Al principio de estar en Salvador, cuando aún ocupaba una habitación cuádruple en el Hotel Arthemis de la Plaza da Sé, casi todas las noches buscaba un peldaño en el zaguán de una antigua casa portuguesa para sentarme un rato y contemplar el trasiego del Largo de Pelourinho, puerta de entrada y de salida del empinado barrio viejo de la ciudad. (oír música)
Hoy, aún de día, he pasado por allí y me he sentado de nuevo, más por refugiarme del sol ardiente que por la contemplación en si misma.
Al poco, se ha sentado a mi lado una de esas mujeres bien orondas de carnes y vestidas con ropas tradicionales de bahianas que se ofrecen para decorar las fotos de los turistas.
La que compartió mi improvisado banco se llama Aiara y además de algunas palabras sin sustancia tuvimos la conversación que sigue (ella en lengua portuguesa y yo en la que buenamente pude)
_Estoy cansada. Llevo todo el día aquí.
_Si, hace mucho calor al sol en esta plaza. Es duro tu trabajo.
_¿En qué estás pensando tanto? ¿En las deudas?
_No. No tengo deudas. Es por eso que puedo pensar tranquilo.
_Yo si. Yo tengo muchas deudas. (silencio) Todo el mundo tiene deudas…….menos tú.
Y añade Aiara al poco:
_ ¿Y en qué piensas si no es en deudas?
_No se. En las cosas simples. En el trabajo de esos hombres de ahí delante que instalan una carpa, en el barrendero cansado, en los vigilantes del museo de la esquina, en los turistas que pasan acalorados y en cosas así….
(silencio)
_Si tu puedes pararte a pensar en esas cosas es que, verdaderamente, no tienes deudas.
Hay algo más: En portugués las deudas se llaman “dividas”. El periódico La Tarde de hoy mismo informa de que más de 80 millones de brasileños están endeudados por la facilidad con la que los bancos prestan dinero y por una corriente generalizada de consumo.
No estamos hablando de deudas hipotecarias. Son deudas por adquirir bienes de consumo sencillos como electrodomésticos, ropa, menaje, etc. De hecho, la mayoría de los productos se etiquetan en una cantidad baja multiplicada por el número de juros (letras) en que se puede pagar. Por ejemplo: Un viaje de fin de semana 100 reais x 5 juros; un ordenador 190 reais x 10 juros; una nevera 150 x 5 juros, y así sucesivamente….
(para los aficionados a los cálculos, un euro equivale a 2,5 reais. Más fácil aún, el cuarenta por ciento de cualquier precio en reais es su equivalente en euros)
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martes, 24 de agosto de 2010
Aiara
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jueves, 19 de agosto de 2010
Boipeba
He cambiado la quietud de la playa por un caminar incesante, a través de esta isla de Boipeba. Camino en todas las direcciones. Vigorosamente. Casi sin que lleguen a formarse en la arena de los caminos las huellas rápidas de mis pisadas. (oír música)
Tanto ha batido mi pulso en las veredas de esta isla que ahora, como decía un poeta portugués, si que puedo decir de nuevo que una isla es como un corazón rodeado de mar por todas partes.
En solitario. Soy el único intrépido que se adentra en las matas a esas horas centrales del día en las que la búsqueda de la sombra y la quietud son obligadas reglas de salud pública. He sido perseguido en todo momento por el sol cegador que hace blanco el aire y embarga el cielo hasta casi desteñirlo.
Boipeba es casi llana, arenosa en cualquier dirección que se tome, sin carreteras y sin más motores en tierra que los que empujan a los tractores agrícolas que hacen el único transporte posible de “larga distancia” a través del suelo blando. Los trayectos cortos son para las carretillas de una rueda y propulsión humana. También hay burros y mulos con sus alforjas y, algunos, tirando de carros ligeros.
En una isla tan pequeña solo hay lugar para lo imprescindible. No hay policía alguna ni oficina de correos. Ni un solo obstáculo enmaraña las calles: no hay postes, ni señales, ni bancos, ni vados, ni alcantarillas, ni publicidad alguna.
Lo que si hay es una red fina, casi transparente, como las de los pescadores de playa, que relaciona entre sí a los casi mil habitantes que viven permanentemente en esta isla. Nudos de conexión entre la gente y una voluntad tejedora de los moradores que, como costumbre, preguntan a unos por otros sin excusa ni curiosidad, sin que haya urgencia o mensaje alguno que darles.
Al anochecer, las calles se hacen aldea de penumbra mientras el paisaje se desdibuja y la isla vuelve al silencio. Los nativos, que es como se llaman a sí mismos, salen de las casas a pasear de un lado para otro, se detienen a tomar alguna cerveza, a hacer las pequeñas compras y a preguntar los unos por los otros….
P.D. De Boipeba se puede salir de dos maneras y ambas, naturalmente, por mar. La primera es una lancha rápida que lleva a Valenca, en el continente. El trayecto dura una hora y la tarifa depende de si se es nativo, 8 euros al cambio, o si se es no nativo 14 euros.
La otra manera es la que empleé yo. Una lancha, nada rápida por cierto, te lleva en una hora a Torinhas que es menos que una aldea portuaria en otra isla mayor que Boipeba; allí te coge al rato un autobús que, por una pista de tierra, te acerca a Valenca en otra hora y media más a través de una selva. En este itinerario de casi tres horas solo hay una tarifa de 5 euros única para todos. Solo había pobres entre los pasajeros. Es simpático el nombre de este servicio de transporte: Expreso de Boipeba
.../...
Tanto ha batido mi pulso en las veredas de esta isla que ahora, como decía un poeta portugués, si que puedo decir de nuevo que una isla es como un corazón rodeado de mar por todas partes.
En solitario. Soy el único intrépido que se adentra en las matas a esas horas centrales del día en las que la búsqueda de la sombra y la quietud son obligadas reglas de salud pública. He sido perseguido en todo momento por el sol cegador que hace blanco el aire y embarga el cielo hasta casi desteñirlo.

Lo que si hay es una red fina, casi transparente, como las de los pescadores de playa, que relaciona entre sí a los casi mil habitantes que viven permanentemente en esta isla. Nudos de conexión entre la gente y una voluntad tejedora de los moradores que, como costumbre, preguntan a unos por otros sin excusa ni curiosidad, sin que haya urgencia o mensaje alguno que darles.
P.D. De Boipeba se puede salir de dos maneras y ambas, naturalmente, por mar. La primera es una lancha rápida que lleva a Valenca, en el continente. El trayecto dura una hora y la tarifa depende de si se es nativo, 8 euros al cambio, o si se es no nativo 14 euros.
La otra manera es la que empleé yo. Una lancha, nada rápida por cierto, te lleva en una hora a Torinhas que es menos que una aldea portuaria en otra isla mayor que Boipeba; allí te coge al rato un autobús que, por una pista de tierra, te acerca a Valenca en otra hora y media más a través de una selva. En este itinerario de casi tres horas solo hay una tarifa de 5 euros única para todos. Solo había pobres entre los pasajeros. Es simpático el nombre de este servicio de transporte: Expreso de Boipeba
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viernes, 6 de agosto de 2010
Ciudades
Salvador de Bahía. Este recipiente de multitud de personas atareadas, esta maraña de casas, este orden y desorden al que llamamos ciudad no te deja que pases desapercibido ni por un momento. (oír musica)
Puede que esta ciudad me esté observando, mirando fijamente desde mi llegada. Debo resultar tan extraño en sus calles como un esforzado caminante de campo que todo lo observa minuciosamente para aprender. Hasta hago revisión una y otra vez de mi propia sombra para asegurar mi posición en relación a este sol extraño que se mueve de Este a Oeste pasando por el Norte.
Salvador me mira pero se resiste a darme la bienvenida. Aún medita si estoy de paso como un turista apresurado o voy a quedarme el tiempo suficiente para ser de aquí, aunque sea en la categoría más humilde de los residentes provisionales.
Si no me abro yo mismo lo suficiente es seguro que nada se abrirá para mí que no sean los simples tornos giratorios instalados para contabilizar viajeros.
Cada mañana salgo de casa con el mejor espíritu, mi energía a punto de sobresalir por las costuras y tras 8 o 10 horas de mi particular trashumancia regreso sin siquiera un guiño de la ciudad, una promesa de aprobación, un "estamos estudiando su caso"
Puede que esta ciudad me esté observando, mirando fijamente desde mi llegada. Debo resultar tan extraño en sus calles como un esforzado caminante de campo que todo lo observa minuciosamente para aprender. Hasta hago revisión una y otra vez de mi propia sombra para asegurar mi posición en relación a este sol extraño que se mueve de Este a Oeste pasando por el Norte.

Siento como si muchas puertas no fueran a abrirse hasta que la incógnita de mis intenciones quede bien resuelta. Es posible que si no me lo gano no haya para mí Salvador de Bahía en la intimidad. Poco más conseguiré que un manojo más de calles de una ciudad de América. Impersonal.
Cada mañana salgo de casa con el mejor espíritu, mi energía a punto de sobresalir por las costuras y tras 8 o 10 horas de mi particular trashumancia regreso sin siquiera un guiño de la ciudad, una promesa de aprobación, un "estamos estudiando su caso"
Me haré presente de nuevo en este domingo ocioso. Dejaré que la ciudad me vea pero tan solo caminando por su borde en busca de un barco. Me apartaré algo de la ciudad atravesando la bahía de Todos los Santos por ver si a mi regreso hemos avanzado algo. Salvador y yo, digo.
Paciencia.
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viernes, 23 de julio de 2010
Portbou - La Escala
Tan solo he podido tomar algunas notas sobre la primera gran etapa de “península” en los bordes de mis tres hojas impresas con la ruta a seguir. Dos o tres palabras si acaso para clavar con un alfiler en mi memoria algún pequeño suceso, un nombre o un dato con los que hilar una mínima crónica en otro momento.
Más tarde he pensado que hacer una descripción del itinerario estrictamente caminante podrá interesar a los aficionados pero se hará algo pedregosa para quienes tienen otras aficiones. Así que, bien pensado, usaré las notas para añadir información a las guías mediante una página web aparte y en este blog dejaré colgadas imágenes de la travesía como estas que siguen, envueltas en la música de Bruce Springsteen.
Más tarde he pensado que hacer una descripción del itinerario estrictamente caminante podrá interesar a los aficionados pero se hará algo pedregosa para quienes tienen otras aficiones. Así que, bien pensado, usaré las notas para añadir información a las guías mediante una página web aparte y en este blog dejaré colgadas imágenes de la travesía como estas que siguen, envueltas en la música de Bruce Springsteen.
viernes, 4 de junio de 2010
Mirar
Dice la guia Trotamundos con razón que aquí, en Varanasi (Benares), no hay nada que ver: ni palacios, ni museos, ni templos.
El plan consiste tan solo en quedarse a la orilla de este río sin hacer nada y procurar mirar en calma lo que te rodea.
Eso es lo que hemos hecho.
Y esto es lo que se mira en el Ganges a las seis y media de la mañana, invitados por sorpresa a la ceremonia del primer corte de pelo de un chaval de quince meses de edad.
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