miércoles, 23 de diciembre de 2015

8 mujeres y un desayuno

Aunque este en una enorme ciudad de México, como es Guadalajara, me basta salir a la calle y olisquear el aire de la mañana para ponerme en camino y conseguir el mejor desayuno local.

Un buen desayuno predice como será de afortunada la etapa del ciclista y también pone a prueba el porvenir de las habilidades del viajero. Si no se resuelve bien este lance es mejor elegir aficiones que no queden lejos de casa.

Podía haberme salido mal hoy pero no fue así. Después de un par de consultas y sugerencias rodé cinco cuadras y otras tantas, después de un giro, hasta llegar al Mercado de Santa Teresa. Este edificio de 1951 dio acomodo a los puestos ambulantes que ocupaban un descampado en un costado del barrio.

La decadencia de los mercados  sucede en todas partes. Allí en donde el textil ha ocupado las paradas tradicionales como en Asia, en México han florecido puestos de comida en el lugar en el que se asentaban pollos y verduras.

He podido contar hasta 10 puestos, aquí llamados fondas, y seguramente excedían de 50 personas, llamadas doñas, las que se afanaban entre ollas humeantes. La clientela, abigarrada y silenciosamente hambrienta era incontable.

Me senté en la fonda Mariquita que me pareció la más concurrida y que lleva operativa desde 1959. Costaba elegir entre la variada comida que abarrotaba las encimeras. Me decidí por huevos a la mexicana (con verduras muy picadas) frijoles, birote (pan tierno) y café. No quedaba un asiento libre y en cuanto se desocupaba alguno alguien se sentaba de inmediato con una petición, que aquí llaman orden, precisa y muy completa del tipo: quesadillas con champiñones y chilaquiles.

En un pequeño espacio se desenvolvían 8 mujeres alrededor de una anciana que manejaba la prensa de hacer tortillas. La misma agilidad que ponían en atender las ordenes y vigilar las necesidades de los comensales  la ponían en no chocar entre ellas o derramar los ingredientes de aquellos platos casi voladores.

Después de dar cuenta de mi desayuno me quedé quieto y casi invisible por algunos minutos de tregua mientras ponía mi atención en los parroquianos silenciosos, ávidos y apresurados. Las ocho mujeres, las doñas, seguían su vuelo de provisión y colecta en todas direcciones y atentas a cada gesto. Hermoso enjambre de abejas surcando un campo de hambrientas flores.

sábado, 19 de diciembre de 2015

Español

América me atrae por muchas razones pero la principal es el idioma español que compartimos con casi todas las personas de este enorme continente.
Hablar la misma lengua me deja entender a los lugareños, conocer mejor su forma de vivir y, sobretodo, sentir aquellas emociones que sólo pueden percibirse en las profundidades de la lengua compartida. Incluso los silencios en español me llegan directos.
No puede sorprender entonces la pasión que ponen otros ciclistas en ruta por aprender o mejorar su español. Todos reservan fuerzas para expresarse y comprender las palabras que les ponen definitivamente sobre el terreno.
Hoy tomando café en La Garita, en La Paz, una brava ciclista inglesa, profesora de español, impartía con empuje una clase a otros dos ciclistas: uno de Illinois USA y otro de Japón. Pensaba al verles en la fortuna de compartir una lengua con gente de todas partes, unirse en el camino poniendo tanta alegría en las palabras que entendemos todos. Reconocernos.
Cobija es la palabra con la que en México se dice de la manta. Es cobijado como me siento en esta tierra, por su gente y por el idioma español que nos cobija.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Domingo

En mi afán por tomar buena nota del tiempo que transcurre encontré el truco de tomar la vida entera por una semana. Este lapso, la semana, es la unidad más útil para organizar las rutinas de nuestra existencia.
Pues bien, si la semana es toda mi vida, hace unas horas que empezó mi domingo.
Trató de tener presente este regalo de domingo cada día que comienza. El de hoy en Ligüí, en la costa del Golfo de California, ha sido extraordinario. Hermoso!!
Llegué al anochecer, monté mi carpa y armé un fuego para cocinar sin más sonido que el mar tranquilo y sin más compañía que la oscuridad agujereada por tantas estrellas. Dormí en una paz completa y el mismo sol en persona vino a despertarme.

domingo, 6 de diciembre de 2015

Final en Chapala

Eugenio no me dio una respuesta clara cuando le pregunte que si podía armar mi carpa en algún rincón cerca de su bar.

Había llegado a Chapala hacia unos minutos y aún sudaba la fatiga de 35 km de terraceria rota, pedregosa y endiabladamente empinada. Bebía una sopa instantanea mientras esperaba que los camioneros del local liberaran de su atención a Yuyin, que es como todo el mundo conoce a este nieto del genovés Grosso que llegó atraído por el fulgor de la minería.

Yuyin me miró a conciencia antes de contestarme. Me hacia un chequeo rutinario, nada personal. Echaba cuentas de como andaba mi depósito de vida!!!

Al mostrarme el porche en el que podía armar mi pequeño hotel me habló del ciclista argentino y solitario que con 74 años llegó una tarde hace años a pasar la noche. A los dos días, como el hombre no daba señales se asomaron y lo encontraron muerto. Un infarto según el forense.

Yuyin quedó escarmentado de los engorrosos trámites a los que le obligaron los federales y los juzgados de Tijuana. Desde entonces sólo permite acampar a dos o más ciclistas para tener testigos que se ocupen de los desastres.

Así que después de mirarme bien me aceptó en su terreno. Me contó la historia y se confió en que sería el primer solitario en acampar desde entonces. Yo le asegure convincente que no tenía pensado morir esa noche. Y así fue.

Bien temprano me despedí a voces de Eugenio, que aún permanecía en la cama: el ciclista español está vivo y sale ya para Guerrero Negro!!!

Pensando en el argentino me construí un pequeño relato: verano, mucho calor, una jornada larga, extenuante, un sueño interminable. Caliente dentro de su saco, posiblemente bien cenado, el ciclista terminó su vida en un instante. Es buen final para un ciclista.

Steffen y Jane

No se apenas nada de ellos. No nos hemos hecho ninguna pregunta.
Steefen es un joven alemán, de Friburg, que tiene 25 años. Aún más escasa es la ficha de Jane: australiana.
He formado equipo con los dos, por separado, en los últimos días. Todo un acontecimiento para este ciclista solitario.
He terminado más cansado de lo habitual,  por el afán de seguirles ligero y no hacerme esperar.
Cuanto he disfrutado!! Sobre todo por la admiración que me produce la bravura de estos bikers. Encaran animosos las cuestas y se asientan en el asfalto reclamando el espacio que corresponde a los héroes. Todo les sabe, nos sabe, bien.
Hice una hoguera para nuestra cena y el germano sonreía feliz como siempre ha hecho mi hijo Jaime cuando armábamos una fogata. Pegó su tienda a la mía y en la mañana sonrió cuando le pedí que siguiera su ritmo.
Jane me alcanzó en ruta rodeada de bolsas amarillas y sacando una gran sonrisa detrás de la cara embadurnada de crema con la que se protegía del sol. Diminuta, delgada y fuerte me ha dado aliento en una buena tanda de cuestas. Luego siguió un poco más y la deje alejarse llevándose mi abrazo.
Mis viajes se pueblan cada vez más de personas. Los paisajes tienden a ser marcos y la gente a protagonistas. En apenas un mes llevó conmigo muchos rostros con sus nombres, con su generosidad, con sus retratos intensos y consistentes.
De entre todas mis personas de este viaje a las que tanta buena vida les deseo tengo que pedir las bajadas más largas, los mas generosos arcenes y los vientos incansables por la espalda a mis queridos ciclistas. Mis héroes.

sábado, 28 de noviembre de 2015

Desierto

Hace unos10 años leí un libro de Rafael Manrique titulado "La densidad del desierto" A la vuelta de un viaje al Sahara evocaba de manera sutil y admirable la sorpresa de encontrar densidad en donde se esperaba vacío. Inmenso.
He seguido en mi ruta hasta el paralelo 28 Norte un trazado que atravesaba varios desiertos. Unos con nombre acreditado en los mapas, como Los Cirios o Vizcaíno y otros tan modestos q nadie se entretuvo en ponerles nombre.
Escrutando bajo el sol, aun cegador en noviembre, intentaba distinguir cuando el terreno que atravesaba era desierto y cuando un acreditado secarral. Acaso el silencio, la ausencia de pájaros, el paisaje casi invariable hacían desierto? Los cactus erguidos como centinelas o yacentes como jinetes abatidos, abandonados como solitarios vigías de noches frías eran quienes se apoderaban de esos recodos del mapa llamados desiertos?
Tan seguro de que no están vacíos lo es la expulsión que esos espacios han decretado para los humanos. Sin agua, sin electricidad, sin gasolineras, sin señal de móvil casi nadie sobrevive. Coco en Bahía o Yuyin en Chapala resisten aún.
No tengo miedo cuando ruedo y he acampado en lugares solitarios y remotos desde cualquier punto de vista pero esta vez, más allá de los bordes de la carretera, poblados de cristales y llantas deshechas, me pareció que no había acomodo para mi carpa. Ni siquiera un pequeño hueco.
Desierto impenetrable. Denso.

jueves, 19 de noviembre de 2015

6:30 a.m.

_Tome señor. Ahi tiene su cambio.
_Que le vaya muy bien.
_Cuidese mucho.

Este es el saludo que me termina de despertar a tan temprana hora en el Starbucks de Chula Vista, a las afueras de San Diego, en California.

Claro, la atenta empleada es mejicana. Su idioma suena perfecto y anticipa la amabilidad que espero encontrar en Mexico. Todos los ciclistas coinciden en que en ningun lugar de habla española vamos a encontrar tanta amabilidad.

He tenido el atrevimiento de dormir en un rincon discreto al amparo de mi tienda verde y minuscula. Todo un alarde en un estado en que hasta el aire cumple con estrictas normas de circulacion.

Disfrruto de mi cafe absorto en la agitacion de estas tempranas horas. Esta cadena de cafeterias es un hogar para los ciclistas: abre muchas horas, tiene siempre wifi libre, baños impecables y nadie se fija en ti.

Ni siquiera son las 7. Me cuido.



miércoles, 30 de septiembre de 2015

Francia a bajo coste



Conozco a amigos que les gustaría viajar por Francia pero se echan para atrás porque se trata de un destino caro. Es una pena. Se trata de un país precioso y me parece que se puede viajar por allí con bajo coste. Aquí siguen algunas ideas para animarse:
VACACIONES EN FRANCIA CON BAJO COSTE
EL DESTINO:
Prácticamente conozco todas las zonas de Francia, aunque muchas someramente. En general las zonas del sur son más económicas que las del norte. Del mismo modo, el interior es más asequible que las zonas de costa. Eventualmente, las proximidades del Pirineo y de los Alpes son más caras sin ser costa.

El rectángulo central que este mapa propone es la zona más asequible.


  1. LA ÉPOCA:
Esta pequeña guía está planteada para el verano y coincidiendo con las vacaciones escolares españolas: julio, agosto y algo de septiembre (en Francia las clases comienzan el primero de septiembre)
Las tarifas de los alojamientos son sensibles a los distintos momentos del verano. En ocasiones hay hasta 6 precios distintos en una misma temporada alta. El momento álgido, a evitar, es el comprendido entre mediados de julio y mediados de agosto. A partir del 15 de este mes no solo bajan los precios sino, también, la ocupación y se hacen innecesarias las reservas.
  1. EL HORARIO:
En Francia tiene mucha importancia el horario de las actividades del día. No solo porque es muy distinto que en España sino porque, además, hay muy poca flexibilidad y fuera del horario estándar encontraremos desatendidos.
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miércoles, 29 de julio de 2015

Mareas

Foto de Jaime en la playa de Tresgandin de Noja

Desde hace años he llevado a mi hijo pequeño, Jaime, a algunos rincones de la costa de Cantabria y Asturias en los que hay marismas y fuertes mareas.

A los dos nos ha gustado siempre esperar con paciencia la retirada del mar o la desaparición de lo que hasta hace unas horas era arena o tierra.

Yo deseaba un viaje juntos en bicicleta, aplazado desde nuestra última expedición por el Carrilet de Gerona en 2013. Y Jaime propuso que el recorrido le permitiera hacer fotos, que son parte de su formación en la Universidad y una de sus aficiones.  

Así que hace unos días, en julio, hemos organizado un corto viaje en bicicleta con la misma motivación de tantas escapadas de su infancia: buscando mareas. Y en esta ocasión, con el incentivo de rodar imágenes para un documental sobre los viajes en bicicleta que, ahora, tendrá que editar.

Ahí van algunas imágenes de aperitivo:







viernes, 26 de junio de 2015

Solo


No es posible describir el color del agua del río Baker. Es algo parecido al verde lechoso como consecuencia del encuentro con aguas procedentes de los glaciares.

Cala Tortel está en la desembocadura del río sin parecerlo, pues un sinfín de montañas colmadas de bosque se interponen con el océano Pacífico. Un laberinto de canales se ocupa de desdibujar al río y su extraño color hasta que solo queda mar sin nada en el horizonte.

Traté de ser el primero en recoger mis bártulos y vencer todas las escaleras de Tortel porteando por partes y en relevos la bici y su equipo. Pero al terminar ya estaba el ciclista suizo en lo alto listo para alejarse de mí.

Es seguro que no hay otro rumbo que el norte ni otra ciudad de destino que Cochrane, la pequeña capital de la provincia de Capitan Prat. Pero a pesar de tener en la cabeza el mismo plan ni él ni yo hicimos ningún gesto para formar equipo. 


Nos conocíamos de la cena en la noche anterior y podíamos comunicarnos bien en francés pero desearnos suerte fue lo único que nos dijimos. El emprendió la marcha mientras ajustaba mis alforjas.

El viento en la espalda me ayudó esa mañana y aún más la competición con un perro solitario que al verme llegar emprendió una carrera intentando mantenerse a una cierta distancia por delante. Bajé mi cabeza y empujé mis pedales tocando el timbre a intervalos regulares. Mi mensaje para el perro veloz era: Sigo aquí.

Se cansó y se echó a un lado. Pasé rápido delante de su mirada inquieta y seguí tocando el timbre para hacerle entender que no tenía nada que temer. Mi pedaleo no iba con él.

Al poco encontré al suizo almorzando sobre un árbol enorme y vencido junto a la carretera. Le acompañaba otro perro. Me explicó que le había seguido y que habían fracasado todos sus esfuerzos por abandonarle. Probé algunos trucos incluyendo la posibilidad de que por ser chileno el perro entendiera mejor el español y se diera por despedido. No fue así.

Me despedí del ciclista con la inquietud de que el perro me tomara por un relevo y escogí para hacer el almuerzo, por si las dudas, un rincón no visible desde la carretera. Desde lejos vi como el suizo y “su” perro sobrepasaban al poco mi posición.

Antes de salir de casa valoré la decisión de de hacer la ruta en solitario. Para tranquilidad de todos contaba con la posibilidad de armar una sociedad de intereses con otros cuando lo aconsejara la dificultad prevista de una etapa. Incluso planee detenerme en un lugar a la espera de otro ciclista cuando la información disponible anunciara algún peligro.

En casi setenta días en la ruta no sentí la necesidad de rodar en compañía. Ni siquiera me pareció que el suizo, tan solitario como yo en la partida, disfrutara con la compañía del pegajoso perro.

En algún momento los dejé atrás ese día y al encontrarme a otro ciclista, que me alcanzó al final de la etapa, y preguntarle por el suizo me dijo: El del perro?

Más tarde supe que en ese tramo hay varios perros que han tomado gusto a acompañar a los ciclistas que hacen la carretera austral. Avanzar algunas horas con uno y toman otro rodador como compañía de regreso. 


No pude culminar la etapa aquel día y apurado por la oscuridad que se me venía encima acampé bajo una lenga cercana a la carretera que quedó, al poco tiempo, vacía y en silencio. Pensaba en el contraste entre lo que me gusta rodar solo y como al final del día celebro encontrarme con la animación de un hostel repleto de viajeros o con gente con la que conversar en un café.

Repasé la jornada y tuve un recuerdo para el perro y su suizo. Compañeros de todo el día. En cambio, en la noche, yo seguía solo.

lunes, 8 de junio de 2015

Terra Alta

Hace tres años me embarqué en un viaje de reconocimiento de los escenarios de la Batalla del Ebro. Un episodio tan cruento como lejano de la Guerra Civil española.

Fue la lectura del libro de Jorge M. Reverte sobre este hito de la contienda la que me dio el impulso para tomar mi bici y subirme a un tren hasta Mora de Ebro. Justamente un mes de julio. 74 años después de aquellos dolorosos 100 días que siguieron a la madrugada del 25 de julio de 1938.

Desde Mora recorrí Miravet, Pinell de Bray, Gandesa, Batea, Villalba y Corvera.

Resultó un viaje extraño. En extremo silencioso. No solo porque no encontré a nadie en mi deambular por las cicatrices que la batalla dejó marcadas sobre el terreno, sino porque ninguno quiso compartir conmigo sus recuerdos propios o prestados.

Olivos milenarios de Pinell.
Foto: Nuria González
Una desmemoria general se había instalado en las gentes como niebla entre las ramas negras de los campos de olivos. A fuerza de no recordar, hasta los datos más elementales de aquellos días se habían perdido para cualquiera. Me quedé así inútilmente instruido de historia pero vacío de vivencias que eran, verdaderamente, lo que buscaba.

He vuelto en estos días de junio y he pedaleado con Nuria por la senda verde que atraviesa en paz parte de la sierra de Pàndols-Cavalls.

Sobre la costura del antiguo ferrocarril que llegó a unir Tortosa y Alcañiz hemos hecho dos días de bici. En esta ocasión fue un gerundés, Borja García, al que me encontré el pasado febrero con sus amigos ciclistas en Puyuhuapi (Chile) el que empujo a no postergar esta ruta.

Nuestra base de operaciones ha sido el Camping Terra Alta de Bot, justo al costado de la senda. Juan, el dueño, ha asesorado nuestros planes y  aliado a la brisa vespertina de esos campos de la Terra Alta ha aligerado el calor intenso de estos días en el final de las etapas.

La propuesta para la primera jornada fue bajar hasta la estación de Pinell de Bray para alcanzar luego el pueblo encaramado sobre las rocas. En total 38 llevaderos kilómetros, con suave ascenso en en recorrido de vuelta.


Para el segundo día dejamos la ruta más corta, alejándonos del Ebro, hasta alcanzar el río Algars, que es el límite con Aragón, y el pueblo turolense de Lledó, en la comarca de Matarraña.

Estación de LLedó
Este es un tramo más solitario y de intensa belleza. Hemos ido dejando algunos pueblos, como Horta de Sant Joan, que esperan a nuevas jornadas de bicicleta.

Asomados a Teruel hemos sentido de nuevo la belleza de este enorme espacio, tan poco poblado que no llega a los 10 habitantes por cada kilómetro cuadrado. Pocos pero muy cordiales.





jueves, 14 de mayo de 2015

Averia

Ayer me vi compartiendo experiencias con un médico cubano en una Clínica de Ayamonte.

Fui allí porque la inflamación de uno de mis pies no tenía buena pinta al levantarme en Vila Real y porque en esta pequeña ciudad fronteriza tienen tasa moderadora, es decir, más de 60 euros por echarme un vistazo. Resolví atravesar de vuelta el Guadiana.

El médico que me atendió puso muy buen oficio, aprendido como médico de familia en un pueblecito de Matanzas, y yo compartí con él abiertamente las motivaciones para caminar y otras reflexiones positivas y andanzas varias. Entre ellas mi largo viaje en bicicleta por aquella isla del Caribe.

El caso es que me he retirado a la Pousada da Juventude de Tavira a hacer un par de días de reposo, para un tendón inflamado, e intentar luego seguir mi caminata que se ha visto ya tan disminuida.

Así que he transitado de uno a otro de mis territorios favoritos:

Las andanzas manhaneras por entre mar y tierra en las marisma:


A la quietud, también silenciosa, de una biblioteca pública en la que ya me he hecho fuerte:


Con todo, a pesar de mis prudentes cuidados, no parece que el lado izquierdo de mis pasos esté en condiciones de seguir, aunque sea en etapas mínimas.  Estoy a un paso de "degradar" mi travesía a la condición de vacaciones en el Algarve. Un jubilado más.

Así que llevo días digiriendo el tránsito entre una caminata que se prometía casi heroica a un fracaso que no puedo revertir y que hay que aceptar.  Cómo?. Aprendiendo.
 
Antes de detenerme en Isla Cristina, en la cuarta etapa, ya había tomado algunas notas sobre los errores y aciertos de esta última empresa caminante mía. Hacía 5 años que no lo hacía solo y tan rápido y percibía que las cosas no iban bien del todo.


Los aciertos no son más que la aplicación de hallazgos en viajes anteriores: LLevar protección del sol con sombrero y pañuelo grande; comer ligero durante el día y pasar la comida grande a buena hora de la tarde; acostarme y levantarme pronto; vaselina en los dedos al arrancar y nutracex para reparaciones de piel al final de la jornada. Cosas que ayudan mucho.

Los errores han sido de entidad y todos caben en uno solo: Exceso de confianza.

He traído botas viejas y muy desgastadas: Pensé que sería su último viaje y me equivoqué. El resultado es que siento las piedras en la planta y las protecciones para el pié se han degradado.

Llevo equipo de acampada por si tenía que pernoctar en medio de la nada o no encontraba alojamiento accesible en precio: No ha pasado ninguna de las dos cosas. He dormido en tienda 3 de las 5 etapas pero eran camping y había buena oferta de hostales. El asunto es que para un problema inexistente he cargado con 3,5 kilos de peso adicional a mi espalda (el 40%)

 Duermo en el colchón de mi tienda pero no duermo bien: Es suficiente para no sentir el suelo y es confortable en muchas circunstancias, entre ellas, las acampadas en mi travesía austral en bici. Pero no lo es para dormir de manera reparadora después de haberle dado un tute a un cuerpo entero con su mochila. Un cuerpo viejo y caminado necesita cama.

Y el cuarto error. El definitivo. He planeado etapas muy largas que para empeorar he recorrido en muy poco tiempo: Pretender hacer 30 o más kilómetros cargado y con fuerte calor y terminar la jornada a las 2 o 3 de la tarde es una temeridad. He llevado un ritmo endiablado de 5,4 o 5,5 km/h con descansos muy breves (y gracias a que me exhortó mi hermano Alberto a hacerlos) El resultado ha sido un esfuerzo excepcional para todo mi cuerpo al que mi determinación ha desconsiderado estúpidamente. Así estoy. Con toda la determinación y sin un pié operativo.

En las travesías de muchas jornadas, tanto en bici como a pié, es habitual pensar que el propio camino te va haciendo el entrenamiento y  me parece una previsión cierta. El problema es que yo mismo eché a perder esa buena idea metiéndome 36 km de la costa de Donhana en la primera jornada. Y terminando la etapa a las 15:30!!

 
Este es el relato y queda ahora reponerme y afinar mis instrumentos de caminatas. Contener mi determinación, darle una buena mano de modestia a mi impulso y echarle una mirada más cuidadosa a mi cuerpo que, esta vez, se ha detenido y rehusa seguirme. Y con razón.

Y también: Hacerme con unas botas en condiciones!!!!!