Este viaje ha
estado salpicado de islas. Islas todas ellas fluviales y casi siempre en el río Mekong. En Laos, en Camboya
y ahora en Vietnam.
Todas me han
parecido lugares extraordinarios y simples a un tiempo. Una carretera
perimetral, alguna escuela primaria, a veces una iglesia o una pagoda y un transporte
colectivo sencillo para comunicarse, a horas diurnas, con el resto del mundo.
Más o menos
pobladas, me ha parecido percibir a los habitantes casi uno a uno. Como las
horas, siempre largas y fogueadas de sol en las islas del periplo.
No he tenido
que esforzarme en indagar o buscar imágenes para mi recorrido. Han venido ellas
solas, serenamente iluminadas para mis ojos. Y a pesar de una colección de
fotos tan evocadoras como la que he guardado es seguro que no he podido captar casi nada. Todo se queda
allí, entre aguas, para siempre.