miércoles, 29 de septiembre de 2010

Blanco y negro

Estas semanas de vuelta a casa, a la rutina, me hacen sentir el cambio como el filo nítido que hace una cartulina negra sobre el blanco de un folio.

Desde esta conocida perspectiva de los días de diario se hacen notar, más aún, los más de cuatrocientos días que he pasado fuera de aquí, fuera de esta vida. En otra vida.


No se trata de recuerdos o evocaciones de esas que hacen que tu cara repose sobre la mano en una melancólica mirada a las fotos o los pequeños tesoros para después de una travesía. No. Es la constatación sin más de que estos días son como son lo que me hacen perder peso y sentir de manera indefinida, gozosa y constante que los otros días eran otros.

Tengo que recordar el agradecerle a alguien el disponer de un software que facilita tanto las cosas. Agradecer el haber aprendido, no se en donde la verdad, a regresar fácilmente a casa para poder irme tan campante.

Son casi las 8 de la mañana. Viajo en un autobús urbano rumbo a mi oficina. Sonrío. Se ya que los sueños se llevan a cabo. Que casi todo es posible. Hay más cuatrocientos días esperando.


“Hoy, antes del alba, subí a las montañas, miré los cielos llenos de luminarias y le dije a mi espíritu: 'Cuando conozcamos todos estos mundos y el placer y la sabiduría que contienen, estaremos tranquilos y satisfechos?'

Y mi espíritu dijo: 'No, ganaremos esas alturas sólo para seguir adelante'”

Walt Whitman