sábado, 6 de diciembre de 2025

Cofete. Fuerteventura

 

Por mucho tiempo el barlovento de Fuerteventura trajo aquí tan solo olas y viento. No hace

tanto también llegó la pequeña agricultura de secano y el pastoreo, el trasiego de arrendatarios y pastores y algo más de un siglo de actividad humana.

El sonido de las caballerías bajando desde La Degollada se ha desvanecido por completo desde hace siete décadas y ahora son los neumáticos de los escasos coches de alquiler que se esfuerzan en no salirse de la calzada de tierra y hoyos.

Ecos de los escasos pobladores de este rincón de la Dehesa de Jandía. Pescadores de faenas empujadas por las corrientes, pastores de cabras en busca del siempre escondido herbaje y elaboradores de quesos, sufridos arrendadores atendiendo los escasos terrenos productivos.

Nada queda ahora de toda esa actividad salvo un camposanto marino en el límite de la playa.  Ahí llegamos un atardecer de diciembre abrigados del viento y sorprendidos por el inesperado escenario de las fotografías del atardecer. No hay lápidas ni restos de piedra elaborada alguna, tan solo arena, sencillas cruces de madera renovadas y pedruscos volcánicos señalando las sepulturas.

No solo hicimos fotos. También deambulamos entre los túmulos sin nombre ni tiempos de vida. Sintiendo el viento en la cara, a la arena colarse en los zapatos y el sonido pacificador del oleaje de barlovento.