He pasado tanto calor esta noche que mi humor se ha despertado por la mañana sumamente frágil.
Sin dudarlo, he dispuesto mi mochila para la partida, la he dejado preparada en recepcion y he salido en busca urgente de hotel. Con pocas esperanzas, porque el alojamiento no es el punto fuerte de Junagadh.A las faldas del monte Girnar son pocos los turistas que se ven.
El primer intento ha sido desesperanzador por lo ruidoso del hotel, igual de achicharrante que del que huía y por demás sucio, verdaderamente sucio. Tanto que se lo dije al tipo que me lo mostro. Puso cara de saberlo de sobra.
El segundo intento tenia un primer vistazo de conjunto, el edificio quiero decir, muy poco esperanzador (es el de la foto). De hecho pregunte con insistencia al conductor del rickshaw que me llevo, y antes de despedirme, que si funcionaba. Pero, misterios de la hostelería, la sonrisa franca de la recepcionista, una mujer de 50 años ansiosa por ver al fin un huésped, y su interés porque se me preparara como es debido un breakfast me han restablecido por completo el animo, como cuando se va la luz una tarde de invierno y al cabo de un rato, de repente, todo se enciende de nuevo.
Ahora he desayunado y dispongo se un gran cuarto con aire acondicionado, amplio y limpio en el segundo piso de un hotel que, en realidad, de tan destartalado que es esta mas cerca de la declaración de ruina que de otra cosa. Se puede pedir mas?
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He despertado arropado con mi manta de Swiss Air, lo que es un privilegio en estos calores y todo lo que se ve desde mi terraza es un bosque que refresca la mirada con su color verde intenso. Ruidos de pajaros de distintas clases y el rumor de las aspas incansables del ventilador.
Hago ahora mi segundo desayuno a las 7:40 A.M. y escrbo estas notas. Mi aparición en el comedor ha puesto en alegre actividad al personal de servicio y mi pot of black tea esta en camino. Es lo que tiene ser el único huésped de este caserón.
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