domingo, 4 de noviembre de 2012

Trastienda

Miro y remiro mil veces lo que no conozco. Observo como un viajero con algunas pretensiones pero mi mirada es irremediablemente la de un turista que no sabe nada.
De las varias maneras de orientarse, ésta de mirar una y otra vez es una más y muy útil. Imprescindible cuando el país, como sucede ahora con Tailandia, me es completamente desconocido.

Mirando a fondo se descubren muchas cosas. Se entienden algunas y se quedan desveladas otras.
Hay una zona de Bangkok, marginada del centro real, que está acondicionada para los turistas. No muy bien, por cierto. Como sucede en otras partes, aquí han llegado a algunas conclusiones de como quieren ver la ciudad los extranjeros que la visitan. Y así la presentan para que la miren. Superponen decorados, añaden música occidental decadente pero reconocible y dan a todo una pobre y vaga mano del lejano oriente. Siam.

Estoy seguro de que el resultado es tan artificial como la calle mayor de Madrid.
En esencia los decoradores no han tenido que emplearse a fondo. Sabedores de lo que aplana el calor a los europeos, han sembrado algunas calles de terrazas con mobiliario de mimbre y ambientación asiática de los mismos tramoyistas de las películas de los años 70, como Emmanuel y otras. Los viajeros se tiran en varias tandas de horas, beben numerosas cervezas caras y miran lánguidamente a Bangkok pasar por delante.
En realidad, quienes pasan son viajeros como ellos que transitan de un bar a otro, o a un comedor o a un lugar de masaje o a tumbarse de nuevo unos metros más allá. No hay más. La misma oferta muchas veces repetida. Si paseas por la calle mirando, esto es lo que ves.

Pero a mi me gusta rebuscar en los callejones, tan frecuentes y caóticos aquí. Dice más la trastienda que la fachada.
Así resulta que cada terraza de mimbres y coctails tiene al costado su callejón de servicio repleto de fuegos, de alimentos, de trasiego de operarios.  Cocinas que puedes atravesar limpiamente. Bonita palabra.
 La cocina en pleno callejón, se ve venir, no tiene secretos, ni rincones, ni neveras ni limpieza alguna. Todo está a la vista.
Nadie parece apercibirse. ¿Quien quiere una verdad incómoda?

Al fin y al cabo las cosas son como habíamos pensamos que serían. Así está todo bien.