jueves, 10 de junio de 2010

María y Ángel


A pesar de la fascinación que nos causan los ritos éstos van desapareciendo en occidente como si fueran la carbonilla de un pasado tren de vapor. No sucede así en India. Hace unos días, apostados a orillas del Ganges para vivir el amanecer fuimos invitados por una familia a la ceremonia del primer corte de pelo de un varón.

Recuerdo esto porque desde el domingo mi hija mayor está viviendo en Nueva York. Se ha ido sin ceremonia alguna, con la facilidad con la que se sube uno a un avión y vuela hacia el oeste. Mucho antes, de eso hace casi  un siglo, mi abuelo Ángel tomó un barco para atravesar el Atlántico en la misma dirección.

Estos dos Tuestas emprendieron viaje a Estados Unidos con propósitos muy semejantes: para formarse profesionalmente. Mi abuelo para adquirir el conocimiento de lengua inglesa que le era necesario para ser Cónsul y su biznieta, mi hija, para ampliar su experiencia durante su formación como Radióloga.

María tiene ante si un desafío en varias direcciones: en el hospital, en la ciencia, en el idioma, en la sociedad y, también, en su propio camino. Y todo eso a tres mil cuatrocientas millas de distancia de Madrid. Yo admiro mucho a esta hija que sabe tan bien valerse.

Así que aún bajo la influencia controlada de India y en la búsqueda de un ritual inexistente para estos casos he dado en pensar en cocinar una crónica para María. Un viento de palabras sobre lo que pasa en España en su ausencia como si fuera un tren correo semanal que porta noticias en sus sacas. Para ella y, también, para cualquiera de nuestros jóvenes valerosos que se abren camino lejos de casa.