martes, 30 de junio de 2020

Valentina P.R. 2. Las tres fuentes. Río Ter. San Gregorio. Gerona


Una hermosa excursión de junio 2020. Calor y un entorno verde deslumbrante.

San Gregorio, a tan solo 10 km de Gerona, se alcanza en 100 km. y poco más de una hora desde Barcelona.

El río Ter, bastante impredecible en su curso, es vibrante a su paso entre Bescanó y San Gregorio que, por cierto, disponía de un pequeño puente sobre el río que aún recogen los mapas pero que desapareció por completo en la ultima tormenta seria.



Hay un buen aparcamiento junto al campo de fútbol de San Gregorio, sombreado, amplio y al borde de un parque cuidado y junto a la piscina municipal. Baños externos y una cafetería que en este tiempo estaba abierta.




Hay multitud de rutas. Nosotros elegimos una que está bien recogida en wikiloc

Son poco más de 12 km que hicimos en tres horas y que combinaba la ribera del río, los campos de labor y un bosque protector con una ligera elevación. El recorrido está muy bien señalizado. Hay lugares para pic-nic. Lo tomamos desde el aparcamiento en el sentido de las agujas del reloj.


 También puedes ver el recorrido en Relive pulsando aquí









viernes, 24 de abril de 2020

Dejando atrás Tijuana

En estos días de confinamiento, y ya van 41, dedico cada día un buen rato a ordenar mis archivos. Los encuentros más reconfortantes tienen que ver con los viajes que he hecho estos años, fotos, textos, equipajes, etc. Sucede como en las lecturas, que cierras los ojos y te transportas lejos y aparece ese sabor grato de lo vivido. Como este fragmento de mi primer día en México en 2014.




Dejando atrás Tijuana

Al despertar, aún me parecía estar en tensión mientras cruzaba la frontera y entraba con mi bicicleta en México por un incómodo torno. Pero esta era ya mi primera mañana en Tijuana y apenas tenía tiempo para acordarme del día pasado y de los primeros pasos urgentes para superar a los agentes de aduanas y encontrar mi alojamiento entre el lento tráfico de la tarde.

Elvis, mi anfitrión, me había llevado a desayunar a un puesto callejero tomando con gran interés aconsejarme sobre las reglas que tendría que observar en el país para comer sin peligro: No debía tomar alimentos crudos, ni bebidas que no estuvieran embotelladas. Haría bien en elegir puestos estables y bien nutridos de clientela, con cocineros aseados y de hábitos higiénicos. Ningún aviso parecía sobrar para alejar los riesgos de una indigestión o un trastorno aún peor.

El último gesto de mi amigo fue acompañarme hacia la salida de la ciudad. En el último semáforo quedé a solas entre camiones y carros ruidosos que atronaban el aire y revolvían sin cesar un polvo viejo y pegajoso. Subí con desasosiego las primeras rampas hacia Rosarito, bordeando las colinas yermas y sorteando las autopistas y los pasadizos que rodeaban la ciudad. Mientras descendía hacia el océano  mi pensamiento ordenaba las primeras claves del país, esas con las que comenzaba mi adaptación a California.




Algo más tarde apenas pasé rozando los márgenes de Rosarito, que ya había decidido sortear a causa de la actual dedicación turística de sus playas. Hace un siglo estas tierras organizadas en ranchos dependientes de los aguajes de La Palma, El Roble, La Canoa y otros, estaban pobladas de ganado vacuno. Mil de esas hectáreas fueron expropiadas en 1937 por el presidente Lázaro Cárdenas y entregadas a los campesinos que se organizaron en  Ejido Mazatlán, origen de la actual ciudad costera.




Los Ejidos, tan abundantes a lo largo de la península de Baja California, sirvieron al poblamiento de estas tierras en las que los campesinos compartían su tenencia de manera comunitaria. Una herencia de la Revolución que, actualmente, con 234 Ejidos y 237 comunidades rurales abarca un 72% de las tierras de cultivo de la Península en régimen de propiedad social.

Fui expulsado amablemente por el personal de la autopista que lleva a Ensenada por razonables medidas de seguridad y al momento me vi viajando cómodamente en la carretera federal tan ancha como vacía. A cierta altura sobre el mar pedaleaba hacia el sur en la tarde silenciosa sobrepasando pequeños pueblos como El Descanso, Puerto Nuevo, Primo Tapia, sin que ninguna señal me animara a detenerme. Así hasta llegar a La Fonda, cuando el sol ya había dejado de molestar hacía rato y se preparaba, él también, para el final del día.



Aún quedó tiempo, mientras ordenaba con parsimonia mi equipo, para recoger en la memoria el color de los geranios llenando los porches en sus desiguales macetas, salpicando el monótono color arena que lo envuelve todo.  









lunes, 30 de marzo de 2020

Maite Díaz de Tuesta

Maite Díaz de Tuesta fue una concertista de piano española, intérprete de lenguas, periodista, investigadora y profesora de inglés nacida en Copenhagen (Dinamarca) el 21 de diciembre de 1923.

      Contenido:
  • Infancia y juventud
  • Formación musical y actividad artística
  • Periodismo
  • Docencia e investigación





Infancia y juventud

De hondas raíces vascas ligadas a Valdegovía, en su primera infancia su familia reside en Copenhague y en Arcila y Tetuán perteneciente entonces al Protectorado de España en Marruecos y al final de la década reside en Basilea. Durante los años 30 residió en Toulouse y, al término de la guerra civil española, en San Juan de Luz (Francia) y Fuenterrabía.

En 1939 se traslada a Orán, ciudad que albergaba una numerosa colonia de españoles en la entonces Argelia francesa. En los comienzos de la Segunda Guerra Mundial reside en Cardiff y posteriormente en Shear y Pirbright en las cercanías de Londres, época en la que los intensos bombardeos de la Luftwaffe sobre Inglaterra marcaron intensamente su vida.

Formación musical y actividad artística

Desde muy temprana edad, inicia sus estudios de piano y canto con I. Weimar de Ede, concertista rusa de piano nacida en Riga; posteriormente en  la Royal Academy of Music de Londres y desde 1944 en el Conservatorio de Laussanne,  en donde completó su formación musical con el maestro suizo Charles Lassueur, obteniendo en 1948 el premio de la Asociación de Antiguos Alumnos del Conservatorio de Lausanne. Posteriormente, perfeccionó su formación musical con el célebre pianista alemán Walter Gieseking en Sarrebrük (Alemania) en 1950.

Su vida artística como concertista de piano se desarrolló desde 1947, participando en numerosos conciertos en Suiza, tanto en Ginebra como en Lauanne. Desde 1950 y hasta 1953 su carrera se centra en Marruecos, actuando en Rabat, Ceuta, Casablanca, Fez, Tetuán, Tánger y LaracheSu actividad profesional, aunque breve, recibió el unánime aplauso de la crítica y del público, destacando sus interpretaciones del repertorio de Bach, Mozart, List, Schummann y Albeniz.

Tetuán 1950
Periodismo

En 1953 contrae matrimonio en Madrid con José Vázquez Moro, teniente de Artillería, y se traslada al interior del Rif, primero al destacamento de Intervención del Kert (Dar Driuch) y, en 1956, a Melousa (Anyera) Em 1961 se traslada junto a su familia a Ceuta al concluir el repliegue del ejército español desde Marruecos tras la independencia de 1956.

Durante este periodo, desde 1954 hasta 1966, desarrolló una intensa y permanente actividad  periodística en varios de los diarios españoles del norte de África. Destacó su trabajo como crítica de música, arte, cine y actualidad en el Diario de África de Tetuán, El Telegrama del Rif de Melilla y la revista musical Ritmo

Docencia e investigación

Universidad de Oviedo. 1976
En 1975 se licencia en filología inglesa en la Universidad de Oviedo, obteniendo el Premio Extraordinario de fin de carrera y doctorándose a continuación, desarrollando posteriormente una importante labor investigadora sobre las fuentes del antiguo inglés bajo la dirección de la ilustre filóloga Patricia Shaw. Su trabajo como investigadora se centra en "La poesía inglesa contemporánea" y "Las novelas de Virginia Woolf", al tiempo, concluye su investigación sobre el estudio comparativo entre el español y el antiguo inglés en "Book of Apollonius"

Desde 1973 imparte clases de lengua y filología inglesas en la Facultad de Filosofía Letras de la Universidad de Valladolid. En 1978 ingresa en el Cuerpo de Catedráticos de Institutos de Bachillerato, ocupando su primer destino en el Instituto de Bachillerato "Alonso Berruguete" de Palencia y posteriormente en el Instituo "El Pinar de la Rubia" en donde se jubiló en 1989.

Viajera incansable y poseedora de una vasta cultura, amante de la naturaleza y de los animales, en sus últimos años ha visitadopor Francia, Suiza, Italia y por numerosas ciudades españolas. Falleció a los 94 años en Madrid en donde residió los últimos años de su vida. Tenía cinco hijos, once nietos y tres biznietos.


miércoles, 4 de marzo de 2020

De nuevo una furgoneta


Andamos a vueltas sobre que nombre ponerle al nuevo transporte que quiere sustituir a la bicicleta de largas travesías. Puede ser Valentina, por ser el 14 de febrero el día que pasó a mis manos o bien Miss Sunshine en honor de la deliciosa película de 2006 "Pequeña Miss Sunshine" Ya se verá cual es el nombre que se abre paso.



La noticia es que la furgoneta ha legado a mi vida por segunda vez.  En las dos ha sido una idea que fraguaba lentamente con precarias razones y cuentas hasta que se abría paso la emoción y, por suerte, terminaba por triunfar.

Mi primera Volkswagen empezó a hacerse sitio en mis sueños allá por el año 80 y pude tenerla entre manos cinco años más tarde.

Con ella viajé con mi familia por Europa mientras mis tres hijos crecían. Francia, Portugal, Bélgica, Holanda, Alemania, Austria y unos cuantos destinos en España.

Landas (Francia) 1994
Esta segunda vez que una camper viene a mis manos también ha tenido como proyecto un parto largo y difícil, hasta que a mi vuelta de América el pasado noviembre me decidía a iniciar una intensa y paciente búsqueda. 

La verdad es que necesitaba "desengancharme" de los largos viajes en bicicleta llenos de incomodidades y peligros en el tráfico y  nada mejor que hacerme con la Volkswagen California y hacerla rodar por la España menos conocida. Sustituir los viajes lejanos y necesariamente superficiales por otros cercanos y confío que sean intensos. En menos de tres meses he resuelto el proyecto que bien pensé que tardaría bastante más en llegar.

Atardecer en Loarre (Huesca) Febrero de 2020

Esta preciosidad tiene 20 años recién cumplidos y siento que ha estado en muy buenas manos con su anterior y único propietario. Vamos a ver si soy capaz de atenderla con el mismo mimo.

Ahora, como en todos los planes, se trata de llenarlos de vida. En este tiempo mis hijos ya son mayores pero tengo una hermosa tribu de nietos a los que llevar a dormir bajo las estrellas y a despertar en ella entre risas.







sábado, 16 de noviembre de 2019

Queja melancólica

Llueve en San Telmo. No mucho pero suficiente como para abandonar mi intención de rodar en bicicleta por las calles.

He buscado el mejor refugio para un día como este de calles brillantes y peatones de caminar apresurado: una biblioteca.

La antigua Biblioteca Nacional de la calle México quedó desafectada hace tiempo y hoy su edifício histórico, oscuro y casi abandonado, da mal cobijo a alguna actividad menor y esporádica como el entrecortado ensayo de un pianista en esta mañana.

Cerca he encontrado una librería en la que sirven café y, además de los libros, hay mesas, útiles de escritura y una suave música de fondo con la que acompañar estás líneas.

Reflexionaba sobre la queja melancólica y la impresión de que esa tristeza o abatimiento está casi siempre en los pensamientos de los argentinos sobre el país y su devenir.

Verdaderamente se sienten implicados en como le va a la Argentina. Protagonistas. Como si cada uno fuera un responsable más de los acontecimientos. En Europa pensamos que el presente está por entero en manos de los políticos mientras, nosotros, hacemos nuestra vida ajenos a los avatares públicos.

viernes, 11 de octubre de 2019

Desierto



Temor.

Una sensación de miedo que no había sentido antes en ruta. Una ruta concienzudamente planeada meses atrás. En efecto, en mis hojas ponía: desierto, llano, no hay nada. Llevar comida y agua.

Hay más. Con gran paciencia y valiéndome de google maps, vista satélite, había recorrido desde casa con el ratón cada trozo de carretera, cada curva y escudriñado en sus riberas el árbol, las casamata, el arroyo que pudieran servir de parada de descanso. Hasta había estudiado las temperaturas de Atacama. Todo en orden.


Pero en mi viaje en autobús de Santiago a Calama y luego a San Pedro, 1.600 km y 24 horas, se me fue poniendo un rostro sombrío. Al amanecer, desde Antofagasta lo que veía desde mi ventanilla me sobrecogió. Un desierto plano y pedregoso, interminables tramos rectos, barridos por el viento y, a cada trecho, la tierra cubierta de heridas enormes, visibles y profundas. Arañazos desesperados de las minas abandonadas o en producción por todas partes. Nada cambiaba por kilómetros, sin alternativas. Puro desierto.


Ahí es cuando sentí el miedo a no superar esa travesía. A dudar de mi valor para culminarla. No era una cuestión de kilómetros.

Ahora mis acreditadas hojas de ruta parecían hechas sin sentido, sin conocimiento. Decían: Tramo uno. San Pedro a Iquique, 6 etapas, 481 km. Es más, el tramo dos también era desierto en sus primeros 300 km hasta Arica.

No se si esos datos arrugan a cualquiera pero a mí me desanimaron por completo. Creo que en general me va bien porque me adapto, así que eso fue lo que hice, sin dudas: reducir los casi 800 km de desierto y dejar la "cata" en los 315 km en cinco días desde Iquique hasta Arica.


Son solo cinco etapas hasta Arica me decía cada mañana en mi hostel de Iquique para poner mi ánimo a punto. Hice alguna prueba en la enorme rampa que lleva a Alto Hospicio, revisé a fondo la bici y me lancé al desierto, esta vez con conocimiento.


Pues aun así tuve que rebañar todos los fondos de mi almacén de determinación para superar cada uno de los cinco días.

Como sería la cosa que en el cuarto día, enfrentado a la cuesta de Camarones de 23 km de largo sin desmayo y un desnivel a superar de 1.100 metros, y cuando llevaba 6 km subidos en hora y media, decidí que no quería pasar las 3 o 4 siguientes horas de mi vida pedaleando con  tamaña agonía. Hice autostop y una camioneta de un turista argentino me llevó hasta lo alto. Después de 4 largas travesías en América, por vez primera, me rendí en la ruta y puse pié a tierra. Unos pocos y duros kilómetros pero una claudicación al fin y al cabo. Instructiva.

Puro desierto. Demasiada nada en un escenario inmutable. A veces, para empeorar las vistas, pequeñas capillas particulares al borde de la carretera, de no más de un metro de alto, que retenían en la arena la memoria de viajeros que habían perdido la vida con repetida desolación.


A pesar de que, sin excepción, todos los días fueron apacibles, de cielo azul y buena temperatura para rodar la cinta negra de asfalto parecía amenazar con desaparecer y desembarcarme con mi bicicleta en cualquiera parte irreconocible. Recordé al Principito:

    .....El desierto es bello... – agregó.
   Y era verdad. A mí siempre me gustó el desierto. Uno se sienta sobre una duna de arena. No se ve       nada. No se escucha nada. Y sin embargo hay algo que irradia en silencio...
   - Lo que hace al desierto tan bello – dijo el principito – es que esconde un pozo en algún lado.....

Así que miré al suelo más que nunca, vigilé concentrado el tráfico que llenaba de ruido el aire y centré mi pensamiento en cosas hermosas como si fueran árboles que sombrearan mi recorrido.

Cuando llegué cansado a Arica, resentido de las muchas horas de desierto vividas, dejé la bicicleta en un galpón y nos dimos ambos un día entero de abandono.





sábado, 5 de octubre de 2019

Santiago



Santiago es una ciudad a la que pretendía dar de lado. Llegar y salir raudo a mi objetivo ciclista: San Pedro de Atacama, a 1.600 km rumbo al norte.

Pero esta vez la precisión de mis planes, cuidadosamente dispuestos muchas semanas atrás, ha quedado sepultada bajo la peor imagen posible: una cinta de equipajes de la no salió nunca mi bicicleta en su vistoso embalaje de cartón.

Nunca me pasó antes pero me convertí en el hombre que espera su Delayed. Y no una bolsa con ropas, no, se trata de mi vehículo y todo su equipo, incluido atuendo, herramientas, saco de dormir y parte de mi tienda.

La circunstancia era fácil de aceptar, como siempre sucede con lo irremediable. Y fue así como volví mis ojos y los pasos a esta capital austral y remota que por unos días me acoge en la paciente espera.




Es singular la forma en la que una ciudad grande y desconocida va trepando por tus piernas de transeúnte distraído  hasta encaramarse en tu cabeza y hacerte aprender nombres como Cisternas, Cal y Canto, Costanera y todo un caudal de aprendizajes como si tuvieras 3 años y vivieras las primeras horas de adaptación al colegio, como mi nieto Carlos en estos días.



Al ir conociendo Santiago, en mi creciente desenvoltura, van apareciendo los pasos mas firmes, el gesto confiado,  incluso el saludo de quiénes ya han cruzado alguna vez sus miradas con la tuya y te reconocen.



Mi encuentro definitivo, intimo, con la ciudad terminó de fraguarse ayer en mi visita a la Biblioteca Nacional, con el trato de los bibliotecarios casi siempre hermanos de un lector como yo y, finalmente, sumergiéndose en la sala Gabriela Mistral en un libro que quedó inconcluso hace 5 años en Cohiaique,  en mi anterior viaje s Chile, con sus páginas esperando mi vuelta y mi fidelidad en proseguir su lectura.(el libro es "Bajo la marca de la ira")

Mañana recogeré mi bici que viene al fin desde Toronto a nuestro encuentro. Retomaré al punto mis planes norteños y llevaré en algún lugar de mi memoria los olores, las miradas, y las esquinas de Santiago y todas esas palabras nuevas que aprendí: la Alameda, Santa Lucía, La Moneda, Los Héroes, San Antonio ..........






martes, 10 de septiembre de 2019

lunes, 8 de julio de 2019

Fuego. El núcleo de un desastre

No hay humanidad posible en este lugar. Un camino largo entre los pinos quemados que aún se tienen en pie.


El fuego se arrastró por esta vía en octubre de 2017. 

He caminado por el centro del desastre, por distintos y rectos tramos siempre en dirección al norte; al parecer en la misma dirección en que soplaba el viento caliente en aquellos días.

En ningún momento dejé de ver árboles negros a mi paso y así durante más de 25 kilómetros.

Aquí solo ha sobrevivido el sonido del viento que siempre es nuevo y no se agarra a la tierra. El resto no existe No existe vida alguna visible. No hay pájaros ni insectos. Apenas unas pocas matas y, milagrosamente, en un trecho de no más de 10 metros unos pocos cercos de flores que no se como habrán sido polinizadas.



Sin duda los árboles están vivos tras la corteza ennegrecida, lisa y hasta parece que caliente. De otro modo ya se habrían abatido como los millares que ya no están en esta tierra calcinada. La brea de la calzada ha desaparecido y las piedras han quedado maltrechas y desordenadas. Podría decirse que con un enorme susto en su alma granítica.


El temor al fuego y sus estragos es atávico en el hombre, un miedo tan remoto como presente, y no es extraño a la vista de la destrucción profunda y duradera que ocasiona. 

Para ver imágenes del incendio de 2017 PINCHA AQUÍ

jueves, 27 de junio de 2019

Península 2019

Este año ha tocado hacer doble recorrido del proyecto Península, iniciado en 2010. Además del de Granada a Ronda, a comienzos de abril, el de Caldas da Reinha a Porto al inicio de junio. Si añadimos el recorrido de pruebas del Canal de Castilla, andaré y nunca mejor dicho cerca de los 500 kilómetros a pié en este año. Muchos.


Vengo de seguir un tramo más por la costa de Portugal desde Vila Real de Santo Antonio, el tercero. Bordeando el cabo San Vicente llegué en la travesía más larga hasta Porto Covo. La segunda vez desde P Covo hasta Caldas da Reinha pasando por Sines, Setúbal y Lisboa. y, en este recorrido último me ha acercado en 9 etapas hasta Porto.

Por suerte, en esta ocasión no ha hecho calor. Nada que pudiera parecerse al horno de junio de 2017, la última vez que vine a Portugal acompañado en algunas etapas por mi hermano Alberto.





El recorrido no presentaba ninguna dificultad de navegación. Desde que llevo la aplicación maps.me he podido prescindir de los mapas y, verdaderamente, resulta imposible perderse.

Me costó algo más la planificación de mis hojas de ruta porque no siempre se puede encontrar un alojamiento "conveniente" cada 25 o 30 km. De hecho, en dos etapas no era posible. Una se resolvió con Hugo, un formidable couchsurfer de Praia de  Tocha, y el otro combinando con el tren en la estación de Guía (Marinha a Guía caminando al norte y Figueira a Guia, caminando al sur)


Como me temía, el recorrido es hermoso pero monótono. En un par de etapas ha habido que andar casi 30 km. en tres interminables rectas a través de un bosque quemado en octubre de 2018. Las localidades por las que pasa mi ruta son escasas y como ya es frecuente en Portugal, los pueblos están poco habitados. El territorio es casi plano, con campos de cultivo bien atendidos y en plena producción, incluidos los arrozales del tramo final del río Mondego.


Los albergues Pousadas de Juventude en Portugal, son mi alojamiento favorito. Normalmente están bien atendidos, casi vacíos y ofrecen un excelente desayuno. En esta última ocasión he usado los de Praia de Mira, Aveiro y Espinho. También algunos hostel interesantes como el 402 de Figueira y el muy atiborrado Cats Hostel de Porto.


Una emoción que permanece intacta es la amabilidad de la gente con la que me encuentro. En cada rincón hay una ocasión para conversar, para una mirada gentil, para un gesto de ayuda. Siempre estoy agradecido a los portugueses. He perdido la cuenta de las veces que he pisado por aquella tierra desde mi primer viaje hace 40 años.

He aprendido en este tiempo algo del idioma y otro poco de la serenidad y el silencio con el que se desenvuelve esta gente sabia.