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lunes, 24 de marzo de 2014

Zahora a Chiclana

Zahora es un poblado que en invierno es casi inexistente. Un puñado de casas de verano, normalmente de una planta, repartidas ordenadamente a los lados de cuidados caminos de tierra.

Salimos bien temprano con intención de caminar al sur oeste y ganar cuanto antes la costa que habría de llevarnos a Conil de la Frontera pasando por El Palmar.

Era domingo y hacía una mañana fría y con viento. Aún así, los surfistas y sus cometas se adentraban en el atlántico.

El agua de los brazos del río Salado nos cerro el paso en nuestra travesía y solo pudimos acercarnos al puente observando la ruta que llevaban otros escasos caminantes a lo lejos.

Conil, blanca y animada, hizo todo por retenernos entre sus calles estrechas y sus cafés de gente animada por el sol y resguardada del viento, pero al poco salimos para no demorar la etapa, que era larga y no podríamos terminar por nuestros medios a causa de la distancia. La primera vez que se aborda ese tramo de costa no resulta fácil acercarse al Cabo Roche, oculto entre matorrrales y no es este un faro que sobresalga y se divise desde lejos.


Hay una tirada larga hasta Roche, un pueblo de vacaciones vacío y poco acogedor en esos días de diciembre. El día se hacía cada vez más frío y la tarde parecía que aceleraba su paso así que, sin detenernos, avanzamos hasta el inicio de Sancti Petri.


No había más remedio que esperar un autobús urbano que nos acercaría a Chiclana, que se encuentra en el interior a casi nueve kilómetros de la costa.


domingo, 26 de enero de 2014

Zahara de los Atunes a Zahora

El pueblo estaba tan vacío al despertar esa mañana como lo estaba a nuestra llegada, pero hay un sol brillante que compensa un aire de poniente algo frío y constante.

Esos iban a ser los últimos kilómetros en el borde norte del Estrecho. Si uno mira bien un mapa comprobará que a partir de Barbate la costa gaditana sigue en dirección nordeste y la africana dobla hacia el sur en el Cabo Espartel.


Pasado el puente del río Cachón hay por delante más de doce kilómetros de playa salvaje sin una solo construcción. El milagro es por efecto del campo de tiro naval de la Sierra del Retín. Todo es terreno militar.

Esta larga ensenada servía para la pesca de atún en almadraba, que aún en los años 50 y 60 se llevaba allí a cabo por la primavera, como puede verse en este antiguo documental.

La arena es firme y apenas nos hundimos al caminar. eso sí, embozados para sobrellevar el viento frío.

Al fin alcanzamos Barbate, tan populoso y tan blanco. Entretenidos entre la hospitalidad, el café bien caliente y los pescaitos tardamos en enfilar los acantilados. Un largo bosque de pinos nos esperaba.


 En Caños de Meca el bosque abandona el acantilado y la senda termina en un puñado de casas que en estos días de invierno permanecían cerradas. Entretuvimos nuestras ensaladas con una larga conversación con una familia gaditana, así que el sol ya estaba bajo cuando salimos rumbo al Cabo de Trafalgar.



El crepúsculo en el Cabo nos retrasó y Zahora no es más que un lugar de veraneo en el que se hizo difícil encontrar a nadie que nos orientara para encontrar nuestro pequeño hostal.