lunes, 25 de febrero de 2013

Desayunos


El desayuno ha sido siempre para mí la comida principal en un viaje. Que no habrá sido aquí en Asia, en donde se cena entre seis y siete de la tarde, y esa primera comida del día pone fin a más de doce horas de ayuno.

Champasak. Laos
Como todo el mundo, yo tengo un desayuno preferido por encima de cualquier otro. Está compuesto de un café con leche de mi vieja cafetera italiana sin mango, un par de latas esmaltadas, algo dulce o salado o ambas cosas y, sobretodo, tendido en el suelo sobre una manta y con un pequeño mantel en cualquier parte.

Nada de eso es posible aquí. El desayuno preferido en Asia está compuesto de sopas de fideos de arroz, como el resto de comidas del día, Hay café filtrado pero supone un riesgo que no he querido correr. Me he apañado con té lipton, que sabe igual en todas partes, y un par de huevos con pan. Es curioso, pero en los cuatro países por los que he viajado estos meses tienen siempre esa oferta para los extranjeros.

Habiendo asumido que a lo más que puedo aspirar para desayunar es a un té y unos huevos fritos lo más difícil ha sido encontrar el mejor lugar y al mejor precio para disfrutar esa comida inaugural del día.

Battambang. Camboya
He tenido suerte. He dado con lugares muy buenos para desayunar en todas partes. Algunos localizados en el primer paseo y otros que han sido fruto de una investigación concienzuda para la que no he regateado esfuerzos. Si encima disponía de bici podía llegar muy lejos en esa búsqueda.

Koh Kong. Camboya
Cuando he permanecido algunos días en el mismo lugar he completado la alegría del cuerpo con la simpatía de los hosteleros, tan habituados a ver caras que con las mismas desaparecen en unos minutos. Para mí y para ellos el reencuentro matinal tenía el impagable añadido del afecto y de la clientela.

Hace unas horas ha sido mi último desayuno en Vietnam y también, me temo, los últimos huevos en una temporada si quiero volver al equilibrio. Era una mañana de Saigón luminosa y preparatoria del calor extremo que zurra en esta ciudad en cuanto el sol se apodera del cielo. He repetido té y he comido con ganas, pero algún cambio de turno me ha privado de las sonrisas de quienes me han servido estos últimos días.

Pienso ahora, un poco tarde, que hice una buena colección de fotos de las mesas matutinas pero no retraté a ninguno de mis hospederos. Algo a corregir. Una enseñanza más de este viaje.    

Hué. Vietnam