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martes, 2 de julio de 2019
jueves, 22 de junio de 2017
Alberto
Dicen nuestros hermanos que Alberto es el único de los cinco que es geográficamente europeo. Los demás, somos españoles nacidos en África, como los canarios.
Digo yo que será esa condición ilustre, la de un europeo de Asturias, lo que le hace tan duro de pelar, entre otras gracias.
Hace años que se interesa por mis proyectos de viaje, sobretodo si es a lugares cercanos que le permitan acariciar la idea de unirse, aunque sea por unos días. Ya hicimos dos viajes extraordinarios a Marruecos, de mochileros, con dos de nuestros hijos el de 2008 y el segundo con otro chico suyo en 2012.
Pero el primer reto serio vino cuando le esperé en Marraquech para asaltar juntos en bicicleta el Atlas, en 2013.
Caminar también le ha interesado y este año, en la costa portuguesa más a tiro de Madrid, se ha apuntado a tres etapas, para no desatender su trabajo.
Alberto es fuerte, pero creó que continuados esfuerzos de juventud en la exigente academia militar del Talar le han dejado averías, de las que esperan silenciosas durante años.
El cuerpo de Alberto se pone a darle la lata a la primera oportunidad. A los 5 kilómetros de haber empezado la etapa, pongamos. Y luego todos los rincones de un cuerpo tan grande, en orden, quieren su momento: la esquina de un dedo, las ampollas, el hombro, la espalda. Un concierto.
Pero van pasando los kilómetros, las horas y los castigos y él no afloja en ningún momento, no se queja, no maldice, no pide tregua. Aguanta.
Camina delante de mi. Con sus molestias pero con su paso consistente. Llegó a olvidar que mi experiencia está para protegerle. Yo tan sólo le miró caminar y me hace sentir muy bien.
Le sigo.
Ver vídeo: https://youtu.be/JiCkD8RxFPU
Digo yo que será esa condición ilustre, la de un europeo de Asturias, lo que le hace tan duro de pelar, entre otras gracias.
Hace años que se interesa por mis proyectos de viaje, sobretodo si es a lugares cercanos que le permitan acariciar la idea de unirse, aunque sea por unos días. Ya hicimos dos viajes extraordinarios a Marruecos, de mochileros, con dos de nuestros hijos el de 2008 y el segundo con otro chico suyo en 2012.
Pero el primer reto serio vino cuando le esperé en Marraquech para asaltar juntos en bicicleta el Atlas, en 2013.
Caminar también le ha interesado y este año, en la costa portuguesa más a tiro de Madrid, se ha apuntado a tres etapas, para no desatender su trabajo.
Alberto es fuerte, pero creó que continuados esfuerzos de juventud en la exigente academia militar del Talar le han dejado averías, de las que esperan silenciosas durante años.
El cuerpo de Alberto se pone a darle la lata a la primera oportunidad. A los 5 kilómetros de haber empezado la etapa, pongamos. Y luego todos los rincones de un cuerpo tan grande, en orden, quieren su momento: la esquina de un dedo, las ampollas, el hombro, la espalda. Un concierto.
Pero van pasando los kilómetros, las horas y los castigos y él no afloja en ningún momento, no se queja, no maldice, no pide tregua. Aguanta.
Camina delante de mi. Con sus molestias pero con su paso consistente. Llegó a olvidar que mi experiencia está para protegerle. Yo tan sólo le miró caminar y me hace sentir muy bien.
Le sigo.
Ver vídeo: https://youtu.be/JiCkD8RxFPU
miércoles, 14 de junio de 2017
Ni puntos ni rayas
Camino sin justificación alguna. A menudo he pensado que fueron los estímulos geográficos de mi padre los que me hicieron acoger el periplo de la Península Ibérica como un proyecto. Puede que demasiado grande para mi.
Apenas recuerdo alguna frase de una canción de Rosa León, de los primeros setenta, que trataba del amor de dos jóvenes separados por ríos y montañas, por puntos y rayas que habrían de saltarse para el reencuentro.
Miraba hoy el bosque que tenía delante. Pinos, alcornoques, monte bajo de secano. Y pensaba que en los caminos no había separaciones, ni barreras, ni fronteras entre municipios o regiones o países. Ni puntos ni rayas.
Cuando miro hacia delante y puedo recorrer cientos de kilómetros de una misma cosa. Homogénea, rica en huella humana, en trabajo. Es esta Península nuestra.
Ver vídeo del secarral
Para escuchar la canción Punto y Raya: https://youtu.be/BwpEuzikm9Q
Apenas recuerdo alguna frase de una canción de Rosa León, de los primeros setenta, que trataba del amor de dos jóvenes separados por ríos y montañas, por puntos y rayas que habrían de saltarse para el reencuentro.
Miraba hoy el bosque que tenía delante. Pinos, alcornoques, monte bajo de secano. Y pensaba que en los caminos no había separaciones, ni barreras, ni fronteras entre municipios o regiones o países. Ni puntos ni rayas.
Cuando miro hacia delante y puedo recorrer cientos de kilómetros de una misma cosa. Homogénea, rica en huella humana, en trabajo. Es esta Península nuestra.
Ver vídeo del secarral
Para escuchar la canción Punto y Raya: https://youtu.be/BwpEuzikm9Q
viernes, 9 de junio de 2017
Delicados
Ya se que el convaleciente soy yo y que debo tomar, y tomo, todas las precauciones: que si evitar el sol, hidratarme, no forzar..
Pero en realidad mi hermano Alberto es el que acapara toda nuestra atención por su propension a las averías.

No hemos perdido ojo a las visicitudes de la caminata, las botas, las piedras del camino, las rozaduras y, con todo, a los 10 km de etapa hemos empezado a padecer multiples y acumulativos achaques. Conservamos la calma y el buen humor pero parecía que nuestro "pegaso" terminaría por pararse en cualquier momento mientras del radiador salían humo y gemidos.


Con humildad hemos hecho los últimos kilómetros en los mullidos asientos de dos samaritanos motorizados y para redondear el día nos hemos entregado al franco con batatas.

Tumbados en nuestro Hostel, sobre colchones nuevos y firmes, apreciamos nuestro merecido confort y casi estamos a punto de olvidar la larga y reciente noche en el bus de ALSA entre Madrid y Setúbal, la fría acogida de la ciudad oscura y vacía cuando aún no han dado las 5 y el amanecer parece no tener prisa.
Para ser tan delicados no ha salido nada mal este soleado día de junio.
Pero en realidad mi hermano Alberto es el que acapara toda nuestra atención por su propension a las averías.

No hemos perdido ojo a las visicitudes de la caminata, las botas, las piedras del camino, las rozaduras y, con todo, a los 10 km de etapa hemos empezado a padecer multiples y acumulativos achaques. Conservamos la calma y el buen humor pero parecía que nuestro "pegaso" terminaría por pararse en cualquier momento mientras del radiador salían humo y gemidos.


Con humildad hemos hecho los últimos kilómetros en los mullidos asientos de dos samaritanos motorizados y para redondear el día nos hemos entregado al franco con batatas.

Tumbados en nuestro Hostel, sobre colchones nuevos y firmes, apreciamos nuestro merecido confort y casi estamos a punto de olvidar la larga y reciente noche en el bus de ALSA entre Madrid y Setúbal, la fría acogida de la ciudad oscura y vacía cuando aún no han dado las 5 y el amanecer parece no tener prisa.
Para ser tan delicados no ha salido nada mal este soleado día de junio.
lunes, 5 de junio de 2017
De nuevo en el camino
Vuelvo a las andadas, nunca mejor dicho :-)
En unos días regreso a Portugal a seguir caminando por su fachada atlántica desde el punto en que lo dejé el año pasado. Retomaré en Porto Covo, cerca de Sines, la ruta al norte que me lleve hasta Setúbal, Lisboa y Nazaré.
El año pasado ya pude hacer un buen trozo de "Península" , recorriendo todo el Algarve y doblando el Cabo San Vicente hacia el norte sin sufrir ningún contratiempo. Creo que aprendí de los errores de entonces (la travesía de 2015)
En realidad, aun en junio, debería estar rodando en mi bicicleta por Tanzania, descendiendo desde El Cairo a Ciudad del Cabo en la que iba a ser mi travesía más ambiciosa. La suerte fue que mis preparatorias revisiones médicas permitieron detectar un cáncer de pulmón antes de que me hubiera quedado hecho trizas en esas carreteras de África.
Pero aquí estoy de nuevo, tras meses de tratamiento, con todo eánimo para acometer una travesía más. Encima con la alegría de que las tres primeras etapas estaré acompañado de mi hermano Alberto. Una compañía perfecta.
Con todas las programaciones de hospital y aun así no he descuidado mi entrenamiento. He caminado casi a diario desde mediados de abril aunque más moderadamente que otros años. He reducido algo el peso de mi mochila, hasta los .850 gramos, y por prudencia reduciré las etapas tanto como sea necesario. Mas que nunca voy a disfrutar!!
Este es mi plan:
Mi hoja de ruta tiene ahora etapas menos ambiciosas y un comienzo más moderado en las distancias a recorrer. Ya tengo afinadas mis primeras noches, entre albergues de juventud portugueses, acogedores y económicos, y las literas de los guest house que proliferan en el litoral portugués.
Vuelvo confiado a Península, mi gran viaje de pequeños pasos. Esta es la duodécima vez que me pongo en camino para intentar recorrer el contorno de la península en la que vivo. Pura geografía.
En unos días regreso a Portugal a seguir caminando por su fachada atlántica desde el punto en que lo dejé el año pasado. Retomaré en Porto Covo, cerca de Sines, la ruta al norte que me lleve hasta Setúbal, Lisboa y Nazaré.
El año pasado ya pude hacer un buen trozo de "Península" , recorriendo todo el Algarve y doblando el Cabo San Vicente hacia el norte sin sufrir ningún contratiempo. Creo que aprendí de los errores de entonces (la travesía de 2015)
En realidad, aun en junio, debería estar rodando en mi bicicleta por Tanzania, descendiendo desde El Cairo a Ciudad del Cabo en la que iba a ser mi travesía más ambiciosa. La suerte fue que mis preparatorias revisiones médicas permitieron detectar un cáncer de pulmón antes de que me hubiera quedado hecho trizas en esas carreteras de África.
Pero aquí estoy de nuevo, tras meses de tratamiento, con todo eánimo para acometer una travesía más. Encima con la alegría de que las tres primeras etapas estaré acompañado de mi hermano Alberto. Una compañía perfecta.
Rodando en Atlas. 2013 |
Este es mi plan:
Mi hoja de ruta tiene ahora etapas menos ambiciosas y un comienzo más moderado en las distancias a recorrer. Ya tengo afinadas mis primeras noches, entre albergues de juventud portugueses, acogedores y económicos, y las literas de los guest house que proliferan en el litoral portugués.
Vuelvo confiado a Península, mi gran viaje de pequeños pasos. Esta es la duodécima vez que me pongo en camino para intentar recorrer el contorno de la península en la que vivo. Pura geografía.
Los días son muy largos en junio y un aire limpio y caliente invade los caminos. Las mañanas caminando junto al mar se harán tibias y azules. Es hora ya de encontrarme de nuevo en Portugal, entre portugueses, tan calmados y pacientes.
Estoy preparado.
viernes, 13 de diciembre de 2013
Marraquech. Nuestro punto de partida
Son muchas las veces que he estado en esta ciudad y todas fueron en los días cercanos al final del año. Los mejores, sin duda, los dos que coincidieron con el ramadán y que me han dado fondo de armario para contar multitud de veces las anécdotas propias de la ruptura del ayuno en un lugar ciudad excepcional como es esta.
Es muy diferente llegar como hoy por primera vez con temperatura primaveral y en la cercanía de los días largos, esos en los que el sol amenaza con martirizar a la gente de esta ciudad grande, chata y roja.
Llegué con tiempo desde Esaouira para esperar a mi hermano. Mi día de ventaja sirvió para gestionar los pequeños asuntos que me dejaran rodar después sin preocupaciones: reparé el juego que hacía el rodamiento de la potencia de mi bici, encontré cajas de cartón con las que hacer mi embalaje aéreo de vuelta, organicé el alojamiento para nuestro regreso y algunas otras gestiones menores.
El día de la legada de Alberto aún tuve tiempo de estudiar con cuidado la salida de la ciudad y acercarme con antelación a la tienda que suministraba la bici de mi hermano y revisar que su talla y su portaequipajes estuvieran a punto.
Al fin, a mediodía, apareció mi hermano procedente de un vuelo desde Madrid y listo para cambiarse y ponernos sin demora en ruta. Mi hermano es feliz cada vez que pisa este país. Lo huele, lo mira, saborea cualquier cosa que se lleva a la boca, cierra los ojos, suspira hondo y ya está: ¡¡Estoy en Marruecos!!
Etapa 3: Marraquech a Tahanoute
Rodamos con una primera hora de calor llevadero muy cerca
del mediodía. Mi hermano va haciéndose a la vez al sillín, a la bici, al
cambio, al tráfico, a la orientación y al calor. No está mal el reto cuando seguro que estuvo hasta última hora
de la tarde de ayer trabajando en su oficina.
Vamos suave vigilando el tráfico, rodeados de grandes fincas, de olivos y de huertos. El terreno es llano y se aproxima lentamente a la cordillera que se ve imponente al frente, aunque lejana aún.
Vamos suave vigilando el tráfico, rodeados de grandes fincas, de olivos y de huertos. El terreno es llano y se aproxima lentamente a la cordillera que se ve imponente al frente, aunque lejana aún.
Los 34 kilómetros se hacen en un rato. Después de
una leve exploración terminamos haciendo preguntas en la farmacia. Sucede que
en estos lugares siempre hay gente instruida que habla francés y conoce
alojamientos y otras modernidades.
La negociación no llega a un éxito completo y se
reduce a una estupenda habitación, que no es poco. A cambio el lugar es perfecto: la calma entre los olivos.
Cenamos en el pueblo y nos aprovisionamos de material para un desayuno
autónomo: zumos, quesitos y pastelillos.
Datos: Distancia Tiempo rodando Velocidad media Tiempo etapa
Etapa 3
|
34 Km.
|
2:08 horas
|
16,0 km/h
|
2:45 horas
|
Acumulado*
|
160 Km.
|
11:25 horas
|
miércoles, 11 de diciembre de 2013
Al fin abandono Casablanca
Mi travesía del Rif, en solitario, tenía una continuación en el Atlas. Mucho más al sur.
La idea de ir al Atlas sin pensarlo dos veces no es mía. Se la debo a mi hermano Alberto y a su hijo que me tienen por su guía marroquí. En cuanto sintonizaron las montañas del Atlas les faltó tiempo para enrolarme en pedalear juntos por aquella tierra africana.
La estupenda guía de Jorge Diví "Transatlas. Marruecos en BTT" de la Editorial Desnivel hizo el resto. Abordar aquellas montañas me pareció factible aunque, por seguridad, preferí no llevar al crío a pesar de la ilusión que se que le hacía.
Siguen ahora el relato de aquellas etapas, desde que recuperé mi bici, convertida en viajera ferroviaria, que llegaba a Casablanca desde el norte.
Etapa 1: Safi a Souira
Me ha costado dos días salir de Casablanca a
causa del transporte de la bici desde Guercif. Nadie me advirtió que en Casa Voyageurs
nadie atiende la recogida de portes en sábado ni domingo. Al fin recogí mi
máquina y me subí a un autobús con destino a Safi, a unos 200 km. de Casablanca.
Comí carne al descender del bus y me puse en ruta a pesar de que eran casi las 2 de la tarde. Este día no tenía más objetivo que rebajar los 125 km que hay hasta Esaouira.
Después de una fea zona industrial en permanente
agitación asciendo a una hermosa meseta que se mantiene al borde del mar a una
cierta altura.
Cuando llevo tan solo 35 km. y aún queda sol para rato entro en
un pueblo veraniego atestado de la arena que han dejado los temporales invernales. En una jaima al borde la playa pregunto por algún
hotel en mi ruta y todos informan negativamente: No lo hay hasta E. Hago como
otras veces y pido un café y tomo tiempo y converso y…¿no conocerás a alguien
que alquile una habitación? Me llevan a casa de un francés que tiene una
preciosa casa y una bonita familia. Por un buen precio tengo una buena
habitación, una cena en familia, el lavadero a mi disposición y un abundante
desayuno.
Bebo vino blanco para cenar a un buen horario
francés y aún tengo tiempo de disfrutar del cielo en un pueblo sin alumbrado
público.
Datos: Distancia Tiempo rodando Velocidad media Tiempo etapa
Etapa 1
|
34 Km.
|
1:58 horas
|
17,4 km/h
|
2:20 horas
|
Acumulado
|
viernes, 5 de julio de 2013
Cordillera del Atlas. Travesía en bicicleta. Junio de 2013
A
Este es el vídeo de la travesía del Atlas que hice con mi hermano Alberto desde Marraquech y superando el puerto de Tizi-n-Test entre los días 6 y 11 de junio de 2013
Este es el vídeo de la travesía del Atlas que hice con mi hermano Alberto desde Marraquech y superando el puerto de Tizi-n-Test entre los días 6 y 11 de junio de 2013
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miércoles, 23 de enero de 2013
Zapatos
Mi abuela Asunción no dejó nunca de exigir a mi
padre la máxima limpieza en el atuendo por más que el chaval correteara en los
años 30 por las calles de su pueblo, Moreda, en el que las vías para las
vagonetas de carbón era el preferido campo de juego de los niños.
![]() |
Moreda de Aller 1920 |
Así que a mi padre de nada le habría servido
aprender a limpiar. Lo suyo fue siempre no ensuciarse para pasar revista con la
“Señora” (Maestra) sin sufrir daños.
Mi padre estaba limpio a cualquier hora del
día. Pero lo que más llamaba la atención eran sus zapatos, que lo mismo volvían
impecables de un paseo dominical en la ciudad como de una larga caminata en las
caleyas de Aller.
Mi hermano Alberto llegó a sentir tanta
fascinación por los zapatos de nuestro padre que por un tiempo asumió motu
proprio la tarea, para él deliciosa, de poner en estado de revista sus zapatos.
Mi hermano lo recuerda así:
“He limpiado muchas veces los
zapatos de mi padre. Les daba crema como las mujeres lo hacen alrededor de los
ojos, con cuidado, sin hacer daño. Una crema para cada zapato, un cepillo para
cada color, una bayeta para pulir su acabado, remedo de aquellos limpiabotas
extinguidos por la prisa del mundo moderno y su desdén por los zapatos “
Yo aprendí de mi padre ese sistema de llevar
los zapatos siempre limpios por la vía de no ensuciárselos nunca. Como él decía
“basta con pisar con cuidado” Y eso es enteramente cierto. Una vez que aprendes
a hacerlo ya no tienes que pensar más en
ello y hasta las chanclas salen limpias de un camino veraniego.
Pero
hay dos excepciones: Cuando he hecho una travesía a pie por España o cuando he
abordado un viaje largo.
Este es el caso. En mi segundo viaje por Asia
llevo 84 días de periplo sin haberme limpiado nunca los únicos zapatos que tengo. Ni aquí hay
limpiabotas como en India, ni mi escueto equipaje admite apaños para los zapatos.
Como consecuencia, cada vez que miro a mis pies compunjo mi cara y confío en
que ni mi abuela Asunción ni mi padre alcancen a fijarse en ese detalle de mi
figura asiática.
Hasta hoy.
Hoy comiendo en el mercado de Battambang, una
capital de provincia del oeste de Camboya, me he resuelto a terminar con esta
situación insostenible. He buscado y comprado una crema de zapatos coreana y un pequeño cepillo.
Con la solemnidad que merece una esperada
restauración he buscado la sombra propicia de un banco de piedra y he dado lustre a mis
zapatos hasta que han quedado como a mí y a mi padre nos gusta llevarlos.
Quién dice que dentro de un rato, al final de
las correrías de la tarde, no tendremos que subir las escaleras de la casa de
Moreda de Arriba y presentarnos para la revista. Mi abuela nos echará sin falta
una mirada inmisericorde de arriba abajo pero, ahora, los dos superaremos la prueba y, como
de costumbre, nos preparará una cena deliciosa en la mesa de mármol.
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Moreda de Aller
domingo, 16 de mayo de 2010
Kurta
He traído conmigo, para este largo viaje, un exiguo equipo de vestuario: Un pantalón, y tres camisetas, incluyendo lo puesto y el repuesto. Como quiera que esta misma impedimenta ya me acompañó a Salvador de Bahia ha empezado a caerse a pedazos a la mitad de este otro periplo.
Me veo, por tanto, en la urgente y decorosa necesidad de reponer algo de mi vestuario sobre la marcha. Lo primero que he hecho ha sido elegir el estilo de ropa que aquí se diferencia mucho entre el moderno, vaqueros y camisas estampadas de manga larga o camisetas, y el tradicional que con variaciones esta formado por pantalones blancos y camisas blancas sin cuello que bajan hasta la cintura o hasta las rodillas. Tambien esta el dhoti, como el que llevaba Gandhi, pero quizas me pasara un poco.
Esta claro, desde el principio me he inclinado por lo tradicional: el kurta.

Este atuendo de dos piezas es muy amplio y apenas tiene costuras. Puede ser de tela sintética o de algodón y puede ser blanco o blanco azulado. He elegido de algodón y blanco azulado. El kurta, además, es muy económico y sale por entre 200 y 500 rupias ( de 2 a 9 euros).
Con este estudio, como se puede ver al detalle, me puse a indagar como hacerme con uno para mi y enseguida me encontré con el gesto pesaroso de los diligentes comerciantes a causa de mi estatura. Las tallas mas grandes no pasaban de la 42 y, a su entender y después de sopesarme con su mirada, lo mio debía ser una 46, incluso una 48.
Así, con tan poco porvenir pero bien pertrechado de paciencia he ido tienda por tienda e incluso he aceptado probarme piezas que saltaba a la vista que no me entraban pero que, a cambio, nos hacían reír a todos mucho.
En el postrer intento, a las 6 de la tarde del día anterior a mi madrugadora partida de Diu, un vendedor me ofreció la solución luminosa de confeccionar un kurta a mi medida. A pesar de que le dije que mi autobús partía a las 7 de la mañana para Veraval hizo un contacto telefónico con su sastre que, en tres minutos, aparecía por la puerta tan sonriente y armado con un metro de los de caja de costura. Mi conseguidor extendió varias piezas de tela sobre la mesa mientras el sastre tomaba medidas, no mas de tres la verdad, y pedía decisiones sobre algunos aspectos importantes de “mi kurta’. Bolsillos? Longitud? Botones ?
En unos minutos se hicieron las cuentas de la tela necesaria, se corto la pieza elegida y discutieron sobre el coste de la mano de obra para conseguirme una rebaja a pesar de las urgencias. Precio convenido: 300 rupias por la tela y 225 por hacerlo. Quede citado en la propia tienda una hora y media mas tarde...............
Ahora, cuando escribo estas notas sentado en la estación de Varaval esperando el tren a Junagadh, pongo mi atención en que el kurta que hay en lo alto de mi mochila no se arrugue mas que lo imprescindible.
Sonrío, también, al pensar que mi hermano Alberto aun no sabe que, terminado este viaje, el kurta le servirá de pijama para desayunar con sus hijos los domingos por la mañana.
.../...
Me veo, por tanto, en la urgente y decorosa necesidad de reponer algo de mi vestuario sobre la marcha. Lo primero que he hecho ha sido elegir el estilo de ropa que aquí se diferencia mucho entre el moderno, vaqueros y camisas estampadas de manga larga o camisetas, y el tradicional que con variaciones esta formado por pantalones blancos y camisas blancas sin cuello que bajan hasta la cintura o hasta las rodillas. Tambien esta el dhoti, como el que llevaba Gandhi, pero quizas me pasara un poco.
Esta claro, desde el principio me he inclinado por lo tradicional: el kurta.
Este atuendo de dos piezas es muy amplio y apenas tiene costuras. Puede ser de tela sintética o de algodón y puede ser blanco o blanco azulado. He elegido de algodón y blanco azulado. El kurta, además, es muy económico y sale por entre 200 y 500 rupias ( de 2 a 9 euros).
Con este estudio, como se puede ver al detalle, me puse a indagar como hacerme con uno para mi y enseguida me encontré con el gesto pesaroso de los diligentes comerciantes a causa de mi estatura. Las tallas mas grandes no pasaban de la 42 y, a su entender y después de sopesarme con su mirada, lo mio debía ser una 46, incluso una 48.
Así, con tan poco porvenir pero bien pertrechado de paciencia he ido tienda por tienda e incluso he aceptado probarme piezas que saltaba a la vista que no me entraban pero que, a cambio, nos hacían reír a todos mucho.
En el postrer intento, a las 6 de la tarde del día anterior a mi madrugadora partida de Diu, un vendedor me ofreció la solución luminosa de confeccionar un kurta a mi medida. A pesar de que le dije que mi autobús partía a las 7 de la mañana para Veraval hizo un contacto telefónico con su sastre que, en tres minutos, aparecía por la puerta tan sonriente y armado con un metro de los de caja de costura. Mi conseguidor extendió varias piezas de tela sobre la mesa mientras el sastre tomaba medidas, no mas de tres la verdad, y pedía decisiones sobre algunos aspectos importantes de “mi kurta’. Bolsillos? Longitud? Botones ?
En unos minutos se hicieron las cuentas de la tela necesaria, se corto la pieza elegida y discutieron sobre el coste de la mano de obra para conseguirme una rebaja a pesar de las urgencias. Precio convenido: 300 rupias por la tela y 225 por hacerlo. Quede citado en la propia tienda una hora y media mas tarde...............
Ahora, cuando escribo estas notas sentado en la estación de Varaval esperando el tren a Junagadh, pongo mi atención en que el kurta que hay en lo alto de mi mochila no se arrugue mas que lo imprescindible.
Sonrío, también, al pensar que mi hermano Alberto aun no sabe que, terminado este viaje, el kurta le servirá de pijama para desayunar con sus hijos los domingos por la mañana.
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