Pero en realidad mi hermano Alberto es el que acapara toda nuestra atención por su propension a las averías.
No hemos perdido ojo a las visicitudes de la caminata, las botas, las piedras del camino, las rozaduras y, con todo, a los 10 km de etapa hemos empezado a padecer multiples y acumulativos achaques. Conservamos la calma y el buen humor pero parecía que nuestro "pegaso" terminaría por pararse en cualquier momento mientras del radiador salían humo y gemidos.
Con humildad hemos hecho los últimos kilómetros en los mullidos asientos de dos samaritanos motorizados y para redondear el día nos hemos entregado al franco con batatas.
Tumbados en nuestro Hostel, sobre colchones nuevos y firmes, apreciamos nuestro merecido confort y casi estamos a punto de olvidar la larga y reciente noche en el bus de ALSA entre Madrid y Setúbal, la fría acogida de la ciudad oscura y vacía cuando aún no han dado las 5 y el amanecer parece no tener prisa.
Para ser tan delicados no ha salido nada mal este soleado día de junio.