Setenta rupias. Eso es lo que cobra por una jornada en la construcción cada una de las mujeres que acarrean sobre la cabeza la arena, las piedras y el cemento.
En este escalón, el mas bajo de las obras, todas son mujeres. Mujeres de todas las edades, pero sobretodo jóvenes y mujeres niñas de no mas de 12 o 13 años.
Pequeñas, fuertes y silenciosas repiten su ir y venir desde las 8 de la mañana hasta poco antes de que el sol se ponga, allá por las seis y media de la tarde, plegando una hora al mediodía para comer y echar una cabezada en el suelo.
70 rupias es poco mas de un euro, exactamente un euro y veinte céntimos, por un día, cualquier día de trabajo. Y digo un día porque no hay diferencias entre todos ellos y las semanas tienen en este sector, y en casi todos los de India, siete días de trabajo y, eso si, las noches para descansar.
Por ese precio en cada obra hay mas de una decena de estas mujeres y sustituyen con sus palanganas metálicas sobre la cabeza a las palancas que hacen los carretillos. Con su andar resuelto subiendo y bajando escaleras precarias de madera se prescinden de las poleas y grúas que son, de lejos, las mas útiles herramientas para elevar los materiales.
Esta mujeres viven allí mismo, en las obras. Eligen la estancia mas compuesta y apañan junto a las paredes cartones para aislarse del suelo cuando duermen, cuelgan en cualquier palo su exiguo ropero y en unas piedras, con sus ollas y platillos brillantes confeccionan las comidas.
No hay gastos. Un mes son 30 días. 30 jornales son 2.100 rupias, exactamente treinta y seis euros.
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