América me atrae por muchas razones pero la principal es el idioma español que compartimos con casi todas las personas de este enorme continente.
Hablar la misma lengua me deja entender a los lugareños, conocer mejor su forma de vivir y, sobretodo, sentir aquellas emociones que sólo pueden percibirse en las profundidades de la lengua compartida. Incluso los silencios en español me llegan directos.
No puede sorprender entonces la pasión que ponen otros ciclistas en ruta por aprender o mejorar su español. Todos reservan fuerzas para expresarse y comprender las palabras que les ponen definitivamente sobre el terreno.
Hoy tomando café en La Garita, en La Paz, una brava ciclista inglesa, profesora de español, impartía con empuje una clase a otros dos ciclistas: uno de Illinois USA y otro de Japón. Pensaba al verles en la fortuna de compartir una lengua con gente de todas partes, unirse en el camino poniendo tanta alegría en las palabras que entendemos todos. Reconocernos.
Cobija es la palabra con la que en México se dice de la manta. Es cobijado como me siento en esta tierra, por su gente y por el idioma español que nos cobija.