lunes, 24 de septiembre de 2018

Las manos del te



En las montanas del centro de la isla de Sri Lanka viven los arbustos de te. El te de Ceilan.

Colinas por encima de los mil metros de altitud bajo un regimen de dias calurosos y noches frescas en el tropico, a tan solo 6 grados de latitud norte sobre el eduador/

La recoleccion de las hojas de te nunca cesa. No hay temporada. Cada dia, en orden, hay que arrancar las hojas nuevas que son de un verde claro intenso.

Son mujeres las que se ocupan de esta tarea. Un saco de boca grande y abierta a la espalda y un bambu para senalar el margen de su trabajo. Incansables, arrancan las hojas, forman un pequeno manojo y las lanzan al saco por encima de sus hombros.

Sua manos estan desnudas, cuarteadas, asperas y duras. Entre risas, un grupo de recolectoras me preguntaron sobre mi antiguo oficio y tomaron mis manos como credencales de que lo mio no habia sido el trabajo manual.

Una oleada de mujeres, como si fueran brisa, pasa cada dia sobre los campos de te. Deslizandose pendiente abajo por estrechos senderos que separan las hileras de arbustos y que les obliga a proteger sus piernas con sacos del duro contacto con las ramas. Mujeres de todas las edades. Las manos del te.








martes, 14 de agosto de 2018

Calor

Llevo semanas asfixiado por el calor.

He intentado todas las formulas para combatir los efectos de estas temperaturas centroamericanas sobre este "ciclista al sol" pero soy consciente de que es difícil hacerse a la idea.

Recuerdo el calor de Guyarat (India) en abril, o el de Jaisalmer. De como ese achicharre se hace invisible, naturalmente, en las fotos o en cualquier otra imagen, vistas siempre a la temperatura del observador y no a la que fueron tomadas.

A partir de ahí hago repaso de todos los calores que he pasado por si alguno pudiera perecerse, al menos para mi, a esta persecución a la que me somete el sol por estas tierras.

Jornadas calcinantes eran también aquellas de los años 60 del pasado siglo en las que atravesábamos la Península desde Algeciras a Asturias pegados casi desnudos a la tapicería plástica del coche de mis padres. Recuerdo mirar desde la ventanilla el Paseo de las Palmeras de Sevilla y pensar que todo estaba a punto de derretirse en las aguas del Guadalquivir.

También en Marruecos pasamos una jornada verdaderamente estrafalaria un día de julio en el que mi padre ideó un pic-nic en un raquítico bosque de eucalptos en el que el suelo ardía y el aire tórrido solo lo tomábamos por pura necesidad.

Recuerdo los modestos hoteles de India en donde era necesario dejar "enfriar" el agua de la ducha llenando un gran recipiente plástico para rebajar los 50 grados con los que el agua llegaba de las superficiales conducciones públicas hasta los 30 o 35 grados de la temperatura ambiente.

Politana. Guyarat. India

También viene a mi recuerdo una desquiciada ruta extremeña, en pleno agosto, en la que fuimos a dar al comienzo de la tarde a Valencia de Alcántara. En el pueblo cerrado a cal y canto hasta las llibélulas mantenían a duras penas su vuelo al amparo de las sombras de los arbustos.

Antiguo cementerio portugués. Damán. India
Calor también en bicicleta. Calores previsibles en Sierra Morena, recorrida en el poco recomendable agosto y en donde quedó demostrada la eficacia de la parada técnica en las horas de máxima temperatura y que sigo practicando ahora en este viaje.

Una ciclista francesa, de nombre Filomene, me confesó en David, Panamá, que su horario de "trabajo" en los caminos comenzaba a las 4 a.m., a pesar de no haber amanecido aún, y que entre las 9 y las 3 de la tarde se refugiaba donde podía. Yo adelanto un par de horas la salida porque más me vale chamuscarme que no que un traailer me pase por encima.

Termino estas notas a un par de días de salir para Sri Lanka y luego India. Agosto. Hará calor? :-)

miércoles, 6 de junio de 2018

La travesía de Centroamérica en Rodadas

La revista digital Rodadas, que reúne a los aficionados a viajar en bicicleta, ha alojado entre sus viajes por América el que hice entre 2018 desde la Ciudad de Guatemala a la Ciudad de Panamá.



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Y también ha incorporado la guía, con otro contenido, dentro del proyecto "Panamericana", pensado para los cicloviajeros que atraviesan el continente entero.



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lunes, 26 de marzo de 2018

Árboles con nombre



Cuando yo aún no tenía padres, el que luego sería el mío hacía sus viajes a caballo por los caminos para visitar las aldeas de la meseta del Kert. Este interventor adjunto, de poco más de 30 años tenía la tarea de reunirse con los notables, recabar información del caid y anunciar las pequeñas obras que el Protectorado de España en Marruecos se proponía acometer.


Cuando ni siquiera había aduar o aldea, si no un lugar de mercado o zoco la reunión se hacía bajo un árbol o se armaba una tienda y se cubría el suelo de alfombras.


Hay árboles que han cobijado las asambleas de humanos en el Rif y en multitud de aldeas del mundo, durante cientos de generaciones. Quizás la energía que transmiten hagan sentirse a los grupos de humanos más unidos y menos indefensos.

Hay muchos árboles en Centroamérica, grandes y poderosos, candidatos a ser apropiados árboles de reunión. Tan hermosos y singulares que merecen llevar un nombre. No el científico o popular, que lo tienen, sino uno propio que marque su singularidad. 

Mientras pedaleo y me asombró de estos titánes que jalonan mi ruta sigo a mi padre en su periplo, oigo los murmullos y los saludos cuando llega a los aduares, miro como se sienta con todos bajo un árbol en el Rif y hablan de asuntos que no alcanzo a oir..........por el persistente ruido de los camiones que me adelantan.





martes, 6 de marzo de 2018

Bendiciones

Al llegar a Choluteca he tenido que apartarme de la carretera acometido por el avasallador empuje de los autobuses escolares USA adaptados en Honduras al transporte local de las aldeas vecinas.

Mientras esperaba pacientemente a un costado del trasto he visto como descendía con dificultad extrema una anciana empequeñecida, frágil y desamparada. Tanto como si a mi desaparecida madre, castigada por años de alzheimer, le hubiéramos dejado sola y con unos trapos y unas zapatillas se hubiera subido sin destino a uno de estos autobuses amarillos.

He observado a la anciana que titubeaba en sus pasos y no llegaba a apartarse con seguridad al borde de la calle quedando a merced de la prudencia de los conductores.

He parado y sugerido a unas vendedoras jóvenes que la anciana parecía desorientada y perdida. Nada de eso, me tranquilizaron lasa chicas, la señora aparecía todos los días por esas horas y ejercía la mendicidad en el centro de Choluteca.

Pasó a mi lado y,en efecto, me pidió limosna. Contra mi costumbre le di un billete de suficientes lempiras para que lo mirara dos veces entre sus dedos y, luego, levantó sus ojos hacia mi y me pidió que me quitara el casco.. "que no le voy a hacer nada"

Me lo quité y bajé la cabeza cuando ella dirigía su mano a mi frente  mientras me bendecía.

lunes, 5 de marzo de 2018

Sur de Honduras

Me dejó mecer a esta hora  por el viento que recorre los manglares del Golfo de Fonseca. 

En un descuido, hasta sueño que el aire se hará fresco en un rato. Un sueño refugio e imposible. Se ha puesto al fin el sol para darnos un descanso y en San Lorenzo anochece. 

Se van deshaciendo las últimas horas del domingo.






























El agua chapotea bajo estos pequeños palafitos que asemejan satélites de un bar de costa. Hay más sonidos pero no les presto atención. Esta calma refrescante surca, cuando escribo, mi primera noche hondureña.
Los miles de grados que me atizaron desde temprana hora, por atrevido, en la carretera Panamericana me han dado la oportunidad de conversar con estas gentes en cada obligado y asfixiado descanso. 

Sus nombres: Carlos, quien ya había tomado 10 cervezas a las 10. Beresina, maestra de Nacaome, estudiante en Madrid,  que había sacado a su madre a visitar a sus parientes. El asador de pollos que orientó mi búsqueda de hotel en San Lorenzo. Y al final, como leño ardiente que necesita playa, di con Carlos, sevillano inmigrado, que por achicarme el precio del hotel Rivera terminó por aplicarme tarifa de tercera edad y cobrarme solo una de las dos noches que voy a pasar aquí. En el corazón del Sur de Honduras.

miércoles, 28 de febrero de 2018

América de nuevo

Aun quedan días fríos de invierno en Europa.

Y yo vuelvo a este cálido continente de nuevo. Mirando el mapa mundi y pensando en dónde estoy da la sensación de que en cualquier momento me mojaré los piés.

Este pedazo de tierra está en el centro, en mitad de dos océanos y de dos continentes. El Atlántico al Este y el Pacífico al Oeste. Entre la América del Norte y la del Sur. Una estrecha unión rebelde a ser inundada por tantas aguas. Una geografía que no pasa desapercibida, enrevesada de montañas altísimas.

Busco en este nuevo viaje lo mismo que siempre, las gentes. Tardé tiempo en aprender que este era el verdadero objetivo de mis andanzas. Y a pesar de esta certeza, pisando tierra de Guatemala, me siento por momentos perdido en un territorio desconocido, por el paso desconocido del tiempo entre volcanes antíguos y otros, tan modernos, que humean.

Me siento bienvenido de nuevo a América con mi compañía habitual. Mi leal bicicleta.





jueves, 22 de junio de 2017

Alberto

Dicen nuestros hermanos que Alberto es el único de los cinco que es geográficamente europeo. Los demás, somos españoles nacidos en África, como los canarios.

Digo yo que será esa condición ilustre, la de un europeo de Asturias, lo que le hace tan duro de pelar, entre otras gracias.

Hace años que se interesa por mis proyectos de viaje, sobretodo si es a lugares cercanos que le permitan acariciar la idea de unirse, aunque sea por unos días. Ya hicimos dos viajes extraordinarios a Marruecos, de mochileros, con dos de nuestros hijos el de 2008 y el segundo con otro chico suyo en 2012.

Pero el primer reto serio vino cuando le esperé en Marraquech para asaltar juntos en bicicleta el Atlas, en 2013.

Caminar también le ha interesado y este año, en la costa portuguesa más a tiro de Madrid, se ha apuntado a tres etapas, para no desatender su trabajo.

Alberto es fuerte, pero creó que continuados esfuerzos de juventud en la exigente academia militar del Talar le han dejado averías, de las que esperan silenciosas durante años.

El cuerpo de Alberto se pone a darle la lata a la primera oportunidad. A los 5 kilómetros de haber empezado la etapa, pongamos. Y luego todos los rincones de un cuerpo tan grande, en orden, quieren su momento: la esquina de un dedo, las ampollas, el hombro, la espalda. Un concierto.

Pero van pasando los kilómetros, las horas y los castigos y él no afloja en ningún momento, no se queja, no maldice, no pide tregua. Aguanta.

Camina delante de mi. Con sus molestias pero con su paso consistente. Llegó a olvidar que mi experiencia está para protegerle. Yo tan sólo le miró caminar y me hace sentir muy bien.

Le sigo.

Ver vídeo: https://youtu.be/JiCkD8RxFPU

lunes, 19 de junio de 2017

Felicidade

Da igual por donde viaje y la práctica extravagante que me lleve allí, mochilero o ciclista o caminante, en todas partes encuentro buena gente.
Guadalajara. México. 2015

En un pueblo del Rif, cerca de Annual, sin posibilidad de alojamiento alguno, en donde un panadero que no hablaba otra lengua que la suya me cobijó en su casa.
La familia de Sara y Adolfo. Guerrero Negro. México. 201
En incontables sitios de México, en donde buena gente convirtió un hotel en hogar para mi, gente que me mostró el cielo rojo sobre las salinas, la que me encomendó el cuidado de la casa en una larga ausencia, los que me regalaron un desayuno familiar de año nuevo que término por la tarde, o la joven y su hijo que me convirtieron, en Chiapas, en uno más de la familia y de donde tanto me costó marcharme.
Tully y sus ciclistas. La Paz. México. 2015

Familia en el Mekong. Vietnam. 2013
En una isla del Mekong donde una familia extensa me invitó a compartir una importante celebración y me asignó un intérprete de inglés de 9 años que disimuló tan bien su flojera en esa lengua como yo.
Kro Konh. Camboya. 2012
En Santa Lucía, Chile, donde una mujer me ofreció su casa por entero cuando sólo llegue para preguntar por si daban comidas.
O'Higgins. Chile. 2015
En el Chaco, Argentina, donde una familia nos hizo de un día para otro amigos y sus invitados de Navidad.

En Trasierra, Córdoba de España, donde en un anochecer sin alojamiento dos mujeres nos acogieron en todos los sentidos posibles.

En La Farola, cerca de Baracoa, Cuba, en la que unos campesinos nos cedieron su propia cama y conversamos sin prisas en la oscuridad más completa.

Mohamed, Mireya, Sara, Tully, Enrique, Lidia, Alejandría, María, familia Gaspoz, Rafi e Inma, Rubén y Alicia.......Estos son sus nombres pero todos podrían llamarse igual: Buena Gente. He encontrado aún más gente así. Sólo he citado a un puñado.

Hoy he detenido mi caminar cuando más apretaba el sol y me he cobijado en una panadería en la que me han tratado muy bien. A esta gente no la conozco. Cuando les  he pedido la clave del WiFi me ha respondido una joven: "felicidade"

Alguien que elige una clave así, que nadie necesita que la repitan, es seguro que también es Buena Gente.

También un portugués, el navegante Vasco da Gama, llamó a Mozambiqueño "terra de boa gente"

miércoles, 14 de junio de 2017

Ni puntos ni rayas

Camino sin justificación alguna. A menudo he pensado que fueron los estímulos geográficos de mi padre los que me hicieron acoger el periplo de la Península Ibérica como un proyecto. Puede que demasiado grande para mi.


Apenas recuerdo alguna frase de una canción de Rosa León, de los primeros setenta, que trataba del amor de dos jóvenes separados por ríos y montañas, por puntos y rayas que habrían de saltarse para el reencuentro.

Miraba hoy el bosque que tenía delante. Pinos, alcornoques, monte bajo de secano. Y pensaba que en los caminos no había separaciones, ni barreras, ni fronteras entre municipios o regiones o países. Ni puntos ni rayas.

Cuando miro hacia delante y puedo recorrer cientos de kilómetros de una misma cosa. Homogénea, rica en huella humana, en trabajo. Es esta Península nuestra.

Ver vídeo del secarral

Para escuchar la canción Punto y Raya: https://youtu.be/BwpEuzikm9Q


viernes, 9 de junio de 2017

Delicados

Ya se que el convaleciente soy yo y que debo tomar, y tomo, todas las precauciones: que si evitar el sol, hidratarme, no forzar..
Pero en realidad mi hermano Alberto es el que acapara toda nuestra atención por su propension a las averías.

No hemos perdido ojo a las visicitudes de la caminata, las botas, las piedras del camino, las rozaduras y, con todo, a los 10 km de etapa hemos empezado a padecer multiples y acumulativos achaques. Conservamos la calma y el buen humor pero parecía que nuestro "pegaso" terminaría por pararse en cualquier momento mientras del radiador salían humo y gemidos.



Con humildad hemos hecho los últimos kilómetros en los mullidos asientos de dos samaritanos motorizados y para redondear el día nos hemos entregado al franco con batatas.


Tumbados en nuestro Hostel, sobre colchones nuevos y firmes, apreciamos nuestro merecido confort y casi estamos a punto de olvidar la larga y reciente noche en el bus de ALSA entre Madrid y Setúbal, la fría acogida de la ciudad oscura y vacía cuando aún no han dado las 5 y el amanecer parece no tener prisa.

Para ser tan delicados no ha salido nada mal este soleado día de junio.








lunes, 5 de junio de 2017

De nuevo en el camino

Vuelvo a las andadas, nunca mejor dicho :-)

En unos días regreso a Portugal a seguir caminando por su fachada atlántica desde el punto en que lo dejé el año pasado. Retomaré en Porto Covo, cerca de Sines, la ruta al norte que me lleve hasta Setúbal, Lisboa y Nazaré.

El año pasado ya pude hacer un buen trozo de "Península" , recorriendo todo el Algarve y doblando el Cabo San Vicente hacia el norte sin sufrir ningún contratiempo. Creo que aprendí de los errores de entonces (la travesía de 2015)

En realidad, aun en junio, debería estar rodando en mi bicicleta por Tanzania, descendiendo desde El Cairo a Ciudad del Cabo en la que iba a ser mi travesía más ambiciosa. La suerte fue que mis preparatorias revisiones médicas permitieron detectar un cáncer de pulmón antes de que me hubiera quedado hecho trizas en esas carreteras de África.

Pero aquí estoy de nuevo, tras meses de tratamiento, con todo eánimo para acometer una travesía más. Encima con la alegría de que las tres primeras etapas estaré acompañado de mi hermano Alberto. Una compañía perfecta.

Rodando en Atlas. 2013
Con todas las programaciones de hospital y aun así no he descuidado mi entrenamiento. He caminado casi a diario desde mediados de abril aunque más moderadamente que otros años. He reducido algo el peso de mi mochila, hasta los .850 gramos, y por prudencia reduciré las etapas tanto como sea necesario. Mas que nunca voy a disfrutar!!

Este es mi plan:


Mi hoja de ruta tiene ahora etapas menos ambiciosas y un comienzo más moderado en las distancias a recorrer. Ya tengo afinadas mis primeras noches, entre albergues de juventud portugueses, acogedores y económicos, y las literas de los guest house que proliferan en el litoral portugués.

Vuelvo confiado a Península, mi gran viaje de pequeños pasos.  Esta es la duodécima vez que me pongo en camino para intentar recorrer el contorno de la península en la que vivo.  Pura geografía.  


Los días son muy largos en junio y un aire limpio y caliente invade los caminos. Las mañanas caminando junto al mar se harán tibias y azules. Es hora ya de encontrarme de nuevo en Portugal, entre portugueses, tan calmados y pacientes. 

Estoy preparado.

jueves, 1 de junio de 2017

jueves, 6 de octubre de 2016

La travesía de Baja California en Rodadas

La revista digital Rodadas, que reúne a los aficionados a viajar en bicicleta, ha alojado entre sus viajes por América el que hice entre 2015 y 2016 desde Los Ángeles hasta la Paz.


Pica este enlace para leer más.




Y también ha incorporado la guía, con otro contenido, dentro del proyecto "Panamericana", pensado para los cicloviajeros que atraviesan el continente entero.


Pica este enlace para leer más







lunes, 3 de octubre de 2016

Sierra Morena. Un tramo en bicicleta


Agosto de 2016


La Sierra Morena es un espacio geográfico que habita en nuestra memoria. Aparece como escenario de la historia de las fronteras medievales, de las leyendas modernas de bandoleros e invasores y de los tiempos actuales de puesta en valor de los espacios naturales.

Sobre el terreno sorprende un territorio tan amplio, escasamente habitado, en el que pueden sortearse las vías de comunicación, atravesar bosques y secanos en donde no se espera a nadie y, en verano, resistir el calor envuelto en un silencio ardiente y pacífico.

Sierra Morena se presta a un recorrido con continuidad, a pie, a caballo o en bici, que va desde la frontera portuguesa hasta Despeñaperros, con más de 500 kilómetros de carriles, veredas de trashumancia y caminos, siguiendo el GR 48 por las provincias andaluzas de Huelva, Sevilla, Córdoba y Jaén. En esta ocasión, la travesía abarcó algo menos de la mitad del recorrido posible, desde Santa Olalla de Cala, en Huelva, hasta Cerro Muriano, en la provincia de Córdoba.

Entre la meseta castellana y la depresión del río Guadalquivir, la Sierra se presenta ondulada, predominando una sucesión de colinas entre los 150 y 250 metros de altitud y algunos collados, de laderas normalmente suaves, que pueden alcanzar los 400 metros de altitud. No hay cursos reseñables de agua y si algunos pantanos en la ruta o muy próximos.



¿Cuál es la mejor época para ir?

No hay duda de que en la primavera o el otoño, con sus temperaturas moderadas y las vistosa transformaciones del paisaje que ofrecen esas estaciones, son los días ideales para adentrarse en estos caminos. En nuestro caso, el reto ha sido rodar en pleno verano. Sin duda es desaconsejable, pero apto para gente intrépida y, al tiempo, prudente.


Como cabe imaginar, los días resultaron abrasadores, con temperaturas máximas diarias que no bajaron de 32 grados y que llegaron a alcanzar los 36 o 37 al aproximarnos al Guadalquivir. Las noches fueron menos agobiantes, con temperaturas entre los 21 y los 24 grados.



Estas temperaturas nos llevaron a la búsqueda de distintas estrategias para aminorar su impacto. Teniendo en cuenta que no conseguíamos salir antes de las 9 o 9,30, el mejor plan resultó ser rodar hasta las 14 horas (12 hora solar) tirar la lona bajo una encina y dejar pasar las peores horas comiendo, dormitando o conversando, hasta que se retomaba la marcha a las 17:30 o 18 horas hasta las 20, o algo más si era necesario.


Para leer más y tener una guía completa, picar este enlace:


http://400dias.blogspot.com.es/p/sierra-morena-de-santa-olalla-cerro.html

sábado, 30 de julio de 2016

Una mañana en Ojos Negros

La felicidad de un ciclista tiene mil caras. Infinitas posibilidades de las que la mayoria son sencillas y accesibles.

Esta mañana en Ojos Negros, cerca de Ensenada, estoy feliz porque no tengo ruta. Descanso. Un día sin pedalear es verdaderamente felicidad para un ciclista. Y que me dices de desayunar sentado en un banco conversando sobre vinos con un par de nuevos amigos?

Y si contamos con que desperté en una buena cama, sin horario, sin nada que hacer hoy en todo el dia?

Felicidad como comprobar que al final de una cuesta infinita no puede esperarse otra cosa que una bajada tendida; detenerse unos minutos a tomar aliento y llevar un buen par de galletas para festejar el momento; parar en un subway y poder charlar un rato con tu chica a 10.000 km y a 9 horas de distancia. Correr la cremallera de tu diminuta tienda y sentirte bien cobijado y rodeado por las elegidas piezas de tu equipo de cocinar y de dormir confortablemente.

Esta mañana en Ojos Negros se reunen todos los motivos de felicidad. Descubri, además, que en este minimo pueblo tambien hay biblioteca. Voy para alla. Extasis del ciclista.