Hoy, viernes, es la octava y ultima etapa de mi periplo
por el Rif.
He hecho bien en tomar descanso ayer porque
hoy me esperaba la mas larga de las jornadas. No solo son 110 kilómetros por
delante. Sino que los últimos 50 no admiten desfallecimientos ni paradas porgue
se trata de un desierto inhabitado.
En Ain Zohra con mi madre. 1955 |
Y como es que me he metido en este paraje
perdido? La razón se llama Ain Zohra. Esta es una aldea en altitud a la que mis
padres acudían en verano para hacer mas llevaderos los sofocos del calor en la
llanura del Kert.
He alcanzado la aldea antes del mediodía y
tras almorzar una montana de huevos duros con aceite he buscado, entre las
ruinas del viejo cuartel español, alguna casa que se pareciera a la de esta
foto que se conserva en casa de mi madre y que, probablemente, recoja la que
fue en este remoto lugar mi primera gran vacación veraniega.
Si esta la casa no es posible reconocerla. A
cambio de un encuentro frio con las piedras he tenido la hospitalidad de las
gentes que habitan las ultimas moradas en pie. Acepte entrar en la casa y someterme a mil y
una preguntas mientras se hacia lentamente el te y la torta.
La ventaja de salir poco después de las siete
quedo diluida en aquella curiosa compañía y a la una, lleno de animo, enfilaba
el puerto de la jornada para abandonar el Rif. Quedaban 60 kilómetros por
delante.
Un puerto seco; desolado y al tiempo tan
hermoso que hubiera dejado allí lágrimas si no fuera que llevan sal y la
necesitaba. Me detuve rodeado de piedras y cabras batiendo las laderas en busca
del pastor. Nos saludamos y seguí mi camino conmovido
Luego todo fue pedaleo incesante y desierto.
Agotador.
A las 17,30, once horas después de mi partida
de Driouch, llegaba a Guercif, el final de mi etapa rifeña de 620 kilómetros.
Tengo una cita con mi hermano en Marraquech,
el 6 de junio, para rodar juntos por el Atlas algunos días. Para ir hasta allí
tenia varias opciones y he desechado, creo que con buen sentido, descender de
Guercif a través del valle que conduce a Missour, en las laderas del Atlas Medio.
Muy largo, empinado y sin ciudades para pernoctar.
A cambio, he decidido descender hasta
Casablanca en tren, luego en bus hasta la costa y recorrer el camino de Safi a
Esaouira.