Mostrando entradas con la etiqueta Marraquech. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Marraquech. Mostrar todas las entradas

martes, 17 de diciembre de 2013

Fin del viaje a Marruecos

Aoulouz a Marraquech

     Estamos en Aoulouz, a orilla del río Sous, a casi 200 kilómetros de Marraquech y sabemos que nuestro autobús va a invertir en el trayecto 5 horas o más, pero nada es un problema si no tienes prisa y nuestros aviones no salen hasta mañana. 


Nada más hay que hacer que disfrutar del viaje. Nuestras bicis tienen su sitio sobre el techo del autobús. Un excelente lugar estando bien atadas y protegidas con nuestros cartones.

Los asientos que he cubierto con las dos mochilas mientras ayudábamos a subir las bicis al techo han sido ocupados por dos tipos que no parecen entender ninguna lengua. Sé cómo hacer una buena indignación en voz alta: La mirada un punto horrorizada, la voz elevada sin exageración, gestos no violentos con las manos pero insistentes y lastimeros. Hago la actuación en un francés horrendo y la alargo algunos minutos. 

Todo el mundo sabe que solo con eso no se arregla nada. Mi hermano mira en silencio por ver cuál será el asalto definitivo. Pues bien, basta con repetir el mensaje y mostrar que podemos seguir así durante horas. Esa amenaza de persistencia horroriza por la cercanía con la chaladura. No falla. Todos empiezan a impacientarse y vuelven sus miradas a los responsables del bus y a los usurpadores, haciéndoles ver con sus gestos que los extranjeros no se van a rendir; sobre todo ese tipo alto que habla tan mal el francés.

Recuperamos nuestro sitio con naturalidad pero humildemente y, lo que es mejor, el completo respeto del pasaje. Al poco tiempo saco dulces y convido a los vecinos. Este es el mejor final posible para esta pequeña guerra de reconquista.

El autobús camina a ratos sin ninguna prisa. Sobre nuestras rodadas borradas de la calzada sube este autobús lento y fiable. Exactamente por los mismos sitios, casi tan despacio como en nuestras etapas de ida.

Solo pensamos en comer y en mirar lo que hayamos podido pasar por alto en la subida. Pero allí, cómodamente sentados, con buena temperatura, sin esfuerzo, nos faltan las bicis que viajan al sol encima de nuestras cabezas.

Se acerca el final de nuestro viaje y la noche que nos espera en Marraquech será la vigilia de nuestros vuelos de mañana a Madrid y a Barcelona.

Por la mañana devolvemos las bicis y acompaño a mi hermano hasta el aeropuerto. Yo tengo aún algunas horas para preparar mi bicicleta para el viaje.








viernes, 13 de diciembre de 2013

Marraquech. Nuestro punto de partida

Son muchas las veces que he estado en esta ciudad y todas fueron en los días cercanos al final del año. Los mejores, sin duda, los dos que coincidieron con el ramadán y que me han dado fondo de armario para contar multitud de veces las anécdotas propias de la ruptura del ayuno en un lugar ciudad excepcional como es esta.


Es muy diferente llegar como hoy por primera vez con temperatura primaveral y en la cercanía de los días largos, esos en los que el sol amenaza con martirizar a la gente de esta ciudad grande, chata y roja.

Llegué con tiempo desde Esaouira para esperar a mi hermano. Mi día de ventaja sirvió para gestionar los pequeños asuntos que me dejaran rodar después sin preocupaciones: reparé el juego que hacía el rodamiento de la potencia de mi bici, encontré cajas de cartón con las que hacer mi embalaje aéreo de vuelta, organicé el alojamiento para nuestro regreso y algunas otras gestiones menores.

El día de la legada de Alberto aún tuve tiempo de estudiar con cuidado la salida de la ciudad y acercarme con antelación a la tienda que suministraba la bici de mi hermano y revisar que su talla y su portaequipajes estuvieran a punto.



Al fin, a mediodía, apareció mi hermano procedente de un vuelo desde Madrid y listo para cambiarse y ponernos sin demora en ruta. Mi hermano es feliz cada vez que pisa este país. Lo huele, lo mira,  saborea cualquier cosa que se lleva a la boca, cierra los ojos, suspira hondo y ya está: ¡¡Estoy en Marruecos!! 

Etapa 3: Marraquech a Tahanoute

Rodamos con una primera hora de calor llevadero muy cerca del mediodía. Mi hermano va haciéndose a la vez al sillín, a la bici, al cambio, al tráfico, a la orientación y al calor. No está mal el reto cuando seguro que estuvo hasta última hora de la tarde de ayer trabajando en su oficina.

Vamos suave vigilando el tráfico, rodeados de grandes fincas, de olivos y de huertos. El terreno es llano y se aproxima lentamente a la cordillera que se ve imponente al frente, aunque lejana aún.


Los 34 kilómetros se hacen en un rato. Después de una leve exploración terminamos haciendo preguntas en la farmacia. Sucede que en estos lugares siempre hay gente instruida que habla francés y conoce alojamientos y otras modernidades.


La negociación no llega a un éxito completo y se reduce a una estupenda habitación, que no es poco. A cambio el lugar es perfecto: la calma entre los olivos. Cenamos en el pueblo y nos aprovisionamos de material para un desayuno autónomo: zumos, quesitos y pastelillos.

Datos:                 Distancia       Tiempo rodando        Velocidad media        Tiempo etapa

Etapa 3
34 Km.
2:08 horas
16,0 km/h
2:45 horas
Acumulado*
160 Km.


11:25 horas



viernes, 5 de julio de 2013

Cordillera del Atlas. Travesía en bicicleta. Junio de 2013

A

Este es el vídeo de la travesía del Atlas que hice con mi hermano Alberto desde Marraquech y superando el puerto de Tizi-n-Test entre los días 6 y 11 de junio de 2013 

domingo, 2 de junio de 2013

Driouch a Guercif


Hoy, viernes, es la octava y ultima etapa de mi periplo por el Rif.


 He hecho bien en tomar descanso ayer porque hoy me esperaba la mas larga de las jornadas. No solo son 110 kilómetros por delante. Sino que los últimos 50 no admiten desfallecimientos ni paradas porgue se trata de un desierto inhabitado.

En Ain Zohra con mi madre. 1955
Y como es que me he metido en este paraje perdido? La razón se llama Ain Zohra. Esta es una aldea en altitud a la que mis padres acudían en verano para hacer mas llevaderos los sofocos del calor en la llanura del Kert.

He alcanzado la aldea antes del mediodía y tras almorzar una montana de huevos duros con aceite he buscado, entre las ruinas del viejo cuartel español, alguna casa que se pareciera a la de esta foto que se conserva en casa de mi madre y que, probablemente, recoja la que fue en este remoto lugar mi primera gran vacación veraniega.

Si esta la casa no es posible reconocerla. A cambio de un encuentro frio con las piedras he tenido la hospitalidad de las gentes que habitan las ultimas moradas en pie.  Acepte entrar en la casa y someterme a mil y una preguntas mientras se hacia lentamente el te y la torta.


La ventaja de salir poco después de las siete quedo diluida en aquella curiosa compañía y a la una, lleno de animo, enfilaba el puerto de la jornada para abandonar el Rif. Quedaban 60 kilómetros por delante.

Un puerto seco; desolado y al tiempo tan hermoso que hubiera dejado allí lágrimas si no fuera que llevan sal y la necesitaba. Me detuve rodeado de piedras y cabras batiendo las laderas en busca del pastor. Nos saludamos y seguí mi camino conmovido

Luego todo fue pedaleo incesante y desierto. Agotador.



A las 17,30, once horas después de mi partida de Driouch, llegaba a Guercif, el final de mi etapa rifeña de 620 kilómetros.

Tengo una cita con mi hermano en Marraquech, el 6 de junio, para rodar juntos por el Atlas algunos días. Para ir hasta allí tenia varias opciones y he desechado, creo que con buen sentido, descender de Guercif a través del valle que conduce a Missour, en las laderas del Atlas Medio. Muy largo, empinado y sin ciudades para pernoctar.

A cambio, he decidido descender hasta Casablanca en tren, luego en bus hasta la costa y recorrer el camino de Safi a Esaouira.