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martes, 5 de mayo de 2015

Caminando

Buena parte de mi equipo de viaje ya está guardado y no me va a ser necesario en esta travesía. Mi leal bicicleta cube, que rodó sin quejarse por la América austral se va a quedar colgada esta vez. Me voy a pie. Caminando.

Voy a hacer otro tramo de mi recorrido al perímetro de la Península Ibérica, Un proyecto que, de tan largo que es, bien merece que se recuerden las palabras de Atxaga: "A los 60 años te das cuenta de que hay proyectos que ya no podrás hacer" En mi caso seguramente no llegue a terminarlo pero.......es seguro que alguien lo hará por mí.

Recorrer el contorno de esta península en la que vivo empezó en julio de 2010. Me fui en tren hasta Port Bou, en Gerona, y tome el camino de ronda hacia el sur. No es más que otro sueño de niño, pero este es de esos que se llevan a cabo:

Península. Un sueño

En el mapa grande se pueden ver los tramos del proyecto y la época en que se llevaron a cabo. Mañana empiezo un tramo más pero es por completo diferente. Primero porque, al estar acompañado de Nuria en todas las travesías desde el invierno de 2010, es de nuevo una caminata en solitario. Segundo porque planeo superar los 15 días seguidos de ruta y esos son muchos días. Nunca había pasado de 8 de una vez. Y por último, la distancia a recorrer es grande: cerca d los 400 km. Por tanto, como en el sur de América, es posible que me falte determinación y tenga que renunciar si llega el caso..

Este es el mapa provisional:


Saliendo de Sanlucar de Barrameda, en la provincia de Cádiz, bordear Doñana y toda la costa de Huelva. Atravesar luego el Guadiana para entrar en Portugal y recorrer el Algarve por Faro, Albufeira y Portimao hasta Segres y el Cabo de San Vicente. Por último, si hay fuerzas para entonces, comenzar la ruta hacia el norte de la larga fachada atlántica de Portugal.

Llevo un equipo ligero de acampada, otro reducido de cocinar y muy poco más. Así he conseguido reducir el peso total de la mochila hasta los 8.100 gramos que, para mi talla, es bastante llevadero.

 La previsión del tiempo es buena con días soleados, temperaturas altas para la época y noches no demasiado frescas.

En fin, llevo en la cabeza nuevas cosas en que pensar en las largas horas de caminatas diarias: yoga, zen, meditación. La culpa es de mi última lectura: "Viaje por la India" de Gary Snyder

http://www.jotdown.es/store/#!/Viaje-por-la-India-La-generaci%C3%B3n-beat-descubre-Oriente-Libro-+-ebook/p/44830921

Ahí vamos

miércoles, 22 de enero de 2014

Bajando de nuevo al sur. Desde Tarifa

Este año 2013 ya habíamos estado en el sur durante el verano.

La idea inicial había sido entonces una larga travesía en bicicleta desde Ronda hasta Sanlúcar de Barrameda en unas 7 u 8 jornadas y algo más de 400 km.

La verdad es que Nuria, para no estar entrenada, abordó con determinación el primer tramo desde Ronda y resolvió muy bien las etapas. Así que al llegar a Tarifa podíamos darnos por satisfechos. Ya continuaríamos en otra ocasión.

Y no hemos tardado casi nada en volver.

El 26 de diciembre tomamos el tren en Madrid hasta Algeciras y, luego, un autobús hasta Tarifa. A las 3,30 de ese día ya estábamos en camino por la larga playa de los Lances.

Ahora si que estábamos de nuevo en uno más de los tramos del proyecto Península, para recorrer, con tiempo, todo su contorno.


No llegaríamos en ese día ni a los 17 kilómetros, pero habiendo salido tarde solo teníamos unas pocas horas de luz hasta alcanzar nuestro alojamiento en ninguna parte: Un cortijo a la vera de la N-340 en el sitio de Valdevaqueros.

La playa estaba llena de cometas, surfistas y extranjeros que miraban con ansias el final del día envueltos en una temperatura suave y en un anochecer apacible.

Apenas nos deteníamos. Justo un momento para consultar el mapa, ver la mejor forma de sortear los arroyos y de evitar el borde ruidoso y hostil de la carretera nacional.

Poco antes de la llegada al cortijo indagamos por un lugar para asegurar nuestra cena y los bares que aún no habían cerrado estaban a punto de hacerlo. No pintaba bien ese importante asunto.

Seguimos hasta encontrar un camping que, en horas bajas, aún mantenía un mínimo servicio de avituallamiento.


Llegamos al cortijo cuando ya no se podía ver su letrero. Resultó un lugar confortable que se parecía a un motel, utilizando como espaciosas habitaciones lo que en su tiempo fueron almacenes. En unos minutos ya estábamos, en plena noche, rumbo a nuestro puerto de cena, a poco más de dos kilómetros. Solos y muy bien tratados repusimos sobradamente nuestras fuerzas.