viernes, 23 de abril de 2010

Un tren con vistas

Tomo el tren en Vadodara para tres horas escasas de recorrido hasta Ahmedabad. Mi tren ha salido a las 12,40 del mediodía:

Un hombre a pie y otro sujetando una bicicleta conversan bajo una sombra. Un puñado de niños desnudos chapotean en el agua que ha vertido su madre sobre ellos. Una manada de búfalos dispersos se reconfortan con el agua de una inmensa charca sumergidos hasta la grupa. Una mujer transporta leña menuda sobre la cabeza. Las bugambillas hacen de divisoria de los campos de cultivo. Ahora tan solo puede verse como el calor calcina todo ahí fuera. Dos hombres duermen la siesta tirados en el suelo de un cobertizo, quietos como muertos. Ropas coloridas tendidas a secar sobre matas de espinos. La multitud se agolpa en las dársenas vacías de la estación de autobuses. La enorme sombra de un gran árbol cobija a un rebaño de ovejas que ya no precisa vigilancia.



Una mujer se descuelga desde la oscuridad de un vagón de un tren de cercanías hasta pisar sobre la grava gruesa. Hay arboles torcidos por todas partes como si pasaran el día buscando su propia sombra. Quedan pilares erguidos sobre el agua de lo que un día fue un puente y ahora es nada. En un horno rudimentario se fabrican ladrillos y se secan como frutos rojos cuidadosamente presentados.



Son las 15,10. Mi billete de tren se termina aquí.




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