Llevamos los primeros días de septiembre viviendo sobre el agua del Lago Inle, en Birmania. Al parecer, el nivel del agua es el habitual, unos dos metros y medio por encima de la temporada seca. Pero no es es ese dato que importa a los habitantes de esta aldea, que ven como al inicio de la temporada de lluvias el agua empieza a apoderarse de las calles, incluso del piso de algunas casas, a pesar de estar todas ellas levantadas sobre pilotes de madera clavados en la tierra de entre tres y cuatro metros
En unas semanas no sólo es el pueblo el que se hace acuático. También los habitantes transforman por completo su modo de vida cotidiano. Las pequeñas motos que aseguran la movilidad en tierra se guardan en seco y en su lugar aparecen las barcas, con motor o sin él, que recuperan su utilidad haciéndose imprescindibles.
En este lugar los niños aprenden enseguida a manejar con su corto remo estas barcas negras, estrechas y largas que permiten ir a la tienda de avíos, al colegio o de visita a los parientes. Pero el juego colectivo desaparece, no hay tierra en donde compartir un balón. Incluso en los colegios todas las canchas y patios están anegados.
Aquí, para armar la comida de cada día hay que echar mano de las reservas, pues los campos de arroz son ahora inservibles y si acaso se dispone de hileras de tierra elevada y seca con tomates y otros vegetales cultivados desde barcas se pueden aprovechar estos huertos, pero de otro modo se depende completamente de los animados mercados locales, tan semejantes a los zocos árabes, en donde aparecen todos los productos provenientes de la tierra seca. De allí se obtienen también las carnes, como el pollo y el cerdo, que no es posible criar en el agua. Los peces se presentan en forma seca pues aquí no hay neveras y en cualquier caso la electricidad no es estable.
Las barcas, que también son el transporte público en estas aguas, surcan las inundadas calles durante las horas de luz y la noche trae un completo silencio como compañía a la densa oscuridad sin alumbrado general.
El enorme plano de agua que se ha estado agitando un tanto al paso de las barcas con motor al llegar la noche, casi quietas, reflejan tan solo alguna luz de las casas cercanas. En esos momentos y el las primeras luces del día el agua parece blanda con su leve movimiento ondulado y su nulo chapoteo. Sin corriente alguna parece que encontrarás al levantarte idéntica porción de agua circundante que la que dejaste fuera y debajo de tu sueño.