Cuando yo aún no tenía padres, el que luego sería el mío hacía sus viajes a caballo por los caminos para visitar las aldeas de la meseta del Kert. Este interventor adjunto, de poco más de 30 años tenía la tarea de reunirse con los notables, recabar información del caid y anunciar las pequeñas obras que el Protectorado de España en Marruecos se proponía acometer.
Hay muchos árboles en Centroamérica, grandes y poderosos, candidatos a ser apropiados árboles de reunión. Tan hermosos y singulares que merecen llevar un nombre. No el científico o popular, que lo tienen, sino uno propio que marque su singularidad.
Mientras pedaleo y me asombró de estos titánes que jalonan mi ruta sigo a mi padre en su periplo, oigo los murmullos y los saludos cuando llega a los aduares, miro como se sienta con todos bajo un árbol en el Rif y hablan de asuntos que no alcanzo a oir..........por el persistente ruido de los camiones que me adelantan.