He traído conmigo, para este largo viaje, un exiguo equipo de vestuario: Un pantalón, y tres camisetas, incluyendo lo puesto y el repuesto. Como quiera que esta misma impedimenta ya me acompañó a Salvador de Bahia ha empezado a caerse a pedazos a la mitad de este otro periplo.
Me veo, por tanto, en la urgente y decorosa necesidad de reponer algo de mi vestuario sobre la marcha. Lo primero que he hecho ha sido elegir el estilo de ropa que aquí se diferencia mucho entre el moderno, vaqueros y camisas estampadas de manga larga o camisetas, y el tradicional que con variaciones esta formado por pantalones blancos y camisas blancas sin cuello que bajan hasta la cintura o hasta las rodillas. Tambien esta el dhoti, como el que llevaba Gandhi, pero quizas me pasara un poco.
Esta claro, desde el principio me he inclinado por lo tradicional: el kurta.
Este atuendo de dos piezas es muy amplio y apenas tiene costuras. Puede ser de tela sintética o de algodón y puede ser blanco o blanco azulado. He elegido de algodón y blanco azulado. El kurta, además, es muy económico y sale por entre 200 y 500 rupias ( de 2 a 9 euros).
Con este estudio, como se puede ver al detalle, me puse a indagar como hacerme con uno para mi y enseguida me encontré con el gesto pesaroso de los diligentes comerciantes a causa de mi estatura. Las tallas mas grandes no pasaban de la 42 y, a su entender y después de sopesarme con su mirada, lo mio debía ser una 46, incluso una 48.
Así, con tan poco porvenir pero bien pertrechado de paciencia he ido tienda por tienda e incluso he aceptado probarme piezas que saltaba a la vista que no me entraban pero que, a cambio, nos hacían reír a todos mucho.
En el postrer intento, a las 6 de la tarde del día anterior a mi madrugadora partida de Diu, un vendedor me ofreció la solución luminosa de confeccionar un kurta a mi medida. A pesar de que le dije que mi autobús partía a las 7 de la mañana para Veraval hizo un contacto telefónico con su sastre que, en tres minutos, aparecía por la puerta tan sonriente y armado con un metro de los de caja de costura. Mi conseguidor extendió varias piezas de tela sobre la mesa mientras el sastre tomaba medidas, no mas de tres la verdad, y pedía decisiones sobre algunos aspectos importantes de “mi kurta’. Bolsillos? Longitud? Botones ?
En unos minutos se hicieron las cuentas de la tela necesaria, se corto la pieza elegida y discutieron sobre el coste de la mano de obra para conseguirme una rebaja a pesar de las urgencias. Precio convenido: 300 rupias por la tela y 225 por hacerlo. Quede citado en la propia tienda una hora y media mas tarde...............
Ahora, cuando escribo estas notas sentado en la estación de Varaval esperando el tren a Junagadh, pongo mi atención en que el kurta que hay en lo alto de mi mochila no se arrugue mas que lo imprescindible.
Sonrío, también, al pensar que mi hermano Alberto aun no sabe que, terminado este viaje, el kurta le servirá de pijama para desayunar con sus hijos los domingos por la mañana.
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