se prescinden de las poleas y grúas que son, de lejos, las mas útiles herramientas para elevar los materiales.


Esta mujeres viven allí mismo, en las obras. Eligen la estancia mas compuesta y apañan junto a las paredes cartones para aislarse del suelo cuando duermen, cuelgan en cualquier palo su exiguo ropero y en unas piedras, con sus ollas y platillos brillantes confeccionan las comidas.

No hay gastos. Un mes son 30 días. 30 jornales son 2.100 rupias, exactamente treinta y seis euros.


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viernes, 16 de abril de 2010

Parques y Jardines

Quien no ha envidiado a algún munícipe con semejante encomienda? Y que decir de lo florido que aparece el cargo en el curriculum de cualquiera?

Sin responsabilidad alguna al respecto disfruto de los parques y jardines de Bombay, y no soy el único, lo aseguro. Además, es uno de los pocos espacios públicos en los que las mujeres y los ancianos no son invisibles.

A esta hora del final del día, en ausencia del sol por supuesto, se pueblan animadamente los parques de todas las clases de gentes. Hay niños vendiendo flores amarillas una a una; estudiantes aplicados sobre sus papeles en un corner habilitado para ellos; ruidosos mozos de caballos de paseo circular; jóvenes recalentando su móvil con llamadas imprescindibles.....

Hay bancos individuales, los menos, y también bancos corridos que son mas oportunos para las cantidades de culos que pueblan estas ciudades del Estado de Maharastra con sus casi 100 millones de habitantes..

No puedo evitar detenerme y tomar asiento un rato, compartir el aire algo menos caliente de esta hora y seguir después mi camino.

martes, 13 de abril de 2010

Pasatiempos

A pesar de que son más de las 21 horas, aun son 32 grados la temperatura que marca el termómetro.

He buscado un banco en un pequeño parque junto al Daman Ganga en el que de algo más de brisa. Cuando me siento sonrió al percibir como un padre me señala a su hija pequeña que se obstina en alejarse como si evocara un sucedáneo de hombre del saco indio. La niña me mira un instante y sr aleja confiada y en absoluto impresionada.


Jugar con los niños en el parque es un pasatiempo muy común entre las familias de aquí. La escasez de la oferta de cómo para pasar el tiempo de ocio más que una limitación se me antoja una oportunidad.

Así que las familias al completo pasean o toman un refresco juntos no importa cual sea la edad de los vástagos. Los parques se llenan al ponerse el sol. Los bancos y los muros están casi siempre llenos de gente que conversa o mira por mirar.

Aquí transcurre el tiempo con excitaciones poco mayores que los helados de cucurucho o los dos o tres cigarros sueltos comprados para compartir con los amigos.

Hace un rato, una pareja de jóvenes me saludo al sobrepasarme caminando en la penumbra del puente. Aun en la oscuridad la chica tomo la cintura de su chico y al poco una mano hasta que llegaron a las primeras farolas. Entonces sus muestras de afecto, poco bien vistas aquí en público, se tornaron en saltos y juego. Pasaba el tiempo.

lunes, 22 de marzo de 2010

Sopranos

Mi hermano Ángel ha enviado este delicioso regalo para los niños y los no tan niños de la familia. Su introducción dice así: Rossini lo escribió para reirse de las sopranos caprichosas que alegaban dificultades para cantar y pronunciar la letra de las arias en los pasajes difíciles. Merece la pena escucharlo por su originalidad y humor.