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lunes, 17 de marzo de 2025
viernes, 2 de noviembre de 2018
Bombay
Esta ha sido mi segunda visita a la ciudad, tan lejos ya de aquella primera llegada de 2010 en el tremendo calor de abril.
Entonces, en 2010, hacía tan solo dos o tres días que había llegado por primera vez a India, vía Delhi, y la inmersión en la ciudad suponía un gran desafío, ignorante como estaba de casi todo.
Esta vez he llegado doblemente veterano. Trotado por los dos meses de aquel viaje y y pos los 40 días que llevo ahora en India conociendo el sur desde Chennai hasta aquí.
Me he podido desenvolver con soltura por la ciudad, por sus calles y por tanta singularidad como tiene Bombay. La primera vez caminaba parapetado por mis prejuicios y la ignorancia de la ciudad, tan enorme, y también del país.
Bombay es verdaderamente una ciudad extraordinaria.
Estos tres días, que solo querían ser la prudente aproximación al vuelo largo que me espera para regresar a casa, se han convertido, con mérito, en una de las etapas de mi viaje.
Coincide además que uno de estos día, ayer, fue domingo y pude transitar por avenidas vacías como si en un truco publicitario hubieran borrado la agitación y el estruendo que genera la actividad incesante de esta urbe.....menos en domingo.
Bajé caminando hasta Colaba, callejeando y deteniéndome en los pequeños oficios que a diario quedan tapados por el ruido pero que siempre estan abiertos, como los barberos callejeros, los cuidadores de oídos o pequeños carritos de te. También los espacios silenciosos para el juego de cartas sobre el suelo, las siestas en los jardines o el paseo multitudinario a la Puerta de la India, en el puerto.

Verdaderamente, es esta una ciudad extraordinaria, vibrante, vivida por tanta gente singular.
jueves, 1 de noviembre de 2018
Viaje por el sur de India
Viajando tan a menudo, como he hecho en estos últimos años, se termina por acumular en la memoria demasiados nombres, emociones y sucesos. Apenas da tiempo para lanzarse recién terminado un viaje a los preparativos del siguiente y el itinerario, las fotos y demás registros quedan arrumbadas en la playa como restos dejados por el agua.
Así que solo ahora, casi año y medio después, he conseguido hacer el vídeo sobre mi segundo viaje a India por los estados del sur: Tamil Nadul, Kerala, Karnataka y Goa.
Este es el vídeo. PICAR aquí.
https://www.youtube.com/watch?v=fCB83VCL-kM
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miércoles, 31 de octubre de 2018
Trichy
Pocas veces una ciudad me ha espantado tanto a primera vista. Asi es como se percibe Trichy, fea y hostil. El caos del trafico crea una gran confusion y provoca un irrefrenable gesto de rechazo.
En estas emociones de baja clase se pasaron mis primeras horas en las que, por si fuera poco, tome la medida de mi error en la elección de mi alojamiento de dias atrás La homestay en conjunto y la habitacion eran indecorosas, horrendas y sucias. Incluso por debajo de mis aceptados bajos umbrales de viajero sencillo.
Que hacer con este debut? Paciencia.
Abri la mañana siguiente con los antidotos de un animo renovado y el drastico proposito de remontar las oscuras sombras del lugar. Me eche a andar con paso largo, que es como mejor se ventilan las ideas. Fui hasta el distante gran templo y al cobijo de su altos y cerrados muros encontré cumplido consuelo. Caminé mezclado entre la multitud silenciosa que llegaba de peregrinación y disfruté admirando los colores de las ropas y los gestos de quienes son habituales en el lugar.
De regreso a la ciudad me acerqué a unos ghats en el río que había visto de pasada por la mañana., con la fortuna de toparme con la hora del baño de la chavalería, orgullosa de mostrarme sus acrobacias y pedirme fotos de cada salto. En cuclillas, absorto, se me iba el tiempo junto con la corriente.
Aun quedó día para subir a lo alto de la roca junto al estamque y esperar allí el final de la jornada y a que la noche llegara a mis espaldas y con ella la animación de jóvenes y familias que suben animadas hasta allí.
Tan bueno resultó el día que, contra pronóstico, se durmió muy bien en aquella mala posada.
Este tobogán de emociones al llegar de nuevo a una ciudad india se repite a menudo. Puede decirse que es regla general.
Unas españolas que sentí hablar en nuestra lengua al descender del tren en Ernakulan expresaban muy bien el resumen de sus emociones en los pocos días que llevaban en India:
_Ya sabes, subidas y bajadas. Momentos de horror y otros de sorpresa y alegría.
En ocasiones no hay forma de remontar lo equivocado de un destino y no queda más que aceptar humildemente que no debiste dejar que otros testimonios te persuadieran de caerte por ahí. En otros destinos sucede lo contrario. El lugar se muestra tan atractivo desde el primer momento que solo hay que dejarse llevar para disfrutar sobradamente.
Con todo, India pide del viajero un eesfuerzo. También la determinación y el ánimo para sobreponerse a los aspectos más feos e incómodos del viaje y festejar la compensación de los lugares y momentos que llegan a ti directos para la alegría.
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miércoles, 17 de octubre de 2018
El hombre del te
Los buenos negocios en Mamallapuran (Tamil Nadul, India) se apoderan, si pueden, de las esquinas. Cuanto mas concurridas mejor. Estrategicos lugares de paso en los que ls gente gusta hacer sus paradas de descanso.
En una de ellas es donde mi hombre del te perfuma la calle desde su puesto de mando que mas bien parece un pulpito por su forma y posicion sobresalientes.
Lo mio ha sido el black tea. Solo la infusion con el aditamento de azucar, que le da un sabor que recuerda al te de Marruecos, sin menta claro. Su color es oscuro, parecido al de la miel.
Cada dia en Mamallapuram he hecho dos paradas en la esquina de mi sobrio hombre del te que me saludaba con reconocimiento pero sin sonreir jamas. Ocho deliciosos black teas No he alcanzado a gastar un euro a 10 rupias el vaso. (un euro vale entre 82 y 84 rupias)
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martes, 14 de agosto de 2018
Calor
Llevo semanas asfixiado por el calor.
He intentado todas las formulas para combatir los efectos de estas temperaturas centroamericanas sobre este "ciclista al sol" pero soy consciente de que es difícil hacerse a la idea.
Recuerdo el calor de Guyarat (India) en abril, o el de Jaisalmer. De como ese achicharre se hace invisible, naturalmente, en las fotos o en cualquier otra imagen, vistas siempre a la temperatura del observador y no a la que fueron tomadas.
A partir de ahí hago repaso de todos los calores que he pasado por si alguno pudiera perecerse, al menos para mi, a esta persecución a la que me somete el sol por estas tierras.
Jornadas calcinantes eran también aquellas de los años 60 del pasado siglo en las que atravesábamos la Península desde Algeciras a Asturias pegados casi desnudos a la tapicería plástica del coche de mis padres. Recuerdo mirar desde la ventanilla el Paseo de las Palmeras de Sevilla y pensar que todo estaba a punto de derretirse en las aguas del Guadalquivir.
También en Marruecos pasamos una jornada verdaderamente estrafalaria un día de julio en el que mi padre ideó un pic-nic en un raquítico bosque de eucalptos en el que el suelo ardía y el aire tórrido solo lo tomábamos por pura necesidad.
Recuerdo los modestos hoteles de India en donde era necesario dejar "enfriar" el agua de la ducha llenando un gran recipiente plástico para rebajar los 50 grados con los que el agua llegaba de las superficiales conducciones públicas hasta los 30 o 35 grados de la temperatura ambiente.
También viene a mi recuerdo una desquiciada ruta extremeña, en pleno agosto, en la que fuimos a dar al comienzo de la tarde a Valencia de Alcántara. En el pueblo cerrado a cal y canto hasta las llibélulas mantenían a duras penas su vuelo al amparo de las sombras de los arbustos.
Calor también en bicicleta. Calores previsibles en Sierra Morena, recorrida en el poco recomendable agosto y en donde quedó demostrada la eficacia de la parada técnica en las horas de máxima temperatura y que sigo practicando ahora en este viaje.
Una ciclista francesa, de nombre Filomene, me confesó en David, Panamá, que su horario de "trabajo" en los caminos comenzaba a las 4 a.m., a pesar de no haber amanecido aún, y que entre las 9 y las 3 de la tarde se refugiaba donde podía. Yo adelanto un par de horas la salida porque más me vale chamuscarme que no que un traailer me pase por encima.
Termino estas notas a un par de días de salir para Sri Lanka y luego India. Agosto. Hará calor? :-)
He intentado todas las formulas para combatir los efectos de estas temperaturas centroamericanas sobre este "ciclista al sol" pero soy consciente de que es difícil hacerse a la idea.
Recuerdo el calor de Guyarat (India) en abril, o el de Jaisalmer. De como ese achicharre se hace invisible, naturalmente, en las fotos o en cualquier otra imagen, vistas siempre a la temperatura del observador y no a la que fueron tomadas.
A partir de ahí hago repaso de todos los calores que he pasado por si alguno pudiera perecerse, al menos para mi, a esta persecución a la que me somete el sol por estas tierras.
Jornadas calcinantes eran también aquellas de los años 60 del pasado siglo en las que atravesábamos la Península desde Algeciras a Asturias pegados casi desnudos a la tapicería plástica del coche de mis padres. Recuerdo mirar desde la ventanilla el Paseo de las Palmeras de Sevilla y pensar que todo estaba a punto de derretirse en las aguas del Guadalquivir.
También en Marruecos pasamos una jornada verdaderamente estrafalaria un día de julio en el que mi padre ideó un pic-nic en un raquítico bosque de eucalptos en el que el suelo ardía y el aire tórrido solo lo tomábamos por pura necesidad.
Recuerdo los modestos hoteles de India en donde era necesario dejar "enfriar" el agua de la ducha llenando un gran recipiente plástico para rebajar los 50 grados con los que el agua llegaba de las superficiales conducciones públicas hasta los 30 o 35 grados de la temperatura ambiente.
Politana. Guyarat. India |
También viene a mi recuerdo una desquiciada ruta extremeña, en pleno agosto, en la que fuimos a dar al comienzo de la tarde a Valencia de Alcántara. En el pueblo cerrado a cal y canto hasta las llibélulas mantenían a duras penas su vuelo al amparo de las sombras de los arbustos.
Antiguo cementerio portugués. Damán. India |
Una ciclista francesa, de nombre Filomene, me confesó en David, Panamá, que su horario de "trabajo" en los caminos comenzaba a las 4 a.m., a pesar de no haber amanecido aún, y que entre las 9 y las 3 de la tarde se refugiaba donde podía. Yo adelanto un par de horas la salida porque más me vale chamuscarme que no que un traailer me pase por encima.
Termino estas notas a un par de días de salir para Sri Lanka y luego India. Agosto. Hará calor? :-)
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martes, 5 de mayo de 2015
Caminando

Voy a hacer otro tramo de mi recorrido al perímetro de la Península Ibérica, Un proyecto que, de tan largo que es, bien merece que se recuerden las palabras de Atxaga: "A los 60 años te das cuenta de que hay proyectos que ya no podrás hacer" En mi caso seguramente no llegue a terminarlo pero.......es seguro que alguien lo hará por mí.
Recorrer el contorno de esta península en la que vivo empezó en julio de 2010. Me fui en tren hasta Port Bou, en Gerona, y tome el camino de ronda hacia el sur. No es más que otro sueño de niño, pero este es de esos que se llevan a cabo:
Península. Un sueño
En el mapa grande se pueden ver los tramos del proyecto y la época en que se llevaron a cabo. Mañana empiezo un tramo más pero es por completo diferente. Primero porque, al estar acompañado de Nuria en todas las travesías desde el invierno de 2010, es de nuevo una caminata en solitario. Segundo porque planeo superar los 15 días seguidos de ruta y esos son muchos días. Nunca había pasado de 8 de una vez. Y por último, la distancia a recorrer es grande: cerca d los 400 km. Por tanto, como en el sur de América, es posible que me falte determinación y tenga que renunciar si llega el caso..
Este es el mapa provisional:
Llevo un equipo ligero de acampada, otro reducido de cocinar y muy poco más. Así he conseguido reducir el peso total de la mochila hasta los 8.100 gramos que, para mi talla, es bastante llevadero.
La previsión del tiempo es buena con días soleados, temperaturas altas para la época y noches no demasiado frescas.
En fin, llevo en la cabeza nuevas cosas en que pensar en las largas horas de caminatas diarias: yoga, zen, meditación. La culpa es de mi última lectura: "Viaje por la India" de Gary Snyder
http://www.jotdown.es/store/#!/Viaje-por-la-India-La-generaci%C3%B3n-beat-descubre-Oriente-Libro-+-ebook/p/44830921
Ahí vamos
domingo, 18 de noviembre de 2012
Superpuesto
El modo de
vida al que estamos habituados en España nos suscita muchas dudas de un tiempo
a esta parte. Es la incertidumbre sobre si será sostenible en el futuro. En especial,
sobre si habrá trabajo para que todos puedan desenvolver su vida como mejor les
parezca.
Por mi edad,
he asistido en este largo tiempo a la sustitución
de unas actividades laborales por otras, de unos trabajos extinguidos por otros
emergentes: la sustitución de braceros por máquinas recolectoras, panaderos de
horno en cada pueblo por gasolineros cociendo con urgencia panes perfectamente
congelados y así con infinidad de ocupaciones, sustituyendo al tiempo las
maneras de vivir...
En Asia me
llama poderosamente la atención, sobre este mismo asunto, el que,
aparentemente, la modernidad no sustituye
sino que se superpone sobre lo que ya
existía.
Las formas de vida aquí cambian también y es
seguro que unos trabajadores migran a las nuevas faenas en nuevos lugares, pero otras personas
permanecen en sus viejos oficios y, como sus formas de vida, se quedan en donde
estaban.
Es como si la
transición a la modernidad se hiciera en Asia por un plano inclinado, poco inclinado, dispuesto como un mecanismo de adaptación largo y ancho.
Por comparación, nuestro generalizado modo europeo de progreso parece una
escalera con todas las de la ley. Y a la postre, ni siquiera sabemos ahora si
sube o baja.
He observado
que la superposición es común en algunos de los países del mundo que más crecen
en la actualidad: Brasil. India y Tailandia.
Esta foto es
de Sihanoukville, en el sur de Camboya, y muestra como los perfiles de un
moderno puerto de contenedores ha cambiado el horizonte del pequeño poblado de
pescadores que está a pocos metros. Pero las barcas subsisten.
![]() |
Flota pesquera en Algeciras años 60 |
En los años
60 cada pequeño pueblo costero de Cádiz, tenía una numerosa flota pesquera de
todos los tamaños, alturas y bajuras. Lo mismo sucedía en todas las localidades
costeras de España. Por entonces se iniciaban las dos décadas brillantes de la
construcción naval en la Bahía y de toda su envoltura industrial.
Ya no hay
flota pesquera. Ha sido sustituida por una industria insuficiente y el
desempleo. Si acaso en algunos despachos se intenta apurar la compra de alguna
cuota más en caladeros más o menos remotos.
Caminando una mañana de
verano, llegado a Calpe, hacía dedo al borde de la carretera para
regresar hasta Moraira. Se paró una furgoneta y me subí. Acompañados por un intenso olor a pescado, e
l conductor y su padre
hacían el retorno a su pueblo, al oeste de Almería, después de haber viajado
toda la noche más de 400 kilómetros para traer pescado a vender en los pueblos de la costa de
Alicante.
De todas formas, yo soy muy optimista sobre nuestro porvenir y pienso, como asegura Punset, que cualquier tiempo pasado fue peor.
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lunes, 12 de noviembre de 2012
Calores
Cada vez que
el calor amenaza con desbordarme recuerdo a mi padre sofocado y con aire de
desesperación en Arbadua, la antigua frontera entre los protectorados español y
francés de Marruecos unos kilómetros al sur de Alcazarquivir.
![]() |
Apuntes localizados por Albertito en 2012 |
El caso es
que allí nos fuimos los 6, sobre el año 66 aproximadamente, en nuestro FordCónsul, con los enseres propios de una salida dominical: viandas ya cocinadas
por nuestra madre, la manta verde para el suelo, un termo, un par de cojines y
una pequeña nevera con bebidas.
Arbadua, poco
más que un perdido e inoperativo puesto fronterizo, a lo que más se parecía era a un desierto. No
había más arboles que pequeños grupos de eucaliptos sedientos, de copas
desmelenadas y tirando a calvas. Poca o ninguna sombra se obtenía de ellos
sobre aquella tierra reseca. Por si fuera poco, mi padre en su sofoco y
probable deshidratación, se ofuscó al armar el pequeño camping-gas que
llevábamos, desoyendo las instrucciones, y aquella pequeña bombona azul salió
dando tumbos mientras desparramaba su peligroso contenido.
Comimos pollo frío mientras todos nos asábamos en silencio en aquella tierra ardiente. Qué calor!!
Comimos pollo frío mientras todos nos asábamos en silencio en aquella tierra ardiente. Qué calor!!
El momento que he recordado me viene siempre a la cabeza cuando paso mucho calor. Y eso que, para tener la tranquilidad completa. en India llegué a comprobar experimentalmente que no se llega nunca a explosionar por mucho que nos pueda parecer un desenlace inminente. Jaisalmer, en Rajastan, es un lugar al que se puede sobrevivir todo un día, muy acalorado eso sí, después de disfrutar de unos persistentes 50 grados centigrados.
Ahora en
Tailandia de nuevo viene Arbadua a mi cabeza. Sonrío mientras mi cuerpo hace
amagos de rebeldía al comprobar que los 30 grados con más del 60% de humedad no
remiten nunca. Ni de día ni de noche.
Yo trato de
despistarme a mi mismo como se hace con los niños cuando, como mi sobrina
Laura, se les mete una idea en la cabeza que no hay forma de sacar. Mi mejor
recurso es comparar con lo que sería la temporada de calor de verdad aquí, a
partir de abril: 40 grados y 70% de humedad. Eso consuela.
Pero esta
historia tiene un buen final. Un epílogo de olor a tierra mojada y una
declarada tregua del cielo que hoy, al fin, ha descargado en Ban Phe una
tormenta breve pero intensa.
La temperatura ha bajado, el trasiego y el ruido
de las calles se ha detenido, todas las miradas han quedado colgadas, como si fueran pájaros inmóviles en los cables, de los toldos despidiendo al agua, el asfalto ha vuelto
al color negro original y mi cuerpo, al fin, se ha refrigerado.
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jueves, 22 de julio de 2010
Timos
Hay quien incluye en sus presupuestos de viaje una partida de dinero que sabe que irremediablemente va a perder, bien sea por engaños, por robos o por errores. Así lo hace el escritor Javier Reverte y relata en su libro “Los caminos perdidos de África” como nada más llegar a Etiopía tuvo que echar mano del monedero de los timos previsibles.
No había pensado nunca en atender un gasto como ese, pero si que he dedicado un rato a hacer memoria de los timos que he sufrido en mi viaje a India que han sido tres en sesenta días. Al menos de los que yo me he dado cuenta. No está mal.
El primero de ellos fue tempranero: en mi primer día de viaje, en Nueva Delhi. Caminando por los mercados que llenan los alrededores de Connaught Place recibí un aluvión de llamadas de multitud de limpiabotas que se ofrecían a limpiar mis zapatos mientras yo seguía absorto en mis propios pasos de vagabundeo sin prestarles atención alguna. Uno de ellos, más insistente que los otros, llamó mi atención al punto de aceptar sus servicios y su oferta de 15 rupias por una limpieza completa (unos 30 céntimos de euro). Tomó con determinación mis zapatos, sacó los cordones y de un vistazo diagnosticó el mal estado de las suelas. Se ofreció a repararlas y a pesar de que era evidente que el presupuesto de limpieza se iba a ver engordado le dejé hacer confiado en que no llegaría a mucho. Habilidoso con la cuchilla y el pegamento, tanto como para apoderarse del dinero de los viajeros, me pidió 270 rupias por los 10 minutos que dedicó a mis zapatos. Este es un precio muy común en las tiendas de zapatos por adquirir un par nuevo.
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jueves, 1 de julio de 2010
Caminantes
Supongamos un viaje en avión a un lugar lejano. Por ejemplo a India. Te pasas el vuelo mirando una pequeña pantalla que tienes a un palmo de tus ojos en el respaldo del asiento de delante. La figura de un avioncito, y su trazo sobre un mapa como si fuera su estela, te va informando de que sobrevuelas Rumanía rumbo al Mar Negro; más tarde, la línea roja roza el norte de Irán hasta adentrarse en el dibujo azulado de Afganistán, mientras no dejas de pensar en las refriegas que se suceden a treinta mil pies más abajo. Al llegar a Paquistán la escala del mapa se amplia para aproximarse al destino. La verdad es que viajando así hay poca diferencia con pasar el dedo por la superficie de un globo terráqueo con luz de los que iluminan el atardecer de las habitaciones de los críos. Un largo recorrido para un corto viaje.
Por el contrario, si te echas a caminar cualquier día de buena mañana sin tomar exacta cuenta de las distancias, si das cobijo en tu mochila a lo imprescindible y no pierdes ligereza para subir y bajar senderos y si, en fin, caminas constante dejando que sean tus sentidos quienes vayan abriendo la marcha, entonces sí que haces un largo viaje aunque el mapa diga que el recorrido es corto.
Con días así es como se va haciendo un caminante.
El sábado salimos a pié de Palamós, en la zona más abrupta de la Costa Brava gerundense, rumbo a Bagur que está a unos 25 kilómetros al norte. En nuestro equipaje tan solo una tienda ligera, nuestros sacos, un refrigerio y agua.
Ocho horas después, las mismas que hay en avión de Zúrich a Delhi, montamos nuestra tienda en un rincón de arena entre las rocas en un borde de la rada de Tamariu, a casi veinte kilómetros de la partida. Antes de dormirme repasé el camino recorrido, guardé en orden los olores, me aseguré de que quedaban en su sitio las imágenes y, en ese último momento del día, me acordé de mi amigo Juan González.
Juan me enseñó a diferenciar las cañadas de los cordeles y las veredas como haría cualquier pastor de la trashumancia. Me nombró las muchas palabras con las que se da nombre a los caminos de tránsito ganadero, como traviesas, azagadores, galianas, carredadas, ramales y algunas otras.
Con días así es como se va haciendo un caminante.
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miércoles, 9 de junio de 2010
Oculto
Después de sesenta y un días ya estamos de regreso en Barcelona desde el lunes día 7.
Todo aquí, en España, sigue marchando a un ritmo muy rápido y se hace tan dificil la adaptación volviendo de India como fácil se convierte la convivencia con un clima tan benigno como el nuestro.
En un viaje tan largo hay cientos de contactos con las personas del país en los que te ves obligado a pensar en que hay detrás de sus gestos, de sus intenciones expresas para contigo o de que modo discurren sus vidas bien preservadas de tu mirada.
Con el caudal de emociones que te traes contigo sucede un poco lo mismo. Ahora puedo sentir con claridad como me habitan en la penumbra muchas huellas de lo vivido como oculto es ese rostro de la fotografía que solo dejó grabada una fugaz silueta en el archivo de la máquina.
Si te quedas contemplando la imagen de esta mujer durante unos instantes puedes ver como pasa y sigue su camino por las resecas calles del pueblecito de Loday en Gujarat. India.
Todo aquí, en España, sigue marchando a un ritmo muy rápido y se hace tan dificil la adaptación volviendo de India como fácil se convierte la convivencia con un clima tan benigno como el nuestro.
En un viaje tan largo hay cientos de contactos con las personas del país en los que te ves obligado a pensar en que hay detrás de sus gestos, de sus intenciones expresas para contigo o de que modo discurren sus vidas bien preservadas de tu mirada.
Con el caudal de emociones que te traes contigo sucede un poco lo mismo. Ahora puedo sentir con claridad como me habitan en la penumbra muchas huellas de lo vivido como oculto es ese rostro de la fotografía que solo dejó grabada una fugaz silueta en el archivo de la máquina.
Si te quedas contemplando la imagen de esta mujer durante unos instantes puedes ver como pasa y sigue su camino por las resecas calles del pueblecito de Loday en Gujarat. India.
miércoles, 26 de mayo de 2010
Cuentas
Me gusta hacer cuentas cuando conduzco, especialmente si estoy solo. Es un pasatiempos que, sin duda, prefiero a la radio porque me distrae y me concentra a un tiempo. Me refiero a conducir en coche. En moto no se me ocurre hacer tal cosa.
Es probable que esta costumbre la haya importado de mi padre que, por distraernos mientras conducía, te hacia preguntas, casi todas ellas embarazosas. Preguntas del tipo: Como se llama esta comarca que atravesamos luego de dejar la tierra del vino atrás? o Por que crees tu que este puerto se llama Cañaveral? El caso es que te tenia la cabeza ocupada bien buscando la respuesta si la sabias o bien escuchando las abundantes y precisas explicaciones que seguían a mi prolongado y confeso silencio.
Así que hago cuentas.
Cuentas de cuantos olivos puede haber por cada kilómetro subiendo desde Ubeda a Linares o sobre cuantos camiones llegare a adelantar entre Lérida y Cervera.
En medio de la confusión que se genera en las ciudades en India en la ultima hora de sol del día, entre las 6 y las 7, he tomado la costumbre de sentarme en cualquier parte que me permita contemplar el gentío y en como cada uno remata su jornada yendo de un lugar para otro, transportando los mas variados enseres o ultimando sus compras. Y contemplando allí quieto a la gente, como si fuera el acompañante silencioso del conductor invisible de la tarde, hago cuentas.
Echo números de cuantas personas han podido compartir unos instantes del día conmigo, cuantas pasan delante de mis narices cada minuto y cuantas a lo largo de todos estos días.
Es posible que entre las multitudes haya visto desde principios de abril tantas personas en India como en mi propio país en el transcurso de las décadas que lleva cobijandome.
El encuentro, por muy breve y ligero que sea, con decenas de miles de seres humanos conmociona.
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sábado, 22 de mayo de 2010
Cuba
En este viaje me viene con frecuencia a la cabeza el recuerdo de Cuba.
Viaje en bicicleta, junto a Ingrid, por aquel país durante todo el mes de diciembre de 2006 y recorrí, poco mas o menos, mil kilometros desde Holguin hasta Cienfuegos, pasando por Baracoa, Guantanamo, Santiago y Trinidad.
Tantos campos baldios a los lados de las carreteras, vistos con la lentitud de los 12 o 14 kilómetros por hora de nuestra cansina marcha bajo el sol, dan para horas de consternación de que tanto potencial agrícola permanezca yermo. Se que el aprovisionamiento de alimentos es muy costoso en Cuba y los ciclistas como nosotros sobreviven gracias a la institucion de las "casas particulares", en donde encuentras cama y comida en abundancia. Fuera de ese oasis te ves en los mismos aprietos que los propios cubanos.
Recuerdo todo esto porque desde las ventanillas de los trenes en India, o desde sus atestados autobuses, no hago otra cosa que ver campos cuidadosamente atendidos. Labrados con primor una y otra vez hasta dejar ese rayado fino como el de nuestros dedos de niños en los montones de arena de las obras.
Es difícil imaginar un terreno mas seco y una temperatura inclemente tan alta como en Gujarat, que bien podría estar al filo de ser un desierto y, sin embargo, el verde se abre paso por doquier. Estan a la vista todos los ingenios para obtener, transportar y repartir el agua por las por las plantaciones y un obstinado tesón por sacar su fruto a cualquier parcela; como aquella que araba un hombre camino de Simbor aprovechando los espacios entre los arboles de mango y asi obtener una nada desdeñable porción de forraje para sus bueyes.
He intentado buscar explicaciones de lo visto en la red para ilustrar en esta nota la revolucion verde de India pero me he encontrado de bruces con tratados agrícolas muy sesudos y no es eso. Pero no hay mas que mirar para ver el éxito de esta agricultura, la abundancia de comida que se ve por todas partes con lo que come una multitud semejante.....
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Viaje en bicicleta, junto a Ingrid, por aquel país durante todo el mes de diciembre de 2006 y recorrí, poco mas o menos, mil kilometros desde Holguin hasta Cienfuegos, pasando por Baracoa, Guantanamo, Santiago y Trinidad.
Tantos campos baldios a los lados de las carreteras, vistos con la lentitud de los 12 o 14 kilómetros por hora de nuestra cansina marcha bajo el sol, dan para horas de consternación de que tanto potencial agrícola permanezca yermo. Se que el aprovisionamiento de alimentos es muy costoso en Cuba y los ciclistas como nosotros sobreviven gracias a la institucion de las "casas particulares", en donde encuentras cama y comida en abundancia. Fuera de ese oasis te ves en los mismos aprietos que los propios cubanos.
Recuerdo todo esto porque desde las ventanillas de los trenes en India, o desde sus atestados autobuses, no hago otra cosa que ver campos cuidadosamente atendidos. Labrados con primor una y otra vez hasta dejar ese rayado fino como el de nuestros dedos de niños en los montones de arena de las obras.
Es difícil imaginar un terreno mas seco y una temperatura inclemente tan alta como en Gujarat, que bien podría estar al filo de ser un desierto y, sin embargo, el verde se abre paso por doquier. Estan a la vista todos los ingenios para obtener, transportar y repartir el agua por las por las plantaciones y un obstinado tesón por sacar su fruto a cualquier parcela; como aquella que araba un hombre camino de Simbor aprovechando los espacios entre los arboles de mango y asi obtener una nada desdeñable porción de forraje para sus bueyes.
He intentado buscar explicaciones de lo visto en la red para ilustrar en esta nota la revolucion verde de India pero me he encontrado de bruces con tratados agrícolas muy sesudos y no es eso. Pero no hay mas que mirar para ver el éxito de esta agricultura, la abundancia de comida que se ve por todas partes con lo que come una multitud semejante.....
Hay tres cosas que eche especialmente en falta en Cuba: agricultura. comercio y transporte. Las tres casi inexistentes.
Justamente las tres cosas que llenan de actividad los campos y las calles en India y concitan los denodados esfuerzos de sus habitantes.
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Cambios
Mi viaje por India termina hoy sus tres cuartas partes de recorrido en el tiempo. Todo lo que viene a continuación son cambios.
Sucede por un viento que llega del oeste, que tiene nombre propio y se llama Nuria. Su avión aterriza en Indira Gandhi Aeroport al filo de la medianoche de este sábado procedente de Barcelona, vía Zurich.
No cabe imaginar un abandono de las soledades de mi viaje mas abrupto y, al tiempo, mas delicioso. Emocionante.
Cambios porque Nuria llega de vacaciones y eso le da a los días el valor de lo escaso y también de lo merecido.
Cambios porque compartir los días venideros se asemeja a los empastados esfuerzos de una orquesta, en la que además es evidente que no soy el director :-), frente a la simple melodía del solista.
Cambios en fin, porque ahora habrá mapas. Planos bien delimitados por Nuria para un recorrido por las ciudades históricas de Rajastan. Planos, también, que quisiera yo ir dibujando para que los días de Nuria en India sean días felices.
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Sucede por un viento que llega del oeste, que tiene nombre propio y se llama Nuria. Su avión aterriza en Indira Gandhi Aeroport al filo de la medianoche de este sábado procedente de Barcelona, vía Zurich.
No cabe imaginar un abandono de las soledades de mi viaje mas abrupto y, al tiempo, mas delicioso. Emocionante.
Cambios porque Nuria llega de vacaciones y eso le da a los días el valor de lo escaso y también de lo merecido.
Cambios porque compartir los días venideros se asemeja a los empastados esfuerzos de una orquesta, en la que además es evidente que no soy el director :-), frente a la simple melodía del solista.
Cambios en fin, porque ahora habrá mapas. Planos bien delimitados por Nuria para un recorrido por las ciudades históricas de Rajastan. Planos, también, que quisiera yo ir dibujando para que los días de Nuria en India sean días felices.
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viernes, 21 de mayo de 2010
Agua
En indi y en gujarati la palabra "agua" no se si será la misma pero suena igual: pani.
Pani, Pani!!!! Como se escribe? पानी en hindi y en gujarati podremos saberlo cuando el google traslate lo incorpore como opcion.
Pues bien, aparte de las lenguas de India, Pani es la primera palabra que aprendi en India y la que mas me ha rodeado desde que llegué.
He observado las historias en torno al agua como quien contempla absorto un canal al descubierto en las pendientes laderas del Poqueira, en las Alpujarras granadinas.
Como en las estaciones de ferrocarril en las que no faltan los pilones de múltiples grifos que dispensan agua fría a los viajeros y el mejor de los regalos a los mendigos.
Agua que te ofrecen en todas partes para darte la bienvenida y quitarte la sed y que, fastidiosamente, nunca puedes aceptar para no sorprender en exceso a tu frágil intestino.
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Pani, Pani!!!! Como se escribe? पानी en hindi y en gujarati podremos saberlo cuando el google traslate lo incorpore como opcion.
Pues bien, aparte de las lenguas de India, Pani es la primera palabra que aprendi en India y la que mas me ha rodeado desde que llegué.
He observado las historias en torno al agua como quien contempla absorto un canal al descubierto en las pendientes laderas del Poqueira, en las Alpujarras granadinas.
En este país de calor inmisericorde y de permanente candidatura a la sequía el agua esta por todas partes. Y esta de India no es un agua insípida, perfectamente canalizada y mínima. No, aquí el agua esta a la vista y es una fuente permanente de experiencias.
Como en las estaciones de ferrocarril en las que no faltan los pilones de múltiples grifos que dispensan agua fría a los viajeros y el mejor de los regalos a los mendigos.
Como en los pozos que agujerean estas tierras en todas partes y que bombeadas y repartidas sobre el terreno hacen el paisaje de un color verde alimentario.
Las tinajas de barro dispuestas por la ciudad en lugares estrategicos, acompañadas de sus vasos metálicos, observadores silentes al ir y venir de los viandantes.
Agua en cantaros apilables sobre las cabezas de las mujeres y de las niñas, que la acarrean sin derramar gota una y otra vez hasta el interior de las casas.
Agua de reunión y charla cuando a las siete de la mañana las mujeres se reunen para hacer la aguada junto al surtidor de agua de boca.
Agua que te ofrecen en todas partes para darte la bienvenida y quitarte la sed y que, fastidiosamente, nunca puedes aceptar para no sorprender en exceso a tu frágil intestino.
Agua en grandes cubos en los baños de los hoteles para atender la costumbre india de lavarse con parsimonia y por partes y que yo disfruto vertiéndola de golpe sobre mi cabeza y dejándome llevar de inmediato a la primera infancia.
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domingo, 16 de mayo de 2010
Kurta
He traído conmigo, para este largo viaje, un exiguo equipo de vestuario: Un pantalón, y tres camisetas, incluyendo lo puesto y el repuesto. Como quiera que esta misma impedimenta ya me acompañó a Salvador de Bahia ha empezado a caerse a pedazos a la mitad de este otro periplo.
Me veo, por tanto, en la urgente y decorosa necesidad de reponer algo de mi vestuario sobre la marcha. Lo primero que he hecho ha sido elegir el estilo de ropa que aquí se diferencia mucho entre el moderno, vaqueros y camisas estampadas de manga larga o camisetas, y el tradicional que con variaciones esta formado por pantalones blancos y camisas blancas sin cuello que bajan hasta la cintura o hasta las rodillas. Tambien esta el dhoti, como el que llevaba Gandhi, pero quizas me pasara un poco.
Esta claro, desde el principio me he inclinado por lo tradicional: el kurta.

Este atuendo de dos piezas es muy amplio y apenas tiene costuras. Puede ser de tela sintética o de algodón y puede ser blanco o blanco azulado. He elegido de algodón y blanco azulado. El kurta, además, es muy económico y sale por entre 200 y 500 rupias ( de 2 a 9 euros).
Con este estudio, como se puede ver al detalle, me puse a indagar como hacerme con uno para mi y enseguida me encontré con el gesto pesaroso de los diligentes comerciantes a causa de mi estatura. Las tallas mas grandes no pasaban de la 42 y, a su entender y después de sopesarme con su mirada, lo mio debía ser una 46, incluso una 48.
Así, con tan poco porvenir pero bien pertrechado de paciencia he ido tienda por tienda e incluso he aceptado probarme piezas que saltaba a la vista que no me entraban pero que, a cambio, nos hacían reír a todos mucho.
En el postrer intento, a las 6 de la tarde del día anterior a mi madrugadora partida de Diu, un vendedor me ofreció la solución luminosa de confeccionar un kurta a mi medida. A pesar de que le dije que mi autobús partía a las 7 de la mañana para Veraval hizo un contacto telefónico con su sastre que, en tres minutos, aparecía por la puerta tan sonriente y armado con un metro de los de caja de costura. Mi conseguidor extendió varias piezas de tela sobre la mesa mientras el sastre tomaba medidas, no mas de tres la verdad, y pedía decisiones sobre algunos aspectos importantes de “mi kurta’. Bolsillos? Longitud? Botones ?
En unos minutos se hicieron las cuentas de la tela necesaria, se corto la pieza elegida y discutieron sobre el coste de la mano de obra para conseguirme una rebaja a pesar de las urgencias. Precio convenido: 300 rupias por la tela y 225 por hacerlo. Quede citado en la propia tienda una hora y media mas tarde...............
Ahora, cuando escribo estas notas sentado en la estación de Varaval esperando el tren a Junagadh, pongo mi atención en que el kurta que hay en lo alto de mi mochila no se arrugue mas que lo imprescindible.
Sonrío, también, al pensar que mi hermano Alberto aun no sabe que, terminado este viaje, el kurta le servirá de pijama para desayunar con sus hijos los domingos por la mañana.
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Me veo, por tanto, en la urgente y decorosa necesidad de reponer algo de mi vestuario sobre la marcha. Lo primero que he hecho ha sido elegir el estilo de ropa que aquí se diferencia mucho entre el moderno, vaqueros y camisas estampadas de manga larga o camisetas, y el tradicional que con variaciones esta formado por pantalones blancos y camisas blancas sin cuello que bajan hasta la cintura o hasta las rodillas. Tambien esta el dhoti, como el que llevaba Gandhi, pero quizas me pasara un poco.
Esta claro, desde el principio me he inclinado por lo tradicional: el kurta.
Este atuendo de dos piezas es muy amplio y apenas tiene costuras. Puede ser de tela sintética o de algodón y puede ser blanco o blanco azulado. He elegido de algodón y blanco azulado. El kurta, además, es muy económico y sale por entre 200 y 500 rupias ( de 2 a 9 euros).
Con este estudio, como se puede ver al detalle, me puse a indagar como hacerme con uno para mi y enseguida me encontré con el gesto pesaroso de los diligentes comerciantes a causa de mi estatura. Las tallas mas grandes no pasaban de la 42 y, a su entender y después de sopesarme con su mirada, lo mio debía ser una 46, incluso una 48.
Así, con tan poco porvenir pero bien pertrechado de paciencia he ido tienda por tienda e incluso he aceptado probarme piezas que saltaba a la vista que no me entraban pero que, a cambio, nos hacían reír a todos mucho.
En el postrer intento, a las 6 de la tarde del día anterior a mi madrugadora partida de Diu, un vendedor me ofreció la solución luminosa de confeccionar un kurta a mi medida. A pesar de que le dije que mi autobús partía a las 7 de la mañana para Veraval hizo un contacto telefónico con su sastre que, en tres minutos, aparecía por la puerta tan sonriente y armado con un metro de los de caja de costura. Mi conseguidor extendió varias piezas de tela sobre la mesa mientras el sastre tomaba medidas, no mas de tres la verdad, y pedía decisiones sobre algunos aspectos importantes de “mi kurta’. Bolsillos? Longitud? Botones ?
En unos minutos se hicieron las cuentas de la tela necesaria, se corto la pieza elegida y discutieron sobre el coste de la mano de obra para conseguirme una rebaja a pesar de las urgencias. Precio convenido: 300 rupias por la tela y 225 por hacerlo. Quede citado en la propia tienda una hora y media mas tarde...............
Ahora, cuando escribo estas notas sentado en la estación de Varaval esperando el tren a Junagadh, pongo mi atención en que el kurta que hay en lo alto de mi mochila no se arrugue mas que lo imprescindible.
Sonrío, también, al pensar que mi hermano Alberto aun no sabe que, terminado este viaje, el kurta le servirá de pijama para desayunar con sus hijos los domingos por la mañana.
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