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martes, 5 de febrero de 2013

Líneas



Viajé ayer de Hué a Da Nang en tren. El mío era el SE 1 que llega de Ha Noi a las 8 de la mañana.

El trayecto, de poco más de 100 km. y algo más de tres horas, salva el puerto de Hai Van bordeando la costa mientras le es posible y atravesando luego, con decisión y túneles, hasta la cara sur de este espolón de la cordillera Truong Son que se adentra en el Mar de China, al norte de la bahía de Da Nang. 

Dice mi guía de viajes que si se cruza este puerto en invierno, como es el caso, se atraviesa una línea invisible que diferencia el clima del norte del que tiene el sur de Vietnam.

El puerto protege al sur de los fuertes vientos chinos que hacen que Hué, por ejemplo, sea un lugar fresco y húmedo en esta época. Mientras que cuando el tren horada los últimos metros de Hai Van el aire seco y cálido del sur llega hasta la cara. En efecto, la línea de cambio de clima es invisible pero existe.


Precisamente hoy, al despertar, he recordado que se cumplen 100 días de mi viaje a esta parte de Asia. En mi pequeña historia personal ésta era una línea que deseaba  traspasar.

No hace tanto que hago viajes largos y soy muy consciente de sus luces y de sus sombras. Había sentido ya el peso de los muchos días fuera de casa y albergaba mis dudas sobre si sería capaz de vérmelas con grandes viajes. Tres cifras es aún una cantidad que me intimida pero he sido capaz de adentrarme hoy en ella sin daños.

A diferencia de la línea del cambio de clima hoy no he sentido nada memorable. Puede que esa sensación, la normalidad, sea la mejor. Mi clima es bueno a los dos lados de la línea de los cien días y lo que me espera es más días de Vietnam, mantener mi espíritu en calma y seguir bien atento a cuanto me rodea. 

Volveré esta noche junto al río de Hoy An a mirar las candelas flotantes alejarse con la corriente, viendo como rasgan la oscuridad del agua e iluminan mis días venideros.










viernes, 23 de abril de 2010

Un tren con vistas

Tomo el tren en Vadodara para tres horas escasas de recorrido hasta Ahmedabad. Mi tren ha salido a las 12,40 del mediodía:

Un hombre a pie y otro sujetando una bicicleta conversan bajo una sombra. Un puñado de niños desnudos chapotean en el agua que ha vertido su madre sobre ellos. Una manada de búfalos dispersos se reconfortan con el agua de una inmensa charca sumergidos hasta la grupa. Una mujer transporta leña menuda sobre la cabeza. Las bugambillas hacen de divisoria de los campos de cultivo. Ahora tan solo puede verse como el calor calcina todo ahí fuera. Dos hombres duermen la siesta tirados en el suelo de un cobertizo, quietos como muertos. Ropas coloridas tendidas a secar sobre matas de espinos. La multitud se agolpa en las dársenas vacías de la estación de autobuses. La enorme sombra de un gran árbol cobija a un rebaño de ovejas que ya no precisa vigilancia.



Una mujer se descuelga desde la oscuridad de un vagón de un tren de cercanías hasta pisar sobre la grava gruesa. Hay arboles torcidos por todas partes como si pasaran el día buscando su propia sombra. Quedan pilares erguidos sobre el agua de lo que un día fue un puente y ahora es nada. En un horno rudimentario se fabrican ladrillos y se secan como frutos rojos cuidadosamente presentados.



Son las 15,10. Mi billete de tren se termina aquí.




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jueves, 15 de abril de 2010

Reset

Ni siquiera me dio tiempo a llegar. Fue tan solo aproximarme a bordo de un tren nocturno a Bombay y notar el vértigo que se siente cuando dejas de pedalear en una bajada pronunciada.

La combinacion de trenes me dejo en las puertas de la ciudad una hora antes del amanecer y hube de emplearla en hacer compañía a un banco solitario en la Church Gate Station

Encogido, a mi llegada a esta urbe de mas de 15 millones de habitantes, la quinta aglomeracion del planeta, me pareció imprescindible poner mi contador de India nuevamente a cero.

Seré capaz de convertirme en un habitante mas de Bombay? De los no censados, de los ocasionales, de los transeúntes?

Como si no podre flotar en la corriente?

Amanece mientras los cuervos invaden las cerchas de la cubierta de la estación. Me resuelvo a trazar a pie el camino hasta Colaba, el barrio en el que planeo alojarme.

Hace mucho calor y el aire huele a haber estado quieto toda la noche. Atravieso avenidas vacías y bordeo “The Oval”, un sorprendente campo verde de mas de media milla de largo, rodeado de edificios del neogótico ingles de finales del siglo XIX.

Camino solo y si no fuera por el cansancio lo habría hecho con soltura y hasta determinación. Pero lento, esquivo bastante gente que duerme en el suelo, todos ellos con gesto de placidez en el rostro amanecido.

Llego hasta los costados del hotel Taj Mahal y ya tan solo soy capaz de pensar en la habitación que me espera (en otro hotel, claro esta) aunque ni yo mismo la haya encontrado aun. No deseo caminar mas. Ahora soy una presa fácil a la que hasta, por primera vez, ladra un perro al paso.

Mi habitación resulto estar en un tercer piso. Hay agua abundante en la ducha. Organizo mi cama y me tiendo a dormir a las 7,25 A.M. en Bombay, como el que se duerme en casa.


sábado, 10 de abril de 2010

Tourist Bureau

Mis billetes de tren sacados con tanto esfuerzo en internet desde España no han servido para mucho: tan solo tenia litera en lista de espera. Menos mal que la tourist office de la estación de Delhi me resolvió el asunto en unos minutos.....

Despierto en mi litera al cruzar un gran rió en el sur, cerca de Surat. Son mas de las 9 de la mañana del día 2 que es como identifica Indian Railway el Segundo día de los trayectos largos.

Por la tarde había caído vencido antes de las 7 de la tarde, así que he pernoctado en mi litera asiática 14 horas seguidas.

Tengo suerte, no llevo hambre alguna. Mis suministros están apenas consumidos y solo atiendo el que el calor no me seque del todo. El tren tiene aire acondicionado y una comodidad destacable. He visitado el baño “Indian style” que es lo que nosotros llamamos una taza turca y ha resultado mas que decente a las Alturas de viaje que llevan estos vagones.

sábado, 13 de marzo de 2010

Rodalies















En las cercanías a un viaje a la Asia remota viene a mi pensamiento Paul Theroux. La lectura de "El viejo expreso de Patagonia" hizo que viajara junto a él en toda clase de trenes desde Boston hasta el último sur de la Argentina.

Los ferrocarriles de India también le han llevado entre bazares y estaciones bulliciosas como me llevará a mí: un viajero suficientemente viejo como para mirar sin ser importunado.