Tan solo hace unos días que viajé con mi hijo Jaime por el casco antiguo de Barcelona en bicicleta. Es una forma deliciosa de desplazarse por las callejuelas sin tener que vigilar las acometidas del tráfico.
Ayer, como tantos días, rodé de nuevo por el centro en busca de mapas y otros pequeños asuntos pendientes hasta que mi bicicleta, bien aparcada y protegida con candados, se convirtió en una víctima más del asalto de los ladrones en el verano de esta ciudad. Insistentes y dañinos como si de una plaga de mosquitos se tratara estas gentes acechan desde el inicio del día a cualquier ciudadano, con preferencia por los aturdidos turistas extranjeros o por objetos que, como la bici, puedan ser revendidos de inmediato.
Al ver el candado roto y tirado no me disgusté que, como es sabido, es el segundo y peor efecto de una perdida material. Lo que si hice fue recordar esa consistente suerte mía cuando se trata de recuperar las cosas perdidas o extraviadas. Me dije: la encontraré.
Por la noche hice la consabida denuncia en la Comisaría y, también, un anuncio de robo en la web que resultó una tarea más ágil y puede que más eficaz que los resultados que son capaces de obtener los pocos policías impotentes para atrapar a tantos ladrones.
Así que, para ayudar a mi suerte en sus trabajos, me dispongo a merodear esta tarde por la ciudad hasta dar con mi querida máquina.
Mientras..............aquí hay buenos consejos para hacer más difícil que nos quiten nuestra querida bici.