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sábado, 16 de noviembre de 2019

Queja melancólica

Llueve en San Telmo. No mucho pero suficiente como para abandonar mi intención de rodar en bicicleta por las calles.

He buscado el mejor refugio para un día como este de calles brillantes y peatones de caminar apresurado: una biblioteca.

La antigua Biblioteca Nacional de la calle México quedó desafectada hace tiempo y hoy su edifício histórico, oscuro y casi abandonado, da mal cobijo a alguna actividad menor y esporádica como el entrecortado ensayo de un pianista en esta mañana.

Cerca he encontrado una librería en la que sirven café y, además de los libros, hay mesas, útiles de escritura y una suave música de fondo con la que acompañar estás líneas.

Reflexionaba sobre la queja melancólica y la impresión de que esa tristeza o abatimiento está casi siempre en los pensamientos de los argentinos sobre el país y su devenir.

Verdaderamente se sienten implicados en como le va a la Argentina. Protagonistas. Como si cada uno fuera un responsable más de los acontecimientos. En Europa pensamos que el presente está por entero en manos de los políticos mientras, nosotros, hacemos nuestra vida ajenos a los avatares públicos.

sábado, 5 de octubre de 2019

Santiago



Santiago es una ciudad a la que pretendía dar de lado. Llegar y salir raudo a mi objetivo ciclista: San Pedro de Atacama, a 1.600 km rumbo al norte.

Pero esta vez la precisión de mis planes, cuidadosamente dispuestos muchas semanas atrás, ha quedado sepultada bajo la peor imagen posible: una cinta de equipajes de la no salió nunca mi bicicleta en su vistoso embalaje de cartón.

Nunca me pasó antes pero me convertí en el hombre que espera su Delayed. Y no una bolsa con ropas, no, se trata de mi vehículo y todo su equipo, incluido atuendo, herramientas, saco de dormir y parte de mi tienda.

La circunstancia era fácil de aceptar, como siempre sucede con lo irremediable. Y fue así como volví mis ojos y los pasos a esta capital austral y remota que por unos días me acoge en la paciente espera.




Es singular la forma en la que una ciudad grande y desconocida va trepando por tus piernas de transeúnte distraído  hasta encaramarse en tu cabeza y hacerte aprender nombres como Cisternas, Cal y Canto, Costanera y todo un caudal de aprendizajes como si tuvieras 3 años y vivieras las primeras horas de adaptación al colegio, como mi nieto Carlos en estos días.



Al ir conociendo Santiago, en mi creciente desenvoltura, van apareciendo los pasos mas firmes, el gesto confiado,  incluso el saludo de quiénes ya han cruzado alguna vez sus miradas con la tuya y te reconocen.



Mi encuentro definitivo, intimo, con la ciudad terminó de fraguarse ayer en mi visita a la Biblioteca Nacional, con el trato de los bibliotecarios casi siempre hermanos de un lector como yo y, finalmente, sumergiéndose en la sala Gabriela Mistral en un libro que quedó inconcluso hace 5 años en Cohiaique,  en mi anterior viaje s Chile, con sus páginas esperando mi vuelta y mi fidelidad en proseguir su lectura.(el libro es "Bajo la marca de la ira")

Mañana recogeré mi bici que viene al fin desde Toronto a nuestro encuentro. Retomaré al punto mis planes norteños y llevaré en algún lugar de mi memoria los olores, las miradas, y las esquinas de Santiago y todas esas palabras nuevas que aprendí: la Alameda, Santa Lucía, La Moneda, Los Héroes, San Antonio ..........






jueves, 14 de mayo de 2015

Averia

Ayer me vi compartiendo experiencias con un médico cubano en una Clínica de Ayamonte.

Fui allí porque la inflamación de uno de mis pies no tenía buena pinta al levantarme en Vila Real y porque en esta pequeña ciudad fronteriza tienen tasa moderadora, es decir, más de 60 euros por echarme un vistazo. Resolví atravesar de vuelta el Guadiana.

El médico que me atendió puso muy buen oficio, aprendido como médico de familia en un pueblecito de Matanzas, y yo compartí con él abiertamente las motivaciones para caminar y otras reflexiones positivas y andanzas varias. Entre ellas mi largo viaje en bicicleta por aquella isla del Caribe.

El caso es que me he retirado a la Pousada da Juventude de Tavira a hacer un par de días de reposo, para un tendón inflamado, e intentar luego seguir mi caminata que se ha visto ya tan disminuida.

Así que he transitado de uno a otro de mis territorios favoritos:

Las andanzas manhaneras por entre mar y tierra en las marisma:


A la quietud, también silenciosa, de una biblioteca pública en la que ya me he hecho fuerte:


Con todo, a pesar de mis prudentes cuidados, no parece que el lado izquierdo de mis pasos esté en condiciones de seguir, aunque sea en etapas mínimas.  Estoy a un paso de "degradar" mi travesía a la condición de vacaciones en el Algarve. Un jubilado más.

Así que llevo días digiriendo el tránsito entre una caminata que se prometía casi heroica a un fracaso que no puedo revertir y que hay que aceptar.  Cómo?. Aprendiendo.
 
Antes de detenerme en Isla Cristina, en la cuarta etapa, ya había tomado algunas notas sobre los errores y aciertos de esta última empresa caminante mía. Hacía 5 años que no lo hacía solo y tan rápido y percibía que las cosas no iban bien del todo.


Los aciertos no son más que la aplicación de hallazgos en viajes anteriores: LLevar protección del sol con sombrero y pañuelo grande; comer ligero durante el día y pasar la comida grande a buena hora de la tarde; acostarme y levantarme pronto; vaselina en los dedos al arrancar y nutracex para reparaciones de piel al final de la jornada. Cosas que ayudan mucho.

Los errores han sido de entidad y todos caben en uno solo: Exceso de confianza.

He traído botas viejas y muy desgastadas: Pensé que sería su último viaje y me equivoqué. El resultado es que siento las piedras en la planta y las protecciones para el pié se han degradado.

Llevo equipo de acampada por si tenía que pernoctar en medio de la nada o no encontraba alojamiento accesible en precio: No ha pasado ninguna de las dos cosas. He dormido en tienda 3 de las 5 etapas pero eran camping y había buena oferta de hostales. El asunto es que para un problema inexistente he cargado con 3,5 kilos de peso adicional a mi espalda (el 40%)

 Duermo en el colchón de mi tienda pero no duermo bien: Es suficiente para no sentir el suelo y es confortable en muchas circunstancias, entre ellas, las acampadas en mi travesía austral en bici. Pero no lo es para dormir de manera reparadora después de haberle dado un tute a un cuerpo entero con su mochila. Un cuerpo viejo y caminado necesita cama.

Y el cuarto error. El definitivo. He planeado etapas muy largas que para empeorar he recorrido en muy poco tiempo: Pretender hacer 30 o más kilómetros cargado y con fuerte calor y terminar la jornada a las 2 o 3 de la tarde es una temeridad. He llevado un ritmo endiablado de 5,4 o 5,5 km/h con descansos muy breves (y gracias a que me exhortó mi hermano Alberto a hacerlos) El resultado ha sido un esfuerzo excepcional para todo mi cuerpo al que mi determinación ha desconsiderado estúpidamente. Así estoy. Con toda la determinación y sin un pié operativo.

En las travesías de muchas jornadas, tanto en bici como a pié, es habitual pensar que el propio camino te va haciendo el entrenamiento y  me parece una previsión cierta. El problema es que yo mismo eché a perder esa buena idea metiéndome 36 km de la costa de Donhana en la primera jornada. Y terminando la etapa a las 15:30!!

 
Este es el relato y queda ahora reponerme y afinar mis instrumentos de caminatas. Contener mi determinación, darle una buena mano de modestia a mi impulso y echarle una mirada más cuidadosa a mi cuerpo que, esta vez, se ha detenido y rehusa seguirme. Y con razón.

Y también: Hacerme con unas botas en condiciones!!!!!