sábado, 6 de abril de 2013

Memorias de África


Out of Africa es la película de la televisión que anima este sábado de abril.

Mi madre mira a ratos la pantalla envuelta en la manta a cuadros con la que combate su friolera y hace unos minutos mi sobrina Inés me ha vencido por primera vez en la última de nuestras decenas de partidas de ajedrez de estos días gélidos.


He llegado a Cuérigo, en la Asturias montañosa, hace unos días, en compañía de tres mujeres de la casa con la intención de pasar el mes entero acompañando a mi madre.

Maite en 1942 (18 años)
Merryl Streep, con su pelo rizado, con su determinación y rebeldía me recuerda a Maite, mi madre, a sus treinta años en Marruecos.

Inés y Matilde se van mañana. Este viaje quieto de los dos veteranos de mi familia ha sido mi proyecto favorito para estos meses de liberación del trabajo. Más que ningún otro viaje deseaba esta estancia apacible y larga en nuestra casa añosa. Es única.

En la pantalla Kenia se llena de verdor en tiempo de lluvias y recuerda el Rif, en la llanura del Kert, aunque sin su quebrado horizonte. No se si entonces, bajo ese sol, los días eran tan breves como a mí me lo parecen ahora.

No tengo más preocupaciones que atender la larga lista de arreglos que he ido preparando estos días. Y en estos quehaceres empleo el día entero sin apercibirme del paso de las horas. En cuanto me descuido, de nuevo se hace la hora de retirarme a dormir.

Melusa 1956
Hace ya tres años que sacamos a mi madre de su casa de Valladolid, en la que vivía sola, para trasladarla a Madrid, más cerca de sus hijos y de sus nietos. Desde entonces, solo ha estado en el pueblo un día de junio del año 11.

Por eso planee una estancia larga aquí, para que tuviera la ocasión de ser reconocida por los vecinos y de ser saludada por su nombre.

Me pareció que ese territorio familiar hará que parezca vida lo que en la ciudad nueva parece supervivencia. No sé que tal de buena será esta medicina, pero se lo bien que me sabe acompañarle.

Mientras escribo, Robert Redford ha llegado de Mombasa con su avión y lleva a esa mujer joven a los cielos. Detengo mi escritura para volar con ellos sobre el Serengueti.

Saboreo la lentitud con la que vivo el día y hasta imagino, a ratos mis días venideros de anciano en esta misma casa, envuelto en la misma manta que ahora cobija a mi madre.

Cuando Karen Blixen salía de expedición con Farah, su criado somalí, le pedía a éste, al término de la jornada, que se adelantara para preparar el campamento y encender el fuego. Creo que también mi madre, al atardecer, se me adelantará al final del camino y me esperará pacientemente allí.

Maite 2013 (89 años)