El desayuno
ha sido siempre para mí la comida principal en un viaje. Que no habrá sido aquí
en Asia, en donde se cena entre seis y siete de la tarde, y esa primera comida
del día pone fin a más de doce horas de ayuno.
Champasak. Laos |
Como todo el
mundo, yo tengo un desayuno preferido por encima de cualquier otro. Está
compuesto de un café con leche de mi vieja cafetera italiana sin mango, un par
de latas esmaltadas, algo dulce o salado o ambas cosas y, sobretodo, tendido en
el suelo sobre una manta y con un pequeño mantel en cualquier parte.
Nada de eso
es posible aquí. El desayuno preferido en Asia está compuesto de sopas de
fideos de arroz, como el resto de comidas del día, Hay café filtrado pero
supone un riesgo que no he querido correr. Me he apañado con té lipton, que
sabe igual en todas partes, y un par de huevos con pan. Es curioso, pero en los
cuatro países por los que he viajado estos meses tienen siempre esa oferta para
los extranjeros.
Habiendo asumido
que a lo más que puedo aspirar para desayunar es a un té y unos huevos fritos
lo más difícil ha sido encontrar el mejor lugar y al mejor precio para
disfrutar esa comida inaugural del día.
Battambang. Camboya |
He tenido
suerte. He dado con lugares muy buenos para desayunar en todas partes. Algunos
localizados en el primer paseo y otros que han sido fruto de una investigación
concienzuda para la que no he regateado esfuerzos. Si encima disponía de bici
podía llegar muy lejos en esa búsqueda.
Koh Kong. Camboya |
Cuando he
permanecido algunos días en el mismo lugar he completado la alegría del cuerpo con
la simpatía de los hosteleros, tan habituados a ver caras que con las mismas
desaparecen en unos minutos. Para mí y para ellos el reencuentro matinal tenía
el impagable añadido del afecto y de la clientela.
Hace unas
horas ha sido mi último desayuno en Vietnam y también, me temo, los últimos
huevos en una temporada si quiero volver al equilibrio. Era una mañana de
Saigón luminosa y preparatoria del calor extremo que zurra en esta ciudad en
cuanto el sol se apodera del cielo. He repetido té y he comido con ganas, pero
algún cambio de turno me ha privado de las sonrisas de quienes me han servido
estos últimos días.
Pienso ahora,
un poco tarde, que hice una buena colección de fotos de las mesas matutinas
pero no retraté a ninguno de mis hospederos. Algo a corregir. Una enseñanza más
de este viaje.
Hué. Vietnam |